Paula estaba cenando temprano con Joaquín y Delfina cuando recibió el mensaje de Pedro. Joaquín acabó de cenar y, tras pedir permiso, se bajó de la silla y se fue a jugar al cuarto de estar.
—¿Quién era? —le preguntó Delfina una vez que se quedaron solas.
—Pedro.
—¿Qué quiere?
—Hablar, supongo. ¿Por qué sigues sin fiarte de él? —le preguntó a su hermana.
—Me parece que tú tampoco te fías de él. Hace días que no sabes nada de Pedro. ¿Ha pasado algo?
—No lo sé. ¿Te puedo preguntar una cosa? No se trata de Pedro.
—Sí, claro, pregunta —respondió Delfina.
—Nicolás ha dicho que Rodrigo Holloway quiere hablar conmigo. Al parecer, está pensando en ofrecerme trabajo en sus Kiwi Klubs.
—¿Qué tipo de trabajo? —inquirió su hermana.
—La misma clase de trabajo que hago en el Luna Azul, excepto que tendría que viajar por todo el mundo. Imagino que lo que quiere es que prepare espectáculos en cada club que encajen en el entorno, apropiados para cada emplazamiento, y que prepare profesores de baile para cada club.
Paula no había dejado de pensar en ello y aún no había decidido si llamar a Rodrigo Holloway o no.
—¿Quiere que vayas a vivir a Nueva Zelanda?
—No lo sé. Pero me gusta vivir aquí, con Joaquín y contigo.
Delfina lanzó un suspiro antes de adoptar la expresión de hermana mayor.
—Tienes que hablar con ese hombre, tienes que averiguar lo que te quiere proponer con el fin de tomar una decisión.
—Está bien, hablaré con él. Pero ¿ Y nuestra familia?
—Pau, siempre seremos de la familia, al margen de donde vivas. De hecho, aunque te quedes aquí, lo más probable es que te vayas a vivir por tu cuenta. Así que decide sin contar con Joaquín y conmigo.
Paula sacudió la cabeza.
—Es todo muy complicado.
—Es la vida y la vida es complicada —dijo Delfina—. Ojalá pudiera decirte qué hacer, pero no puedo. Jen, tienes que decidir por tí misma.
—Lo sé. Lo que pasa es que no estoy segura de lo que quiero.
—Hasta que no hables con él, ni siquiera sabes lo que él te va a ofrecer.
—Eso es verdad —admitió Paula—. Está bien, le llamaré. Pero, aunque decidiera trabajar para él, no podría empezar hasta después de la fiesta del décimo aniversario del Luna Azul. Cuentan conmigo y…
—Deja de poner disculpas. Si no quieres llamarle, no lo hagas —le interrumpió su hermana—. Pero, cuando tomes una decisión, piensa en tí misma, no en Joaquín o en mí,ni siquiera en Pedro. Si él te quisiera, te seguiría adonde fuera.
—¿Cómo puedo saber si me quiere o no? —le preguntó a Delfina.
—¿Le has dicho tú que le quieres? —le preguntó su hermana.
—Sí.
—¿Y?
—No ha dicho nada. Me dijo que gracias, que soy muy importante para él y que soy muy bonita.
—¡Oh, cielo! La verdad es que no sé… ¿Qué es lo que tú crees?
Paula se recostó en el respaldo del asiento y se quedó pensativa un momento.
—Lo único que sé es que yo sí le quiero —contestó Paula por fin—. Tanto si él me quiere como si no, estoy enamorada de Pedro.
—Dime, ¿Qué vas a hacer respecto a él?
—No lo sé. Voy a verlo ahora y, según cómo vaya la cosa, decidiré si llamo a Rodrigo o no. La verdad es que no sé nada de sus clubs.
—Yo tampoco —repuso Delfina—. Después de que acueste a Joaquín, miraré en Internet.
—Gracias, Delfi. Gracias por todo lo que has hecho por mí, y por darme un hogar cuando tenía problemas.
Delfina se levantó de la mesa y le dió un abrazo.
—Las familias están para eso —dijo.
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