jueves, 12 de julio de 2018

Pasión y Baile: Capítulo 9

—Digamos que sé que lo estás pasando bien; además, tu hermana me ha dicho que sales muy poco.

—¿Te ha dicho eso?

—Sí.

—¿Y qué más te ha dicho?

—Que eres su hermana pequeña y que tendré que vérmelas con ella si te juego alguna mala pasada.

Paula se sonrojó.

—Me protege demasiado. Nuestra madre trabajaba mucho y Delfina me cuidaba.

—Lo mismo pasaba con Nicolás y conmigo —dijo Pedro.

—No me extraña. Nicolás parece el hermano mayor de todo el mundo aquí.

—¿Le tratas mucho? —preguntó Pedro.

Le parecía extraño haber conocido a Paula ese día, mientras que su hermano parecía conocerla de más tiempo.

—No. Pero me pidió que formara parte del comité para organizar la fiesta del décimo aniversario del club.

—Ah, sí, se supone que yo también voy a participar en el comité, así que nos veremos con más frecuencia.

Paula bajó la mirada y él se extrañó de la expresión que vió en ella. Pero, en ese momento, T.J. se les acercó y le echó un brazo sobre el hombro.

—Amigo mío, ¿Qué tal?

—Bien —respondió Pedro, dándose cuenta de que T.J. estaba borracho.

No quería interrumpir la conversación con Paula, pero T.J. le necesitaba.

—Vamos a sentarnos a una mesa a charlar.

—No, no quiero sentarme. ¿Sabías que estoy soltero otra vez?

Pedro sacudió la cabeza.

—Sí, algo he oído.

—Todo el mundo lo sabe —dijo T.J.

—Ahí al fondo hay una mesa libre. ¿Por qué no la ocupan mientras yo voy a por unas bebidas? —propuso Paula.


—No te preocupes por eso, Paula. Tan pronto como nos sentemos, Sergio nos servirá lo que suelo tomar —dijo Pedro.

—No creo que sepa lo que yo quiero tomar, así que, antes de sentarme con ustedes, iré a decírselo —dijo Paula.

—Gracias —dijo Pedro, encargándose de T.J. mientras se dirigían a la mesa que Jen había visto libre; entretanto, T.J. hablaba de su soltería.

—Lo odio. Yo no soy como tú. No me gusta salir todas las noches; prefiero estar en casa, con la misma mujer. Una bonita casa en las afueras, ya sabes.

Pedro le dió una palmada en el hombro.

—Sí, lo sé. Pero no te preocupes, pronto conocerás a la mujer de tu vida.

—¿La mujer de mi vida? Lo dudo. No conocemos a buenas chicas.

Pedro iba a asentir cuando, de repente, alzó el rostro y vió a Paula acercándose a la mesa. Pensó que conocían buenas chicas, pero que no sabían cómo tratarlas. Y, por primera vez, se sintió confuso. Quería comportarse como un caballero con Paula, pero no sabía cómo conseguirlo.

—Creo que los tipos como tú y como yo no sabemos qué hacer con una buena chica.

—Es posible —contestó T.J. mirando a Paula—. ¿Le has pedido al camarero que me traiga un cuba libre?

—No, lo siento. Para tí, le he pedido un refresco.

—Necesito ron, Paula. Creo que bailaría mejor con un poco de ron en el cuerpo.

—Lo dudo. Y, además, te estaba enseñando a bailar salsa, no samba.—Pues, sintiéndolo mucho, me voy al bar a ver si me dan un cubalibre —dijo T.J.—. Aunque te agradezco el gesto.

—De nada —contestó ella.

TJ. se levantó de la mesa y se marchó.

—Gracias por dejamos unos minutos a solas —dijo Pedro a Paula.

—No hay de qué.

—Vamos, siéntate —dijo él.

—Estaba pensando en volver a casa —comentó Paula.

—¿Porqué?

Paula se sentó al lado de él, pero con la espalda muy rígida.

—Este no es mi ambiente.

—¿Por qué no? ¿En qué se diferencia de estar abajo, como cuando estábamos con tu hermana? —preguntó Pedro.

—Quizá para tí sea lo mismo, pero la gente es distinta. Aquí hay famosos por todas partes, y gente sacándoles fotos. En mi opinión, aquí solo hay dos tipos de personas.

—¿Qué dos tipos?

—Los que se encuentran en su ambiente y a los que les gustaría que este fuera su ambiente. Y yo no quiero que a mí me pase eso —declaró Paula.

Paula, entonces, le agarró una mano y Pedro notó lo delicados que eran sus dedos.

—Me gustas, Pedro, pero este es tu mundo, y pasar aquí un rato me ha demostrado que yo no pertenezco a este mundo.

—Podrías, si yo te invitara.

—Quizá, pero… ¿Por cuánto tiempo?

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