jueves, 19 de julio de 2018

Pasión y Baile: Capítulo 20

Pedro había insistido en ir a la tienda de deportes de la zona para comprar un bate,una pelota y guantes de béisbol con el fin de poder ir a jugar un rato al parque. Joaquín estaba entusiasmado y no dejaba de subrayar que, evidentemente,  era un hombre que sabía que la vida no se limitaba al trabajo. Pedro fue muy paciente con el niño señándole a lanzar la pelota de béisbol.

—Lo haces muy bien.

—Ahora te toca a tí, tía.

—A mí no se me da tan bien como a tí —le dijo ella a su sobrino, y se lo demostró con un lanzamiento terrible.

Joaquín sacudió la cabeza.

—¡Qué mal lo has hecho!

—Soy bailarina, no una jugadora de béisbol —repuso ella.

—Creo que hoy vas a ser las dos cosas —le informó Joaquín.

—Sí, tienes razón.

—Vamos, prepárate para lanzar otra vez —le dijo Pedro—. No olvides mover el brazo como te he enseñado —entonces, se dirigió al pequeño—. ¿Listo, Joaquín?

—Estoy listo, Pedro.

Continuaron así durante un buen rato. Ella empezó a mejorar sus lanzamientos y se lo estaba pasando tan bien que olvidó que tenía que tener cuidado de no enamorarse de Pedro. El teléfono móvil sonó y vió que era Delfina.

—Hola —dijo Paula contestando la llamada.

—Hola. ¿Dónde están? He visto tu coche, pero no a ustedes.

—Estamos en el parque jugando al béisbol.

—¿Jugando tú al béisbol? Pero si se te da fatal.

—Eso era antes, he mejorado mucho.

—¿Está Pedro con ustedes?

—Sí. Ha venido a almorzar con nosotros y luego quería traer a Joaquín aquí a jugar.

—¿En serio? No parece tratarse del mismo hombre que conocí anoche —comentó Delfina—. En fin, gracias por encargarte de Joaquín.

—Lo estoy pasando muy bien. Ya sabes que le adoro.

—Sí, lo sé. De todos modos, gracias.

Cuando Paula  colgó el teléfono, Pedro se le acercó.

—¿Hablabas con tu hermana?

—Sí —entonces, se volvió a su sobrino—. Joaquín, mamá ya está en casa. ¿Nos vamos ya?

—¡Sí! Quiero enseñarle cómo lanzo.

—La vas a dejar impresionada —le dijo Paula.

—Pedro, ¿vienes a casa conmigo para tirar la pelota? Se te da mejor que a la tía Paula—Joaquín miró fijamente.

—Me encantaría, pero no puedo quedarme mucho tiempo, tengo una noche muy ocupada.

—¿Trabajas por la noche? —le preguntó Joaquín.

—Sí, es cuando abre el club.

—¿Trabajas con mi tía Paula? ¿Eres bailarín también? —preguntó el niño.

Pedro se echó a reír.

—No, no. Mis hermanos y yo somos los dueños del club.

—Parece un buen trabajo —comentó Joaquín, asintiendo con la cabeza.

Pedro dió al niño una palmada en el hombro.

—Está muy bien, pero no me queda tiempo para jugar al béisbol ni para ir a pescar.

—Pero eres el jefe —interpuso Joaquín—. Deberías cambiar las reglas.

Paula se echó a reír por la forma como su sobrino había hablado.

—Sí, tienes razón, debería hacer eso —concedió Pedro.

Pedro les acompañó hasta la puerta de la casa. El niño entró y ella se quedó fuera para despedirlo, que tenía las llaves del coche en la mano y parecía ansioso por marcharse.

—Pedro…

—¿Sí?

—Gracias por haber tenido tanta paciencia.

—No hay de qué. Creo que es el único chico con el que he tratado desde que me hice mayor —comentó él.

—Mi vida es muy distinta a la tuya —dijo ella, consciente de que pertenecían a dos mundos distintos.

—Sí, lo es. Bueno, tengo que marcharme ya, Paula.

—Adiós.

Mientras le veía alejarse, Paula pensó en lo bien que se le daba a Pedro adaptarse a cualquier situación.

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