—Gracias, chicos. Gracias por hacer tiempo para reuniros conmigo —dijo Nicolás alllegar a la sala VIP, en el primer piso al fondo, donde le esperaban Pedro y Federico.
El club estaba vacío, a excepción de los empleados. Aún faltaba una hora para abrir.
—Nada, no te preocupes. ¿Qué pasa?
—Tenemos que empezar a preparar la celebración, en mayo, del décimo aniversario. Fede, me gustaría que fueras a hablar con los representantes de lacomunidad local y les convencieras para que participen en esto. Han contratado losservicios de un abogado de Maniatan para oponerse a una expansión excesiva, así quete agradecería que te asegurases de que no nos van a crear problemas.
—Enseguida me pondré con ello, hermano. Va a haber una reunión esta noche, iréy veré qué se traen entre manos.
—Estupendo. Y en cuanto a tí, Pedro, quiero que consigas que se apunte a la fiesta el mayor número posible de famosos. Pero no solo que se pasen por aquí, sino que se unan a la fiesta en la calle.
—Me pondré a llamar a gente de inmediato. ¿Qué quieres que hagan? Estoy seguro de que Gabriel vendrá y hará un número rap, pero… ¿Qué más se te ocurre?
—Le he pedido a Paula Chaves que prepare la coreografía de un baile espectáculo durante toda la noche del sábado. Quiero exhibir todo lo que el club puede ofrecer.
—De acuerdo, no hay problema —dijo Pedro—. Dentro de unos días te diré quién viene.
Continuaron hablando un rato y Pedro, de repente, se dóo cuenta de que no quería que acabara la reunión, quería hablar con sus hermanos… de su madre. Por primera vez en mucho tiempo. Por primera vez en mucho tiempo, quería contrastar la opinión que tenía de ella con las de sus hermanos. Federico se levantó para marcharse, pero Pedro le detuvo.
—Yo… anoche salí con Paula.
—¿Nuestra empleada? —preguntó Nicolás arrugando el ceño, con expresión de censura.
—Sí. No he hecho nada malo, como amenazarle con echarla del trabajo, así que tranquilízate.
Nicolás se puso en pie y se inclinó sobre la mesa.
—¿Te has acostado con ella?
Pedro no respondió. Lo que había entre Paula y él era un asunto privado.
—Eso no está abierto a discusión. Solo quería decíroslo porque puede que vuelva a salir con ella.
Quería explicarles que Paula era diferente y ver si a sus hermanos se les ocurría alguna explicación de por qué esa mujer en concreto le hacía reaccionar de forma diferente a las demás. Pero no podía preguntárselo, eso era algo de lo que los hombres no hablaban.
—Felicidades —dijo Federico—. No la conozco bien, pero si te apetece salir con ella, adelante.
Pedro lanzó una penetrante mirada a su hermano. De los tres, Federico era el que más se parecía a su madre físicamente.
—Así que… ¿No tienen ninguna objeción?
—Siempre y cuando no pongas en peligro el trabajo de ella, adelante. Si te parece,podría redactar un contrato, que firmen los dos, en virtud del cual…
Pedro sacudió la cabeza.
—No, no me gusta la idea. Paula es diferente. Vive con su hermana y con su sobrino.
Nicolás rodeó la mesa y se sentó en la silla que Federico había dejado vacante.
—La familia es importante para Paula. No es como las chicas con las que estás acostumbrado a salir, Pedro.
—Lo sé —respondió Pedro.
Nicolás estaba asumiendo el papel de hermano mayor, le daba igual que Federico y él fueran ya dos hombres, Nicolás seguía tratando de cuidarles y darles consejos. Federico asintió.
—No te preocupes, Nico, Pedro ya es un hombre.
Nicolás sacudió la cabeza.
—Eso me da igual. Lo que me preocupa es la posibilidad de perder una empleada muy valiosa. Paula ha obrado milagros a la hora de desarrollar mis planes respecto a las actividades del club del piso de arriba.
—Eso lo hiciste tú solo —le recordó Pedro—. Lo que pasa con Paula es que tiene el talento suficiente para hacer que la gente se levante de la silla y se ponga a bailar.
—Y es precisamente por eso por lo que el club tiene tanto éxito, Pedro. Así que ten cuidado con ella, no me gustaría tener que ponerme a buscar una sustituta.
Nicolás se marchó antes de que él pudiera decir nada más. Federico se quedó allí, a la espera, pero él se levantó y también se fue. Salió del club y comenzó a recorrer la Calle Ocho. Se detuvo en la esquina, se volvió y se quedó contemplando su club, el LunaAzul. No iba a hacer nada que pusiera en peligro el éxito que había conseguido ahí, con el club. Era demasiado mayor para cambiar de profesión y, además, le gustaba mucho lo que hacía. Y tampoco estaba dispuesto a ser la causa de que Paula perdiera su trabajo. Sabía lo mucho que le había afectado tener que dejar el baile de competición y era consciente de que ella estaba haciendo un gran esfuerzo por rehacer su vida. Lo último que necesitaba en esos momentos era un hombre que sólo quisiera divertirse con ella. Por mucho que quisiera ser algo más que un amante temporal, sabía que no podía ser nada más. Porque aunque lo que sentía por ella era intenso, sabía que acabaría disipándose y se separarían.
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