martes, 24 de julio de 2018

Pasión y Baile: Capítulo 22

Paula se despertó cuando Joaquín  y Delfina  se preparaban para salir. Una de las ventajas de su trabajo era no tener que madrugar. Se levantó, se puso la bata y bajó las escaleras. No había tenido noticias de Pedro  el día anterior, pero no le había extrañado.Ninguno de los dos sabía muy bien qué clase de relación era la suya, si se podía llamar relación.

—Buenos días, tía Pau—dijo Joaquín, y le dió un abrazo.

—Buenos días, Joaquín.

—Mamá, ya estoy listo.

—Estupendo. Ve al coche y espérame ahí, tengo que hablar un momento con la tía Pau.

Joaquín asintió y salió de la casa. Delfina se quedó en el umbral de la puerta para abrir el coche con el control remoto y poder vigilar a su hijo.

—Te he dejado el periódico para que le eches un ojo.

—Sabes que no leo el periódico —contestó Paula mirando a su hermana.

—Hoy, sí. Hay una foto de Pedro con una mujer, me parece que es alguna princesa española…

Paula asintió. Aunque sabía que no debía hacerse ilusiones respecto a él, le dolió.

—Da igual, solo somos amigos.

Delfina la abrazó.

—Si quieres que hablemos, podría volver después de dejar a Joaquín. Hoy no tengo ningún juicio.

—No, gracias. Tengo una reunión a las once en el club para hablar de la fiesta del décimo aniversario. Además, solo he salido con él una vez.

Paula no quería hablar de eso. Quería estar sola y averiguar por qué se sentía tan dolida cuando era perfectamente consciente de que Pedro no iba a dejar su vida por ella.

—No te preocupes por mí, estoy bien —añadió Paula—. Que pases un buen día.

Delfina apretó los labios.

—Sé que esto te va a doler. Es lo último que necesitabas en estos momentos —dijo Delfina disgustada.

—Delfi, déjalo. Estoy haciendo lo que puedo por mantener la calma, no me lo pongas más difícil. No quiero echarme a llorar.

Su hermana volvió a abrazarla y luego se dió media vuelta para marcharse.

—Llámame si me necesitas para algo.

—Lo haré, no te preocupes.

Paula cerró la puerta y se apoyó en ella. No quería ver la foto de Pedro con otra mujer. No quería ver la prueba de que la noche siguiente de estar con ella la había pasado con otra mujer. Pero no era una cobarde, por lo que se dirigió a la cocina y vió la taza que suhermana le había dejado al lado del periódico. Se sirvió café en la taza y, con el periódico en la mano, salió al jardín. Se sentó allado de la fuente y se llenó los pulmones con el aroma del jazmín y el hibisco. Bebió un sorbo de café, dejó la taza en el suelo y abrió el periódico…

En la foto, Pedro tenía un brazo sobre los hombros de una mujer, que reía y lemiraba como ella misma lo había hecho. Y el dolor que sintió fue profundo. Dejó el periódico y agarró la taza de café. Se puso a pasear por el jardín mientras sepreguntaba qué iba a hacer. Sofía le había dicho que los hombres divertidos soloquerían divertirse, que la única forma de enfocar la relación con ellos era reconocerque solo se trataba de divertirse, nada más. Y eso no era culpa de Pedro. Era ella quien había actuado impulsivamente. Bebió un sorbo de café. No podía dejar el trabajo y buscarse otro, no había muchos clubs de primera que necesitaran bailarinas. Y tampoco quería marcharse de Miami.

El día anterior, mientras cuidaba de Joaquín, había estado pensando que quizá abandonar el baile de competición había sido una buena cosa. Había llegado la hora de sentar la cabeza y pensar en formar una familia. Debía dejar de soñar con que Pedro iba a dejar su estilo de vida y se iba a casar con ella. Era hora de enfrentarse a la realidad y dejar de refugiarse en casa de su hermana.Debía buscar una casa y empezar a vivir su vida. Y no quería empezar una nueva vida en un lugar en el que no tenía raíces ni familiani amigos. Se negaba a que Pedro Alfonso la hiciera dejar el trabajo y su ciudad.



La noche anterior, después de la reunión con sus hermanos, Pedro había pensado en llamar a Paula, pero al final no lo hizo. Tras pensarlo mucho, había llegado a la conclusión de que tenía que romper con ella y, realmente, solo sabía una forma de hacerlo… La condesa Analía de Puaron y Bautista de la Cruz era hermana de uno de sus mejores amigos, el conde español Guillermo. Gui y unos amigos más eran propietarios de una cadena de clubs nocturnos europeos llamados Seconds. Salir con su hermana había sido algo natural, eran casi como de la familia. Sabía que no era el hombre adecuado para Paula. Ella se merecía a alguien que pudiera ofrecerle más de lo que él podía ofrecerla. Y ahí estaba, en otra reunión en la que no quería estar, tratando de comprender por qué Paula ni siquiera le miraba. Se encontraban en la sala de reuniones de las oficinas del club en el centro de Miami. Federico estaba sentado en un extremo de lamesa con su ayudante, el chef Antonio Caruso estaba sentado al otro lado de él, y eljefe de seguridad, Javier Pallson, al lado de Caruso. Había dos sillas de separación entre Paula y Javier, al otro lado de la mesa de donde se encontraba él. Conocía lo suficiente a las mujeres para saber que ella estaba enfadada con él. Y aunque era eso lo que había esperado que ocurriera al salir con Analía la noche anterior y asegurarse de que salían en los periódicos, no le gustó.

—Bueno, empecemos la reunión —dijo Nicolás al entrar en la sala.

Su ayudante, Diana, y una mujer a la que Pedro no conocía, le siguieron.

—Esta es Emma Nelson, la planificadora a la que he contratado para que nos ayude a organizar la fiesta —anunció Nicolás.

Después, le presentó a Emma a todos los allí reunidos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario