jueves, 5 de julio de 2018

Pasión y Baile: Capítulo 4

Por primera vez, con la música flotando a su alrededor, un hombre consiguió distraerla. Pedro Alfonso la hacía consciente del movimiento de sus caderas. Y cuando la raja de la falda dejaba al desnudo una de sus piernas, sentía los ojos de él fijos en ella.

Los ojos de Pedro únicamente.¿Por qué?¿Por qué Pedro Alfonso? Iba a conducirla al desastre. No podía permitirse el lujo de que le gustara su jefe. La última vez que le había gustado un hombre con autoridadsobre ella había acabado de mala manera. Su hermana Delfina se enfadaría con ella y le echaría en cara no haber aprendido la lección. No, no podía repetir los mismos errores. Y para colmo, T.J. podía ser un genio del béisbol, pero era incapaz de aprender lospasos básicos de salsa. Y no creía que fuera tan difícil.

Sofía estaba encargándose de unos alumnos al fondo de la sala cuando empezó asonar Mambo número cinco. Con el mando de control remoto, paró la música. Aquella era la canción con la que el club abría sus puertas todas las noches. Sofía y ella, cada noche, se colocaban en laparte de atrás y, veinte minutos después de abrir, escenificaban un baile flamenco.

—Muy bien. ¿Listos para demostrar lo que han aprendido? —preguntó Paula—. Al apuntarse a esta clase, lo más seguro es que no se dieran cuenta de que van a ser las estrellas de la apertura del club esta noche.

Los hombres allí presentes lanzaron gruñidos de protesta y también se oyeron unos cuantos aplausos.

—Lo importante es no olvidar que se trata de una música sensual. Tienen que sentirla en el cuerpo. Y no tengan miedo de hacer el ridículo, bailan muy bien.

—Creo que yo solo siento algo cuando juego al béisbol —dijo T.J.

—No se preocupe, señor Martínez, lo hará bien.

—Por favor, tutéame y llámame T.J. —dijo él con una encantadora sonrisa, mostrando una dentadura perfecta y muy blanca.

—De acuerdo. Y como eres el famoso de esta noche, nos gustaría invitarte a que encabeces la fila de la conga y luego, por supuesto, el primer baile.

La política del club era dar publicidad a las clases. Para ello, siguiendo la directiva de Pedro Alfonso, solían hacer que algún famoso participara en ellas, así atraían la atención de la gente.

—Me parece que no soy el tipo adecuado para eso.

Paula le sonrió.

—Me aseguraré de que así sea.

Volvió a poner en marcha la música y se acercó a T.J., todo el tiempo consciente de los ojos de Pedro en ella.

Bailaba desde los trece años y estaba acostumbrada a que los hombres la miraran.Y esa noche… esa noche quería que Pedro la viera y la deseara. Sabía que era una mujer atractiva; pero cuando bailaba… cuando bailaba era sumamente hermosa. Sonriendo a T.J., se colocó detrás de él y le puso las manos en las caderas.

—Relájate y déjate llevar —le dijo Paula.

Él asintió y, al cabo de unos momentos, ella comenzó a moverle las caderas. T.J. trató de mover los pies, pero se tropezó.

—No te muevas, siente el ritmo de la música.

—Me parece que ese método no va a funcionar, señorita Chaves—dijo Pedro—. Permítame que le haga una demostración a mi amigo.

Paula miró a su jefe; después, apartó las manos de T.J. y se separó de él.Pero en vez de acercarse a T.J., Pedro se aproximó a ella y le puso las manos en las caderas.

—Muévase para dejarme que sienta el ritmo.

Le había hablado en voz baja, sólo para que ella le oyera, y respondió al instante. Comenzó a moverse al ritmo de la música.

Pedro , al contrario que T.J., se movía con gracia natural. Había colocado las manosen la posición adecuada para ese baile: una mano en la cadera de ella y la otra sujetándole una mano. Y cuando clavó los ojos en los suyos, los demás dejaron de existir. En ese momento, Pedro no era su jefe ni alguien importante en la comunidad. Era su compañero de baile, su hombre, mientras se dejaba arrollar por el baile. Mientras bailaban, se mantuvieron la mirada. Pedro sabía lo que era la sensualidad. En los brazos de él, ella era algo más que una profesora de baile.

La salsa era una música de pasión y sexo, era una seducción, una promesa de lo que podía ser. Sintió cómo se le derrumbaban las defensas. Por mucho que se empeñara, no iba a poder mantener las distancias con esehombre… si él se empeñaba en lo contrario. Y cuando la música llegó a su fin y dejaronde moverse, sabía que Pedro la quería pegada a su cuerpo; o, al menos, eso era lo queella quería. Quería volver a sentir las manos de él en las caderas, sujetándola,mientras clavaba los ojos en las negras profundidades de los de él.

Pedro no comprendía por qué se sentía tan posesivo con Paula. Ella no era más que una cara bonita y una empleada; sin embargo, al verla con las manos en las caderas deT.J., se había puesto furioso. Pero una vez que la había rodeado con los brazos, se había dado cuenta de cuál era el problema. La deseaba. Y desearla complicaba la situación. No obstante, al bailar,había descubierto que Paula también estaba interesada en él. Después de que la música parase, entre aplausos, ella se mordió el labio inferior yse apartó de él.

—Así tienen que bailar todos —dijo ella—. Van a ensayar y a prepararse para eldebut de esta noche.

—No creo que yo pueda bailar así —declaró T.J.

—No te preocupes —contestó Pedro—, yo ocuparé tu lugar. A menos que tenga alguna objeción, señorita Chaves.

Paula se sonrojó y sacudió la cabeza.

—Es usted un buen compañero de baile, señor Alfonso.

—Tuteémonos. Llámame Pedro.

Ella asintió. Después, volvió la atención de nuevo a sus alumnos.

—¿Por qué no me habías dicho que había algo entre ella y tú? —preguntó T.J.

—No hay nada entre nosotros. Ha sido solo un baile.

—Eso ha sido mucho más que un baile, amigo, ha sido puro sexo —contestó T.J.—. Supongo que mejor me aparto y te dejo el camino libre.

Pedro se encogió de hombros. Había sentido algo intenso, pero no era la primera vez que le ocurría. La señorita Chaves era una mujer atractiva y despertaba su curiosidad. Quizá se debiera a los sensuales labios, a la estrecha cintura o al cuerpo debailarina. Le gustaría explorar ese cuerpo con detenimiento; pero, además de ser el jefe deella, las relaciones a largo plazo no eran su fuerte.

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