martes, 3 de julio de 2018

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 48

Paula no podía creer que alguna vez hubiera tenido ese poder. Pero allí estaba él, agarrándole las manos, diciéndole cómo se sentía.

—Nunca  antes  he  estado  enamorada  —reconoció  ella—,  pero  si  no  te  lo  decía  sabía que me arrepentiría el resto de mi vida. Y tenía que pedirte que tú también me quisieras.

—Quiero besarte ahora mismo —dijo él con voz ronca—, pero tengo que decirte lo demás antes.

—Entonces, date prisa.

—He  hablado  con  mi  padre.  Sobre  Alfonso,  sobré  mi  descontento,  sobre  tí.  Y  hemos hablado de mi madre.

—¿Sí?

—Las  heridas  de  la  infancia  tardan  mucho  en  cicatrizar,  ¿No  crees?  Él  la  perdonó  hace  mucho,  pero  yo  no.  Siempre  he  llevado  esta  amargura  conmigo.  Me  hacía  estar  harto.  Necesitaba  dar  un  paso  adelante.  Si  tú  has  podido  superar  lo  de  Fernando, seguro que yo puedo perdonar a mi madre.

—Tú no eres el  único, Pedro.  También  he  pensado  mucho  en  mi   madre últimamente.   ¿Cómo  puedo juzgarla por  las  decisiones  que  tomó  aterrorizada  cuando yo he hecho lo mismo durante años? Voy a tratar de encontrarla. Seguro que el policía que me mandó la carta me ayudara.

—Cuando todo lo que había que decir estaba dicho —siguió Pedro tras un largo silencio—,  dimití  de  todos  mis  cargos  y  ocupé  otro.  Como  vicepresidente,  estoy  a  cargo  de  todos  los  establecimientos  de  Norteamérica.  Controlaré  todo  este  lado  del  Atlántico desde una oficina.

—Qué maravilloso, Pedro. ¡Menudo trabajo! —dijo sonriendo.

—Dio,  eres  dura  —dijo  él  con  un  suspiro—.  ¿Serías  feliz  en  otro  sitio,  Pau?  ¿Podrías dejar esto?

¿Podría  hacerlo  por  Pedro?  Miró  su  casita,  el  hogar  que  había  levantado  de  la  nada. ¿Podría dejarla? Si era por él, creía que sí.

—Sí.

—Pero no te gustaría hacerlo. Quieres este lugar.

—Por  supuesto,  pero...  No  estoy  segura  de  lo  que  me  estás  pidiendo.  O  de  lo  que ha sucedido.

—Mis prioridades han cambiado, eso es lo que ha pasado. ¿No lo ves, Paula? Ahora todo encaja. El Cascade que hemos construido juntos, el nuevo trabajo y tú. Te amo.  Tú  me  das  las  raíces.  No  quiero  estar  en  otro  sitio.  Sólo  contigo.  Tú  eres  lo  primero, lo demás va detrás.

Paula se quedó sin palabras. Jamás habría esperado algo así.

—Te amo, Paula—volvió a decir él.

—Jamás nadie me ha puesto en primer lugar.

—Entonces ya era hora, ¿No crees? —sonrió con ternura—. Eres mi centro. Nada más tiene sentido. Vivir sin tí me da más miedo que arriesgar mi corazón. El trabajo es mío. Donde viva depende de tu respuesta. Podría aceptarlo, si tú me respondes a una  pregunta  —Pedro se  metió  una  mano  en  el  bolsillo  y  después  se  arrodilló—. Cásate  conmigo.  Cásate  conmigo  en  el  salón  que  hemos  reconstruido  juntos,  bajo  la  araña que encontramos en el ático. Comparte tu vida conmigo. Formemos juntos un hogar. Por favor, dí que sí —sacó un anillo.

No había duda de que era antiguo. Miró la brillante esmeralda en la montura de platino y los diamantes a los lados.

—Era  el  anillo  de  mi  abuela.  Decía  que  la  esmeralda  es  símbolo  de  amor  y  esperanza —ella lo miró con los ojos llenos de lágrimas—. ¿No lo ves, Pau? Eso es lo que tú eres para mí. Amor y esperanza.

—Oh,  Pedro—susurró—.  Te  amo  tanto...  Jamás  había  creído  en  los  finales  felices.  A  mi  madre  nunca  le  llegaron.  Quizá  por  eso  acepté  que  te  fueras  como  lo  hice. No me lo creía. Pero ahora tengo una oportunidad, para creer, para tener fe. Y sería tonta si no la aprovechara.

—¿Eso es un sí?

—Sí, sí, ¡Sí!

Le agarró la mano y la puso en pie. La abrazó y la besó en los labios.

—Paula.  Es  un  acierto  que  quien  lleve  este  anillo  tenga  ese  nombre.  ¡Oh,  Pau, qué futuro tenemos por delante!

Paula le acarició la mejilla. Estaba a salvo con él, en cuerpo y alma.

—Empezando por hoy.

—Empezando por hoy —confirmó él y volvió a besarla.



FIN

No hay comentarios:

Publicar un comentario