—¿Qué ha pasado? —preguntó Federico.
—¿Podrías venir a mi barco para hablar? —preguntó Pedro.
—Sí. Dentro de tres cuartos de hora estaré allí.
—Bien. Paula está conmigo. Gracias, Fede.
—¿Quieres que llame a Nico para contárselo o prefieres hacerlo tú? —preguntó Federico.
—Le llamaré yo —respondió Pedro—. Hasta dentro de un rato.
Cortó la comunicación y se volvió a Paula.
—Fede se va a reunir con nosotros dentro de cuarenta y cinco minutos en el barco.
—¿A quién más tienes que llamar?
—A Nico—contestó Pedro.
—Van a hacerse una mala opinión de mí —comentó ella—. Sé que lo que hice…
—Nadie te va a juzgar, Pau. Gustavo te ha chantajeado y ha amenazado al club, y eso no tiene nada que ver con lo que hiciste cuando bailabas.
—Siento haberte puesto en esta situación —dijo Paula—. La relación con Gustavo me salió muy cara. No quiero tener que dejar el trabajo en el Luna Azul, pero lo haré si crees que es lo mejor.
—No, no vas a dejar el club, Pau—declaró Pedro—. No te preocupes, todo se va a arreglar, ya lo verás.
Paula trató de calmarse mientras esperaban a Nicolás. Pedro le había dado una copa de vino y estaba sentada en la cubierta del barco, contemplando las estrellas, mientras Pedro y Federico hablaban. Pronto se reunieron con ella y se sentaron a su lado.
—Cuéntamelo todo, desde el principio —le dijo Federico—. Dime por qué crees que Gustavo piensa que te puede chantajear. ¿Qué tiene en contra tuya?
—¿No deberíamos esperar a que venga Nicolás? No me apetece repetirlo una y otra vez.
—No. A Nico solo le interesará saber qué vamos a hacer —respondió Federico.
Pedro se acercó más a ella y le agarró la mano en muestra de apoyo.
—Gustavo y yo tuvimos relaciones cuando yo estaba en un tour y él era juez. Pero nunca hablamos de los concursos y él jamás fue juez en ninguno de los que yo participaba.
—¿Cómo empezaron a tener relaciones? —preguntó Federico.
—¿Qué importancia tiene eso? —preguntó Pedro.
—¿Por qué no te vas a llamar a Nico? Está tardando mucho —le dijo Federico.
—No. Está bien, mantendré la boca cerrada. Pero no la machaques —dijo Pedro.
—No es eso lo que estoy haciendo —contestó Federico—. Sigue, Paula.
—Nos conocimos en una clase de baile para niños. El tour patrocina talleres de baile en las ciudades por las que pasa para despertar interés en los niños. Nos pusieron de pareja en unos talleres que duraban cinco días. Después del primer día, me invitó a cenar y descubrimos que teníamos muchas cosas en común.
—¿Cuánto duró su relación?
—Tres semanas —respondió Paula—. Tan pronto como volví a la competición, después de acostarme con él, me dí cuenta de que lo que había hecho estaba mal. Se lo dije y, a la semana siguiente, se presentó delante del comité de jueces para decirles que nos habíamos acostado y que le había seducido con el fin de conseguir una puntuación más favorable.
—¿Y qué hizo el comité?
—Nos suspendió a los dos. A Gustavo le bajaron de categoría, de juez internacional pasó a juez regional. Yo creía que podíamos presentar un recurso conjunto, y fui a hablar con él para pedirle que se retractara y que intercediera por mí… creía que era por eso por lo que había venido al club esta noche.
—Pero no es ese el caso —interpuso Pedro—. Quiere que Pau le ayude.
—Deja que lo cuente ella —dijo Federico a Pedro—. ¿Qué es lo que quiere de tí?
—No lo ha dicho. En realidad, se supone que tengo que reunirme con él dentro de dos días para comunicarle mi decisión. Quiere un trabajo en la escuela de baile de su mercado. Quiero que yo los presione para que le recomienden. Ha insinuado que si no le ayudo nos pedirá dinero a cambio.
—¿Con qué ha amenazado? —preguntó Federico.
—Ha amenazado con dañar la reputación del club en el vecindario. Si no le ayudo o no le doy dinero, va a darle mala publicidad al club.
—De acuerdo —dijo Federico—. Necesito pensar qué vamos a hacer. Dime, Paula, ¿Sabe alguien más lo de sus relaciones?
—Mi compañero de baile, Iván.
—¿Los vió juntos alguna vez? —preguntó Federico.
—Una noche que Gustavo me invitó, cenó con nosotros.
—¿Por qué no le pediste a Iván que atestiguara en tu favor? —le preguntó Federico.
—Lo hice. Y escribió una carta, pero le dijeron que, como era mi pareja de baile, su testimonio no era fiable —respondió Paula—. Iván estaba muy disgustado porque, al suspenderme a mí, se quedó sin pareja. Esa fue otra razón por la que el comité no admitió que testificara, dijeron que lo más posible era que mintiera con el fin de continuar en la competición.
Federico asintió.
—Pero los tribunales de justicia son distintos. Voy a necesitar que Iván testifique por escrito. ¿Crees que lo hará?
—Sí, estoy segura de ello —respondió Paula.
—También quiero hablar con todos los implicados en el taller de baile en el que participaste.
—Te puedo dar una lista con los nombres, pero solo disponemos de dos días — contestó ella.
—Esto no nos va a llevar nada de tiempo. Me gustaría hablar con la policía para tenderle una trampa y hacer que arresten a Gustavo por intento de chantaje —Paula se recostó en el asiento y lanzó una rápida mira a Pedro.
—¿Qué opinas tú de eso?
—Creo que es perfecto. Acabaremos con Gustavo y limpiaremos tu nombre.
—Exacto —añadió Federico—. Una vez que llegue Nico, quiero ver si está dispuesto a dejarnos poner el cebo para atraparlo en el club. Así lo controlaremos mucho mejor.
—¿Controlar, qué? —preguntó Paula.
—Alguien que sea testigo de que te está amenazando —contestó Federico.
—¿Quién está amenazando a Paula? —preguntó Nicolás, apareciendo de repente.
—Gustavo Alvarez. Y también ha amenazado al club —contestó Federico—. Voy a ponerte al corriente de lo que pasa.
—Ven conmigo a la cocina, necesito una copa —dijo Nicolás a Federico—. Pedro, no te importa, ¿Verdad?
—No, en absoluto.
Los hermanos de Pedro desaparecieron en el interior del barco y ella le miró fijamente.
—Gracias por todo lo que estás haciendo por mí.
Una vez que se quedó a solas con él, Paula no sabía qué decir.
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