martes, 10 de julio de 2018

Pasión y Baile: Capítulo 7

Pedro lanzó una mirada alrededor y, entre la multitud, divisó suficientes famosos como para hacer que la fiesta en el club resultara interesante. Entonces, se inclinó hacia delante, sobre Paula, y le susurró al oído:

—Ahí está Gabriel Damien, ¿Lo ves? Vamos a hacer que se una a la cola de la conga.

—No le conozco.

—Pero yo sí. Vamos hacia allí —dijo Pedro.

Condujo a Paula mientras la fila de la conga serpenteaba entre las mesas. Ella no tenía micrófono; en ese club, el disc‐jokey era quien hacía que los clientes se pusieran en pie y bailaran. Dejó la fila de la conga y se acercó a Gabriel Damien.

—¿Quieres bailar? —le preguntó coqueta.

—Nunca rechazo a una mujer bonita —respondió Gabriel con una sonrisa traviesa.

Gabriel se puso en pie y Pedro le hizo sitio en la fila de la conga. Al ritmo de la música, Paula continuó aumentando la fila, muchos de los presentes querían poder decir que habían bailado con Gabriel Damien.

Gabriel era una estrella de Hollywood que, en la adolescencia, había sido músico de rap y había alcanzado enorme fama como tal. Pero su atractivo físico le había llevado a Hollywood y a un gran éxito en las pantallas. Y, además, era un tipo simpático. Él y Pedro, ambos niños ricos, se conocían del colegio. Pero como eso no casaba con la imagen pública de Gabriel, de antiguo rapero, no lo mencionaban. Paula les condujo al centro de la pista de baile y se hizo a un lado en el momento enque la música cesó, antes de que el disc‐jokey pusiera la canción Hips Don 't Lie, deShakira.

Pedro dejó a T.J. y a Gabriel en la pista de baile en el momento en que un grupo de mujeres se les acercó para bailar con ellos y, probablemente, para sacarles fotos con los móviles. Durante los tres cuartos de hora siguientes, no consiguió ver a Paula. Envió un mensaje a Nicolás  para ver si le necesitaba para algo. Después, en Twitter, mencionó el hecho de que Gabriel y T.J. estaban bailando en el club. Por fin, se metió el móvil en el bolsillo y fue a buscar a sus amigos a la zona VIP. Los encontró con facilidad y se sentó con ellos. Pero no podía pasar toda la noche allí sentado, necesitaba asegurar la presencia de famosos por todo el club. Cuando más trabajaba era de noche, pero le encantaba.

—¿Adonde vas? —le preguntó Gabriel cuando le vió levantarse.

—Va a tocar un grupo de música ahí abajo esta noche.

—Sí, pero no van a tocar hasta las diez —dijo Gabriel, lanzando una significativa mirada a su reloj de pulsera.

Pedro sonrió.

—Es que hay una chica… —comentó T.J.

—Siempre hay una chica en la vida de nuestro Pedro.

—Sí, eso es verdad. Me parece que te va a gustar.

—¿Es para mí?

—No —interpuso Pedro—. Es para mí.

—De acuerdo. ¿Quién es? —preguntó Gabriel.

T.J. bebió un sorbo de su cubalibre y se inclinó hacia delante mientras recorría la pista de baile con la vista. Paula estaba en el medio, bailando flamenco.

—Ahí está. La morena con vestido rojo.

—Está muy bien —dijo Gabriel—. ¿Trabaja aquí, en el club?

—Sí —respondió Pedro—. Es la profesora de baile.

—¿Cómo se llama? —preguntó Gabriel.

—Paula—respondió Pedro.

—A mí me gusta —dijo T.J.—. Es simpática y sabe mover el cuerpo.  Y Pedro se puso furioso cuando me tocó para bailar conmigo.

—No me puse celoso —repuso Pedro.

Nunca había sentido celos de nadie. Vivía la vida y la aprovechaba al máximo.

—Lo sé, lo sé, ha sido una broma. Vamos, ve a buscar a tu chica antes de que desaparezca —dijo T.J.

Pedro volvió a mirar a la pista de baile y, en ese instante, vió a Paula y a su ayudante,Sofía, despidiéndose y listas para marcharse.Se puso en pie y comenzó a moverse entre la multitud. Se detuvo para firmar autógrafos y a posar para que le tomaran fotos. Y no dejó de sonreír, a pesar de estar impaciente por alcanzar a Paula. Nicolás le envió un mensaje al móvil mencionando un problema con la lista de invitados y pidiéndole que se acercara al mostrador de recepción para solucionarlo. Y,aunque tenía miedo de no alcanzar a Paula, no le quedaba más remedio que encargarse del asunto inmediatamente. ¿Miedo? Sacudió la cabeza y bajó la escalinata mirando a su alrededor, a la gente en la pista de baile, mientras trataba de felicitarse por el éxito del negocio. Luna Azul era su vida. Así se había llamado el barco de su padre. En él, su padre, sus hermanos y él habían pasado muchos días durante los veranos, escapando a las exigencias de su madre. En el mar, lejos de la costa, lejos de todo aquel que quería algo de Horacio Alfonso, elfamoso fenómeno del golf. Al llegar al vestíbulo de la entrada, vió a Paula cerca del mostrador de recepción.

—Perdona, pero le había dicho a mi hermana y a su amiga que vinieran esta noche,que conseguiría que les dejaran entrar.

—Por supuesto —dijo Pedro, consciente de que su destino era pasar aquella noche con Paula.

Paula había tratado de mantenerse alejada de Pedro, pero había tenido que recurrir a él para que dejaran entrar en el club a su hermana y a la amiga.

—Perdona la molestia —repitió Paula.

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