martes, 17 de julio de 2018

Pasión y Baile: Capítulo 14

—Sí, mucho. ¿Quieres desnudarte? —preguntó él con una sonrisa traviesa.

—Más de lo que puedes imaginar, pero creía que querías esperar.

—Touché —dijo Pedro al tiempo que le pasaba la mano por la espalda y le desabrochaba el sujetador. Después de quitárselo, la hizo apartarse de él—. No puedo verte con esta luz.

Pedro se levantó y encendió la lámpara de la mesilla de noche.

—Quítate la blusa —le ordenó él.

Paula se quitó la blusa y el sujetador mientras Pedro se despojaba de la camisa. Los músculos de su torso eran pronunciados. También tenía una mata de vello clarocubriéndole el pecho, el bello se estrechaba en línea descendente hasta desaparecerpor la cinturilla de los pantalones. Paula  se puso en pie, colocándose al lado de Pedro. Le acarició el pecho, los pezones,más abajo…

Pedro se quedó quieto, dejándose acariciar. Y a ella le gustó la sensación del vello de él en la palma de su mano. Le gustó el calor de ese cuerpo viril y su fuerza. Inclinándose sobre él, le besó la nuca. Él le acarició la espalda. Después, le sintió boyarle la cremallera lateral de la falda y, al momento, ésta cayó a sus pies. Le tomó las manos y, apartándose de ella, se la quedó mirando.

—Algún día te pediré que bailes para mí… a solas —dijo Pedro.

—Puede que lo haga —contestó ella—. Pero a condición de que tú hagas otra cosa por mí.

Pedro asintió y se llevó las manos al cinturón. Despacio, se desabrochó el cinturón yse bajó los pantalones.

—Ven aquí.

—No, ven tú aquí —dijo ella.

Pedro arqueó una ceja, mirándola, y se le acercó. Ella le empujó hasta tumbarle en la cama; después, se colocó encima de él, con las piernas a sus costados y las manos ensus hombros. Se frotó el sexo con el de Pedro y le sintió moverse.

—¿Te gusta esto? —preguntó Paula.

—Sí.

Paula le agarró las caderas y la hizo frotarse contra su pene. Ella echó la cabeza hacia atrás, disfrutando aquella sensación que se le extendió por el cuerpo. La piel sele erizó y los pezones se le irguieron. Pedro se incorporó en la cama y le chupó los pezones.

—Te deseo —dijo él.

—Lo sé —susurró Paula inclinándose sobre él, frotándose contra él.

—¿Por qué no nos hemos desnudado del todo? —preguntó Pedro.

—Yo… no lo sé. Creía que querías desnudarme.

Tiró de ella hasta que ambos quedaron tumbados de costado. Entonces, le puso una mano en las caderas, tiró del elástico de las bragas y se las bajó. Ella se alzó ligeramente para facilitarle la tarea y Pedro tiró las bragas al suelo.

—Túmbate bocarriba —dijo él—. Quiero grabar en mi mente la forma como te ves en mi cama.

A Paula le gustó la idea.

—¿Cómo me veo en tu cama?

—Como una sirena, hermosa y tentadora. Incitándome a adentrarme en aguas peligrosas.

Paula levantó una rodilla y separó las piernas.

—Yo no soy peligrosa, Pedro.

Él sacudió la cabeza.

—Eres la clase de peligro que me gusta, y sumamente adictiva.

Pedro se quitó la ropa interior y, completamente desnudo, se quedó de pie junto a la cama. Su erección era larga y ancha, y Jen se mordió los labios al pensar que iba a tenerle dentro. Paula alargó una mano y le tocó la punta del miembro, y éste engordó aún más. Pasó un dedo por el borde y luego lo rodeó con la mano entera. Pedro avanzó una cadera hacia ella. Tenía una rodilla en la cama y las manos en sus muslos cuando, de repente, retrocedió.

—Maldición. ¿Estás tomando la píldora?

—Sí —respondió Paula—. Soy bailarina, no puedo permitirme el lujo de quedarme embarazada.

—Estupendo. En ese caso, no es necesario que me ponga un condón —dijo Pedro.

—La verdad es que… quiero que te pongas un condón —interpuso Paula—. Vas con bastantes mujeres.

Le dolía decir eso, pero no iba a correr riesgos con su salud.

—Supongo que tienes razón. Espera un segundo.

Pedro se alejó de la cama, pero volvió en menos de un minuto. Entonces, se colocó encima de ella, pero, al principio, apoyó el peso en los codos y las rodillas. La besó de la garganta al pecho; después, le mordisqueó el ombligo.

El sexo se le humedeció. Quería a Pedro dentro de su cuerpo, no quería esperar un segundo más; pero también le gustaba lo que él le estaba haciendo y no quería pedirleque lo dejara. Pedro se deslizó hacia abajo, entre los muslos de ella, y comenzó a acariciarle elclítoris con la lengua. Sus caricias íntimas la dejaron sin aire. Era la primera vez que un hombre le hacía eso. Le agarró la cabeza con las manos para sujetarle. Estaba tan próxima al orgasmo que no quería que él se moviera…  todavía, no. Pedro le introdujo un dedo y ella gimió. Movió las piernas, le rodeó con ellas la cabeza. Y cuando le metió otro dedo y continuó acariciándola dentro, el placer le resultó insoportable.

—Voy a correrme —dijo Paula.

Pedro levantó la cabeza y la miró.

—Hazlo.

Pedro volvió a bajar la cabeza y la mordisqueó íntimamente. Ella se puso tensa y el clímax la sacudió. Agarró la cabeza de él y la apretó contra sí mientras levantaba las caderas de la cama. Continuó presa de los espasmos y Pedro, mientras subía por la cama, mantuvo los dedos dentro de ella. Entonces, colocó el miembro en el umbral de su cuerpo y esperó un minuto. Sentir la punta de su miembro renovó su deseo. Paula arqueó las caderas en un intento por facilitarle la entrada, pero él sacudió lacabeza.

—Quiero ir despacio.

—Y yo te quiero dentro, Pedro. Ya.

Pedro se tomó su tiempo; por fin, una vez dentro, comenzó a moverse despacio. La sensación de estar en el cuerpo de ella era maravillosa. Se movió con más rapidez mientras le agarraba las caderas con fuerza. Bajó la cabeza y le besó la garganta, le susurró palabras de pasión al oído y la llevó, una vez más, al borde del clímax. Paula le agarró las nalgas, tirando de él hacia sí. Pedro pronunció su nombre con ungemido en el momento en que ella tenía otro orgasmo. Esta vez, el orgasmo fue mucho más intenso. Él se movió dentro de ella con frenesí y gritó su nombre justo en el momento en que alcanzó el clímax. Cuando pudo moverse, se tumbó de costado con los brazos alrededor de ella.

Una vez que el sudor de sus cuerpos se hubo secado, Paula le miró a la luz de la lámpara de la mesilla de noche. Había sido la experiencia más intensa de su vida. Sin embargo, Pedro Alfonso no solo era, prácticamente, un desconocido, sino también su jefe. ¿Qué había hecho?

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