jueves, 2 de noviembre de 2017

Propuesta: Capítulo 17

Pero  hubo  un  tiempo  en  que  sintió  curiosidad  y  empezó  a  leer  mucho.  Sus  padres se morirían de vergüenza si supiesen la cantidad de novelas rosas que Carla le había pasado a escondidas. Allí, en las páginas de esas novelas, es donde empezó a soñar,  a  fantasear  y  a  desear  enamorarse  y  vivir  feliz  para  el  resto  de  su  vida  como  las mujeres sobre las que leía. Su deseo más ardiente era encontrar un hombre que le liberase sexualmente. Pero no forzaría su suerte y esperaría al amor. Tragó  saliva  con  fuerza  y  miró  a  Pedro,  sabiendo  que  esperaba  una  respuesta.  En ese momento supo cuál sería.

—Sí, Pedro, estoy preparada.

Él se quedó en silencio durante un buen rato; limitándose a quedarse allí de pie mirándola.  Hubo  un  momento  en  que  Paula se preguntó si la había escuchado. Pero sus  ojos  ensombrecidos  y  el  sonido  de  su  respiración  le  indicaron  que  sí  lo  había  hecho. Y entonces él paseó la vista por su cuello y ella notó que se estaba percatando de la palpitación alterada de su sexo. Entonces,  antes  de  que  pudiese  parpadear  siquiera,  él  inclinó  la  cabeza  para  besarla.  Metió  la  lengua  entre  sus  labios  al  tiempo  que  introducía  la  mano  bajo  su  vestido. Mientras recorría incansable su boca con la lengua, empezó a acariciarle los muslos y el tacto de sus manos en esa parte de su cuerpo, un lugar que ningún otro hombre había tocado con anterioridad, desató algo en el interior de Bella que le hizo emitir  un  suspiro  entrecortado.  En  ese  momento  notó  que  estaba  excitada.  Antes  de  que  se  diera  cuenta,  él  la  había  hecho  avanzar  lentamente  hacia  atrás  hasta  que  sus  nalgas quedasen a la altura de la mesa. Dejó de besarla el tiempo suficiente para susurrarle:

—Estoy deseando introducir la lengua en tu interior.

Aquellas  palabras  provocaron  todo  tipo  de  sensaciones  en  su  estómago  y  una  punzada  entre  sus  piernas.  No  sólo  estaba  excitada,  estaba  a  punto  de  perder  el  control.  Y  la  sensación  fue  en  aumento  conforme  él  trasladaba  los  dedos  de  sus  muslos a sus braguitas. Cuando  volvió  a  reclamar  su  boca,  ella  gimió  por  la  forma  en  que  la  besaba,  pensando  que  se  le  iría  la  cabeza  de  tantas  sensaciones  inundándola  al  mismo  tiempo. Intentó mantenerse en pie mientras él barría su boca con la lengua. Cuando finalmente  pensó  que  volvía  a  recuperar  parte  del  control,  él  le  demostró  que  se  equivocaba  abriéndose  paso  con  los  dedos  por  la  cinturilla  de  sus  braguitas  y  acariciándola hasta hacerle perder el sentido.

—Pedro...

Sintió que él la echaba suavemente sobre la mesa al tiempo que le levantaba el vestido hasta la cintura. Estaba tan plagada de sentimientos, envuelta en tal cantidad de  sensaciones,  que  no  se  daba  cuenta  de  lo  que  pretendía,  pero  se  hizo  una  idea  cuando él le bajó las braguitas, dejándola abierta y desnuda ante sus ojos. Y cuando la  echó  aún  más  hacia  atrás  y  se  colocó  sus  piernas  alrededor  de  los  hombros  hasta  casi envolverse el cuello, lo supo.

Paula respiró  agitada  al  ver  la  sonrisa  que  rozó  los  labios  de  Pedro,  una  sonrisa  que, como la anterior, no era depredatoria y esta vez ni siquiera una de «si de veras quieres  saberlo...».  Era  una  sonrisa  que  decía:  «esto  te  va  a  gustar»  y  curvaba  las  comisuras de sus labios hasta marcar un hoyuelo en su mejilla derecha. Y  antes  de  que  ella  pudiese  exhalar  la  respiración,  le  levantó  las  caderas  y  enterró el rostro entre sus piernas. Bella se mordió la lengua para evitar gritar cuando deslizó la lengua caliente entre sus pliegues femeninos. Se  retorció  frenéticamente  bajo  su  boca  mientras  él  la  enloquecía  de  pasión  utilizando la lengua para conducirla con paciencia a un tipo de clímax que ella sólo había  encontrado en  los  libros.   Era  del  tipo que  provocaba  sensaciones    preorgásmicas. Pedro le introdujo aún más la lengua con el fin de, más que probar su humedad, utilizar la punta de la lengua para lamerla con ansia. Ella echó hacia atrás la cabeza y cerró los ojos mientras él trazaba todo tipo de círculos  en  su  interior,  martirizando  su  carne,  marcándola.  No  tenía  intención  de  aflojar  el  ritmo  y  ella  fue  consciente  de  que  iba  a  ser  así.  Sintió  que  aumentaba  la  tensión  entre  sus  muslos,  justo  donde  Jason  tenía  la  boca.  El  placer  y  el  calor  empezaron a hacerse sentir. De  pronto,  su  cuerpo  convulsionó  alrededor  de  la  boca  de  Pedro y  lanzó  un  gemido desde lo más profundo de la garganta mientras sacudidas de placer sexual se apoderaban de su cuerpo. Y gimió después de que esas sacudidas la hicieran temblar de  forma  descontrolada.  Experimentaba  algo  insoportablemente  erótico,  era  un  placer tan grande que pensó que le haría perder el conocimiento. Pero  no  fue  así,  porque  él  siguió  empujando  con  la  lengua  en  su  interior,  obligándola   a   dar   aún   más.  Y entonces  alcanzó  el  clímax. Incapaz   de   seguir   soportándolo,  tensó  las  piernas  alrededor  del  cuello  de  Pedro y  gritó  en  éxtasis  mientras turbulentas oleadas se apoderaban de ella. Sólo  cuando  el  último  espasmo  hubo  abandonado  su  cuerpo  Pedro retiró  la  boca,  le  bajó  las  piernas,  se  inclinó  y  la  besó  para  que  probara  de  sus  labios  su  esencia. Ella le succionó la lengua con fuerza, como si fuese una cuerda de salvamento, con  la  certeza  de  que  él  debía  de  ser  el  hombre  más  sensual  y  apasionado  sobre  la  tierra.  Le  había  hecho  sentir  cosas  que  nunca  había  sentido  antes,  mucho  más  de  lo  que había imaginado de cualquier novela romántica. Y supo que aquello no era más que el comienzo, una introducción a lo que podía venir después... Mientras   sus   lenguas   se   enredaban   frenéticamente,   supo   que   después   de   aquella  noche  no  podrían  vivir  juntos  sin  que  ella  desease  descubrir  qué  había  más  allá de aquello. ¿Hasta qué punto podía proporcionarle placer? Definitivamente iba a tener que pensarse seriamente la proposición.

Pedro volvió a bajarle el vestido  y luego la levantó de la mesa hasta que quedó de pie. Contempló su rostro y le gustó lo que vio. Sus ojos brillaban, tenía los labios hinchados y parecía recién salida de un sueño reparador.

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