martes, 31 de julio de 2018

Pasión y Baile: Capítulo 29

Después de esbozar unplan que requería que ella llamara a Gustavo al día siguiente por la mañana, los hermanos de Pedro se habían ido. Pasaban unos minutos de las dos de la madrugada y Pedro no daba muestras de cansancio.
—¿Quieres pasar la noche aquí, en el barco, o prefieres que te lleve a tu casa?

—Me gustaría quedarme contigo esta noche —contestó Paula.

—A mí también —contestó Pedro, ofreciéndole otra copa de vino—. ¿Has llamado a tu hermana para contarle lo que pasa?

—No, era muy tarde ya. Aunque le he enviado un mensaje para decirle dónde estoy y evitar que se preocupe.

—Mis hermanos se enfadarían si me pasara algo y no se lo dijera —comentó Pedro.

—Mi hermana también, pero justo en este momento no puede hacer nada ynecesita dormir. Mañana se va a enfrentar al padre de Joaquín en un juicio. Y cada vez que se enfrenta a él, intenta hacer lo posible por ganar el juicio.

Pedro sacudió la cabeza.

—Lo entiendo. Debe ser duro para ella estar viéndole constantemente.

Paula asintió.

—Y lo peor es que él sigue queriendo estar con ella, lo que le pasa es que no quiere ser padre. Es difícil de entender, ¿no te parece?

—Sí, claro que me parece —contestó Pedro.

—Hablando de otra cosa, ¿Te ha llamado Gabriel para lo de la fiesta del aniversario?

—Sí. Va a venir este fin de semana, así que ya le conocerás y podrás hablar con él.

—Se me han ocurrido algunas cosas que creo que le gustarán. He estado oyendo su música.

—Bien. Pero Paula… no tenemos que hablar del club —le dijo Pedro.

—Perdona. Solo quería que supieras que, a pesar de estos problemas que tengo, quiero hacer mi trabajo bien.

Pedro se acercó a ella y le besó la frente.

—Lo sé.

—Ha sido un día muy raro. No se me había pasado por la cabeza que Gustavo pudiera presentarse en el club.

Pedro bebió otro sorbo de vino y, después, se tumbó en el banco; a continuación, la hizo tumbarse a su lado.

—¿Estás cómoda?

—Sí.

—Bien. Y volviendo a lo que has dicho, es difícil saber cómo va a reaccionar la gente. A mí me pasó algo parecido con Candela.

Paula alzó la cabeza ligeramente y le lanzó una significativa mirada.

—Candela era mi prometida.

—No sabía que hubieras estado casado…

—No llegamos a casarnos. Candela quería un jugador de los Yankees que no estuviera lesionado; por eso, cuando me lesioné, se fue con otro.

Paula sacudió la cabeza.

—Estás mejor sin ella, Pedro. No te merecía.

Pedro sonrió y la abrazó.

—No, no me merecía, pero me costó comprenderlo. Casi todos pasamos por tener relaciones así.

Paula se quedó pensativa. Incluso Delfina, con lo inteligente que era, se había enamorado de un tipo que no era como había creído que era.

—¿Por qué lo hacemos?

—No sé, aunque tengo una teoría. Que conocemos a esa gente cuando losnecesitamos en nuestras vidas. En lo que a mí se refiere, necesitaba a Candela cuando empecé a jugar porque ella me daba un motivo para que el béisbol no me absorbiera por completo. Me enseñó a relajarme y a disfrutar la vida.

Paula pensó en Gustavo.

—Gustavo hizo que viera lo que podía ser mi vida después de dejar el baile.

—Pero no has acabado de profesora de niños —dijo Pedro.

—No, he acabado de profesora de baile de ricos y famosos, no muy diferentes a los niños.

—Vaya, creo que se lo diré a Gabriel cuando vaya a recogerle al aeropuerto.

—No, por favor, no se lo digas. No creo que quisiera trabajar conmigo si se enterase de que le he llamado niño.

Pedro se echó a reír.

—Le hará gracia. Gabriel es un buen tipo, no se toma a sí mismo demasiado en serio.

—¿Cómo le conociste?

—Le conocí cuando éramos pequeños, pero dejemos eso —dijo Pedro.

—No, sigue hablando, por favor. Lo de Gustavo me ha dejado muy deprimida, me gustaría que me contaras cosas.

—De acuerdo.

Abrazándola y acariciándole el cabello, Pedro le habló de Gabriel Damien y del internado, y de los líos en los que se metieron juntos. Y ella se lo agradeció. La llevó a la cama y luego volvió a cubierta. Necesitaba estar solo un rato y pensar. Le preocupaba haber pensado en serio tener una confrontación física con Gustavo.

—¿Pedro?

Al volverse, vió a Paula apoyada en el marco de la puerta, con el cabello suelto mirándole.

—¿Sí?

—¿Por qué no vienes a la cama? —le preguntó ella al tiempo que se le acercaba.

—No podía dormir y no quería molestarte —contestó Pedro.

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