—¿Qué ha ocurrido? Andrea, la camarera, me ha dicho que parecías estar teniendo una discusión con Gustavo. Le había pedido que te echara un ojo por si tenías problemas y necesitabas ayuda. No me fiaba del tal Gustavo. Dime, ¿Qué quería?
—No puedo hablar aquí —insistió Paula.
—Entonces, vámonos —dijo él.
Salieron del club y Pedro la condujo a su coche.
—Vamos a la playa.
—Me parece bien —respondió Paula.
Necesitaba tiempo para pensar en qué le iba a contar y cómo le iba a explicar que su pasado podía afectar el futuro de él.
—¿Quieres contármelo por el camino? —preguntó Pedro.
—No. Necesito tiempo para pensar.
—¿Tan terrible es?
—Todavía no lo sé —respondió Paula, y sacudió la cabeza.
La situación parecía bastante complicada. Andaban por la playa agarrados de la mano. Pedro esperaba que ella se diera cuenta de que estaba de su lado, quería que comprendiera que no iba a permitir que nadie le amenazara.
—¿Qué era lo que Gustavo quería?
—Creo que un trabajo y dinero, aunque no me ha dicho cuánto.
Pedro no había esperado eso. Había creído que se trataba de que Gustavo quería que Paula volviera al mundo del baile de competición.
—Vayamos por partes. ¿Qué trabajo?
—Un trabajo en la escuela de baile del mercado que ustedes han comprado.
—No vamos a tirar de nuestros contactos para que le contraten.
—Si no lo hacen, va a chantajearme con algo referente al pasado.
—¿Cómo? —preguntó Pedro.
Paula se mordió el labio inferior y apartó el rostro de él.
—No es fácil decirte esto, Pedro, pero voy a intentarlo. Hace años, cometí el error de tener relaciones con Gustavo, cuando él era juez de la Federación Internacional de Baile de Competición. Por eso es por lo que me echaron del tour que estaba haciendo y me prohibieron volver a competir.
—¿Qué?
Ella se rodeó la cintura con los brazos y continuó en voz baja:
—Sé que fue una estupidez, pero jamás le pedí ningún favor ni que hiciera trampa. Creía que teníamos mucho en común y que éramos amigos.
Pedro la estrechó contra sí, a pesar de que no le gustaba lo que estaba oyendo.
—¿Tuviste relaciones con Gustavo?
—Sí. Al verle esta noche, tenía la esperanza de que hubiera venido para ayudarme a limpiar mi nombre.
—Sin embargo, en vez de a eso, ha ido al club a pedirte dinero, ¿Es eso?
—Ha dicho que los líderes de la comunidad están en contra del club y que si no le ayudamos conseguirá haceros daño en lo que al club se refiere.
Pedro estaba enfadado. Gustavo era un idiota si pensaba que podía intimidar a una empleada del Luna Azul.
—Está bien, te diré lo que vamos a hacer… Federico no es solo un genio de las finanzas, también es abogado, el abogado de la empresa, y es muy bueno. Voy a llamarle y, con su ayuda, vamos a pararle los pies a Gustavp.
Paula se apartó de él.
—No quiero que todo el mundo se entere de que tuve relaciones con él.
—A parte de Fede, no veo por qué se va a enterar nadie más —dijo Pedro, acordándose de que Federico había ayudado a Nicolás en el pasado en un caso de acusación falsa de paternidad—. Deja que le llame. Tú no vas a ayudar a Gustavo ni a entregarle un solo céntimo, y vamos a conseguir limpiar tu nombre.
—No quiero causar ningún daño al club —dijo ella.
—No lo harás —le aseguró Pedro—. ¿Qué plazo te ha dado?
—No me ha dado un plazo. Me ha dicho que me reúna con él en el baile de competición de Hallandale y que entonces le comunique mi decisión.Eso no les dejaba mucho tiempo.
—Tenemos que reunimos con Fede lo antes posible y ver qué opina de todo esto. La verdad es que lo primero que se me ocurre es ir a buscar al tal Gutavo y darle unapaliza de muerte. Me sentiría mucho mejor, aunque no creo que arreglara nada.
Paula le sonrió.
—¿Le pegarías por mi?
—Por supuesto. No me gustan los tipos que amenazan a las mujeres.
Paula se inclinó hacia él y le besó.
—Gracias. Me has enternecido.
—De nada, cielo —contestó Pedro—. Y ahora, voy a llamar a Fede.
Paula asintió.
—Si crees que es lo mejor, adelante.
—Creo que es la única solución. Los chantajistas solo se salen con la suya cuando la víctima del chantaje se muestra dispuesta a pagarles. Tenemos que parar esto antes deque escape a nuestro control.
—Estoy de acuerdo. No quiero volver a tener nada que ver con él, no quiero verle nunca más. Estoy harta de que me fastidie.
—No te preocupes, nos encargaremos de ello —le aseguró Pedro.
Llamó a Federico por el móvil y su hermano contestó a la primera llamada.
—Tenemos que hablar.
—¿Ahora? —preguntó Federico.
—Sí. A Paula acaban de amenazarle y quiero solucionar el tema inmediatamente.
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