martes, 17 de julio de 2018

Pasión y Baile: Capítulo 16

No le pesaba. Trataba de no arrepentirse de nada porque Delfina decía que el arrepentimiento no servía para nada, a menos que uno aprendiera alguna lección. Le sonó el móvil, indicándole que tenía un mensaje… de su hermana: «¿Estás bien?». Paula respiró hondo y le contestó con otro mensaje: "Sí, estoy bien. Estoy en casa de Pedro. Perdona por no haberte llamado antes". No obtuvo respuesta por mensaje y, entonces, el teléfono sonó.

—Hola, Delfi.

—Pau, ¿Qué demonios estás haciendo?

Paula se había hecho esa misma pregunta más de una vez y seguía sin conocer la respuesta.

—No lo sé. Lo único que sé es que mi vida está patas arriba y estoy intentando empezar de nuevo.

Delfina suspiró.

—Cariño, ten cuidado. Los cambios pueden ser más difíciles de lo que parecen a primera vista.

—¿Eso es lo que a tí te pasó?

—¿Cuando nació Joaquín?

—Sí —dijo Paula.

—Más o menos. Antes de que naciera, sabía que iba a criarle sola, y esa no es la situación ideal.

—Sí, lo sé. Pero Joaquín es un chico fantástico —le recordó Paula a su hermana.

—Cierto, pero mi trabajo me ha costado. Pero volviendo a tí… este cambio en tu vida, este empezar de nuevo… ¿Qué piensas hacer?

—Quiero tomar las riendas de mi vida —contestó Paula—. Ayer, cuando recibí la carta en la que se rechaza mi recurso y me dí cuenta de que mi vida como bailarina de competición había llegado a su fin… Bueno, he pensado que ha llegado el momento de averiguar quién soy realmente.

—¿Y estar con Pedro te va a ayudar a averiguarlo? —le preguntó Delfina.

—No tengo ni idea. Pero, por primera vez en la vida, he actuado impulsivamente. Sabes perfectamente que desde que empecé con el baile no he hecho nada que no fuera dirigido a avanzar en mi carrera profesional. Delfi, no recuerdo ningúnmomento en mi vida en el que el baile no fuera lo más importante.

—Sí, tienes razón. Yo también me acuerdo de que tú y tu baile eran lo único que importaba en casa.

—Lo siento —dijo Paula—. Debió ser injusto para tí.

—Tienes talento, hermana. Hace mucho tiempo que te perdoné que fueras tan buena bailarina.

—Gracias —contestó Paula riendo.

—¿Por perdonarte?

—No, por ser mi hermana mayor y por quererme.

—De nada. ¿Dónde está Pedro? —preguntó Delfina.

—En la ducha. Yo estoy en su terraza, que da a la bahía Vizcaína. La vista es increíble.

Paula se levantó del asiento, rodeó la piscina y se sentó en una de las tumbonas allado del agua.

—Es como no estar en la ciudad —añadió Paula.

—Bueno, pásatelo bien, pero no olvides que actuar impulsivamente tiene sus consecuencias —dijo Delfina—. Y, al final, tendrás que volver a poner los pies en la tierra.

—Lo haré. Hoy entro a trabajar a las cinco, pero estaré en casa a eso de las diez.

—Hasta entonces. ¿Tienes el día libre mañana?

—Sí. ¿Porqué?

—Joaquín quiere ir al parque con su tía preferida.

—Dile que tenemos una cita —respondió Paula, y colgó.

—¿Con quién tienes una cita? —preguntó Pedro, saliendo a la terraza.

Paula volvió la cabeza y le miró.

—Con Joaquín, mi sobrino. Los domingos solemos ir al parque. Salimos por la mañana y dejamos a mi hermana en la cama, es el único día de la semana que no tiene que madrugar.

—Háblame de tu familia —dijo Pedro.

La señora Cushing les llevó el desayuno, lo dejó en una mesa y se marchó. Cuando se sentaron a la mesa, Pedro sirvió el café.

—¿A qué se dedica tu hermana? —preguntó Pedro.

—Es abogada.

—Así que es tan lista como tú, ¿Eh? —comentó Pedro—. ¿Qué rama de la abogacía es su especialidad?

—Asuntos familiares: divorcios, custodia de los hijos… esas cosas. Le encanta su trabajo. Pero siempre está muy ocupada, el trabajo es muy exigente y luego está Joaquín,así que no tiene tiempo libre.

—¿Dónde está el padre de Joaquín? —preguntó Pedro.

—No sé; desde luego, no forma parte de sus vidas. No quería tener hijos ni familia. Pero Delfi sí, así que cada uno fue por su lado.

Pedro dejó el tenedor en el plato.
—No comprendo a esa clase de hombres, aunque he conocido a bastantes. No comprendo cómo pueden ignorar a sus hijos. Los hijos son parte de uno mismo.

A Paula le sorprendió oírle decir eso. Le sorprendió que la familia pareciera ser tan importante para él.

—La familia es importante para tí, ¿Verdad? —preguntó Paula.

—Claro que lo es. Cuando sufrí la lesión y me ví obligado a dejar el béisbol, muchos de mis supuestos amigos me dieron la espalda. Pero mis hermanos… En fin, mis hermanos me dijeron que volviera a casa y que no me preocupara, que haríamos algo juntos. Algo que iba a resultar ser una aventura mayor que jugar al béisbol.

—¿Te has arrepentido del cambio alguna vez? —preguntó ella.

—No, nunca. Ahora no estaría aquí, contigo, de no haber sido por la lesión.

A Paula se le derritió el corazón. Ahora comprendía la advertencia de Delfina respecto a las consecuencias de sus actos, a las consecuencias de haberse acostado con Pedro. Sabía que acabaría olvidando que su relación solo era pasajera, que solo se estaban divirtiendo, y terminaría enamorándose.

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