Pedro la llevó al club para recoger su coche, pero ella no tenía ganas de separarse deél.
—¿Te apetece venir a mi casa a almorzar? Desde luego, mi casa no tiene una vista como la tuya, pero preparo los mejores sándwiches a la plancha del mundo —dijo Paula.
De pie junto a su coche, al lado de Pedro, se sintió sumamente vulnerable. Ahí, a laluz del día, de vuelta al mundo real, se dio cuenta de lo pasajero de su relación con él.
—¿Los mejores del mundo? ¿Cómo no voy a probarlos?
—Estupendo. ¿Quieres seguirme en tu coche?
—Tengo que ir a la oficina un momento por si mis hermanos necesitan algo. Dame tu dirección y estaré ahí dentro de una hora.
Jen le dio la dirección y luego intercambiaron los números de sus móviles.
—Para poder ponernos en contacto en caso de que sea necesario.
Pedro le dió un beso y le sostuvo la puerta del coche para que entrara. Mientras se alejaba, le miró por el espejo retrovisor. Él aún estaba donde le había dejado cuando dobló la esquina de la calle. Paula trató de no pensar en por qué le había invitado a comer. Delfina estaba en laoficina y Joaquín solía jugar al fútbol a esas horas. Pero cuando entró en la casa, oyó voces de niños y se dió cuenta de que su sobrino estaba en casa.
—¡Tía Pau, hemos ganado el partido! —gritó el niño corriendo al recibidor para saludarla—. Lorena nos ha traído a casa y nos ha dado pasteles y refrescos.
—Estupendo. Es la mejor forma de celebrarlo —dijo Paula.
Paula siguió a su sobrino por el pasillo hasta la cocina, donde estaban Lorena, la niñera de Joaquín, y el hijo de ella, Bruno; ambos sentados a la mesa.
—No sabía que ibas a estar en casa a estas horas.
—Ya, pues aquí estoy. Si tienes cosas que hacer y quieres marcharte, puedo encargarme de Joaquín hasta que venga mi hermana.
—La verdad es que sí, me vendría bien.
—En ese caso, puedes irte ya si quieres —dijo Paula.
—Todavía no —interpuso Joaquín—. Bruno y yo tenemos que cambiar unos cromos.
—Pues haganlo, pero rápido —dijo Lorena.
—Cuando vine esta mañana, creía que iba a encontrarte en casa —dijo Lorena después de que los niños salieran de la cocina.
—He pasado la noche fuera —contestó Paula.
—¿En serio? Enhorabuena. Pasas todo el tiempo trabajando o en casa.
Paula asintió. Bruno y Joaquín volvieron en ese momento, charlando sobre los cromos que habían intercambiado.
—Venga, Bruno, tenemos que irnos ya.
A Joaquín no le hacía gracia que su amigo se fuera, pero se le pasó pronto el disgusto. Se puso a hablar sin parar sobre el partido. Ella le escuchó, pensando que vivir con su sobrino era una de las mejores experiencias de su vida.
—¿Y tú qué has hecho hoy? —le preguntó Joaquín.
Paula agrandó los ojos al responder.
—He ido a navegar en un yate.
—¿En serio?
—Sí. ¿Quieres ver unas fotos?
—Claro —respondió el niño.
Paula le enseñó las fotos que había tomado en el barco y la foto de Pedro y ella. Por supuesto, Joaquín le preguntó quién era él.
—Se llama Pedro. Es un amigo, el dueño del yate.
—¿Crees que yo también podría ir en su barco?
—No lo sé, Joaquín. Pero se lo preguntaré.
—Gracias, tía Pau. ¿Quieres jugar conmigo?
—No, ahora no, cielo —respondió Paula—. ¿Por qué no vas a jugar tú un rato solo mientras yo preparo la comida? Pedro va a venir ahora.
Joaquín se fue al cuarto de estar a jugar y ella encendió la radio y miró a su alrededor.La cocina era agradable y acogedora. Vivía en esa casa desde que regresó a Miami, después de que la echaran del tourde baile de competición. Delfina la había invitado a vivir con ella y, entre las dos,habían hecho un hogar de la vivienda. En un rincón de la cocina había una puerta decristal que daba al porche cubierto, y por la puerta del porche se salía al jardín, en elque había una portería de fútbol, y una fuente que había hecho ella misma. Le gustaba esa casa, pero no tenía intención de vivir allí toda la vida. Se sentó delante del mostrador y se dió cuenta de que no tenía ni idea de quéhacer, con su vida. Se encontraba en medio de una crisis. El futuro era un misterio en ese momento. Pensó en llamar a Pedro para cancelar la cita al darse cuenta de que no quería que fuera a esa casa. No quería que viera cómo vivía, que se diera cuenta de que aquello no era para él. En ese momento, sonó una canción de Gloria Estefan: Rhythm Is Gonna Get You. Se levantó y se puso a bailar.
—¡Tía, es nuestra canción! —gritó Joaquín al tiempo que entraba en la cocina.
Paula se echó a reír y el niño se puso a bailar a su alrededor, tal y como ella le había enseñado. Estaban riendo, dando palmas y bailando cuando sonó el timbre, y Paula se dió cuenta de que el baile seguía siendo su vida, solo que ahora era diferente.
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