jueves, 30 de noviembre de 2017

Irresistible: Capítulo 6

—¿De verdad? —preguntó ella—. ¿Lo dices también por Camila?

 Pedro intuyó que su respuesta significaría mucho para ella.

—Sí. Yo no soy el mismo chico inmaduro, y según me has dicho, Camila ha seguido adelante. Ahora que está casada y seguramente con un par de hijos...

Paula negó con la cabeza.

—No ha habido nadie más desde Diego.

—Resulta difícil creerlo.

—¿Por lo guapa que es? —dijo ella, y continuó antes de que él contestase—. Ha estado dedicada a la carrera y después a su trabajo, pero creo que hay otra razón. Es mujer de un solo hombre —añadió como si intentase convencerlo.

—¿Tú también? —preguntó Pedro.

Paula se sonrojó y bajó la mirada.

—No estamos hablando de mí.

—Podríamos hacerlo.

—No —dijo ella negando con la cabeza—. Preferiría que hablásemos de tí.

Pedro asintió. No tenía nada que perder por hacerlo.

—De acuerdo. Después de Camila, yo también seguí adelante.

 —Lo  sé  —dijo ella, aunque no lo  miraba—.  Aún recuerdo  los  artículos  en  la  prensa.  ¿Qué se siente  al  estar  en  la  lista  de  los  vaqueros  más  solicitados  de  Texas?  ¿Tienen una novia en cada puerto?

—Eso es para los marineros. Además, no te creas todo lo que lees —contestó él.

La tensión que sentía en su cuerpo hacía que Paula quisiera subirse a la silla de montar y domarlo. Pero no podía.

—Me alegro de que Camila esté bien y le deseo lo mejor. No le guardo rencor —añadió.

—Me  alegro  —dijo ella  con convencimiento—.  Me gustaría  que mi  padre te viese ahora; eres una persona con éxito.

¿Tendría  tanto  éxito  si  Diego estuviese  aún  vivo?  Le gustaba  pensar  que  la  rivalidad  los  había  hecho  mejorar  a  los  dos,  y  que  habría  podido  ganar a  Diego Adams. Él quería ser el número uno, pero,  al  faltar  Diego,  ya  nunca  sabría  si  realmente lo era.

—Me enteré del fallecimiento de tu padre —dijo Pedro.

—Sí. Fue de un ataque al corazón, hace poco más de un año.

—Lo siento.

Paula asintió.

—No era un hombre duro, sino todo lo contrario —comentó.

—Si tú lo dices.

—Le  costaba  demostrar  sus  sentimientos,  incluso  con  Cami y  conmigo.  Era su forma de ser. Pero nunca se perdió ningún acontecimiento del colegio, ni deportivo. No creo que le desagradase el rodeo, sino el hecho de que yo participase en él.

—No tengo nada que decir al respecto. Tú lo conocías mejor que yo.

—Sí, y sé que se alegraría de que te vaya tan bien; de verdad —dijo ella—. Pero no  manifestaba  sus  sentimientos  por  los  demás.  Solo  lo  hacía  en  relación  con  el  rancho.  La  verdad  es  que  tú  me recuerdas  mucho  a  él  —añadió—;  creo  que  tú  también escondes tu lado sensible.

—Solía hacerlo cuando era más joven, porque tenía mucho que demostrar.

Paula le lanzó una mirada especulativa.

—¿Por qué cosas se preocupa tu lado sensible? —le preguntó.

—Por el rodeo —contestó él. —Así  que,  ¿No has vuelto para demostrar  nada?  —preguntó  ella.

 Parecía ver  algo de lo que él no era consciente.

—Estoy aquí para asegurarme de que se celebra el campeonato. Eso es todo.

Sin  embargo,  aún  no  sabía  por  qué  había  aceptado  la  sugerencia  de  Marcos para  ser presidente. Iba a decir que no, pero cuando se quiso dar cuenta había aceptado.

—Ya sabrás que estoy interesada en que se celebre aquí —dijo Paula.

—Marcos me lo dijo —asintió él—. Y supongo que tú  sabrás que  él se ha hecho  cargo del negocio de su padre.

—Sí.  Seguimos  alimentando  y  cuidando  algunos  de  sus animales  para  los  rodeos.

 —Yo  trabajaba  en  la  gasolinera  para  conseguir  el  dinero  que  tu  padre  me  cobraba  por practicar con  los  toros  —dijo él rememorando imágenes  en  su  mente  y  hablando  más  para  sí  mismo  que  para  ella—.  Así  es  como  conocí  a  tu  hermana  —añadió, e inmediatamente se enfadó consigo mismo por no ser capaz de olvidar todo aquello.

—¿De qué hablaron Marcos y tú? —preguntó Paula ignorando el comentario de Pedro y reconduciendo la conversación a los negocios.

Mejor  así,  pensó  él.  Tenía  que  terminar  con  aquel  constante  retorno  a  los  recuerdos.

—Le pregunté si había pensado dónde celebrar el campeonato, y él me sugirió este  rancho.  Tengo que  confesar  que  me  sorprendió,  pero  luego  me  enteré  del  fallecimiento de tu padre, que era a quien no le gustaban demasiado los rodeos.

 —Eso no es del todo cierto. Criaba ganado para vender en los campeonatos; lo que ocurría es que no le gustaba que yo participase en las carreras. Verme competir fue lo que lo apartó del rancho.

Pedro sonrió al recordar.

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