martes, 14 de noviembre de 2017

Propuesta: Capítulo 30

Lamió  una  y  otra  vez  hasta  llevarla  al  borde  del  orgasmo,  luego  apartó  la  lengua  y  empezó  a  recorrerla  entera  otra  vez.  Ella  sollozaba  su  nombre,  gemía.  Y  entonces, cuando estaba a punto de estallar, se colocó sobre ella. Situó su sexo erecto en el lugar adecuado y, sin dejar de mirarla a los ojos, unió su  cuerpo  al  de  ella  como  si  fueran  uno  solo.  Paula estaba  tensa,  así  que  él  intentó  controlarse  mientras  se  deslizaba  en  su  interior,  sintiendo  la  firmeza  con  que  sus  músculos  se  aferraban  a  él.   No   quería   hacerle   daño,   así   que   fue   penetrando   lentamente,  centímetro  a  centímetro.  Cuando llegó  hasta  el  final,  cerró  los  ojos  pero  no  se  movió.  Necesitaba  quedarse  inmóvil  para  percibir  la  importancia  de  lo  que  estaba  sucediendo.  Le  estaba  haciendo  el  amor a su esposa, a la persona que amaba más que a su vida. Abrió  los  ojos  lentamente,  se  encontró  con  los  de  Paula y  vió  que  ella  había  estado  observándole...  ansiando  y  necesitando  que  acabase  lo  que  había  empezado.  Así  que  lo  hizo.  Empezó  a  moverse  despacio,  con  extrema  suavidad, entrando  y saliendo de ella. Entonces Bella arqueó la espalda y él aumentó el ritmo y la presión. Los  sonidos  que ella  emitía  excitaban  aún  más  a  Pedro y  le  hacían  saber  que  estaba   disfrutando.   Cuanto   más   gemía,   más   obtenía.   En   algunas   ocasiones   la   penetraba tan profundamente que llegaba a tocarle el útero y la idea le hacía desearla más. Ella respiraba de forma entrecortada mientras él seguía empujando, haciéndola suya como ella lo hacía suyo a él. Y entonces ella echó la cabeza hacia atrás y gritó su nombre.  Fue  entonces  cuando  él  se  corrió,  llenándola  mientras  gemía  y  ambos  alcanzaban  el  orgasmo.  Los  espasmos  que  recorrieron  el  cuerpo  de  él eran  tan  poderosos que tuvo que obligarse a respirar. Se agitó sobre ella varias veces mientras la seguía penetrando por la fuerza de su liberación. Pedro aspiró  el  aroma  del  sexo  que  habían  compartido  y  luego  se  inclinó  a  besarla. En aquel momento supo que la noche no había hecho más que empezar. Durante  la  noche,  Pedro despertó  al  notar  que  Paula tenía  su  sexo  en  la  boca.  Inmediatamente empezó a tener una erección.

—Oh  —ella  se  apartó  y  lo  miró  totalmente  ruborizada—.  Creía  que  estabas  dormido.

Los labios de Pedro se curvaron en una sonrisa.

—Lo  estaba,  pero  hay  cosas  ante  las  cuales  un  hombre  no  puede  evitar  despertarse. ¿Qué haces ahí?

Ella alzó la cabeza para mirarle.

—Comiéndote del mismo modo que tú me comiste a mí —dijo ella en voz baja.

—No tenías que esperar a que estuviese dormido —le dijo, sintiéndose cada vez más  excitado.

 Aunque  ya  no  estaba  en  su  boca,  seguía  estando  cerca.  Justo  ahí.  Y  el  calor del aliento de Paula estaba demasiado próximo.

—Lo sé, pero estabas dormido y pensé en practicar primero. No quería pasar la vergüenza de hacerlo mal cuando estuvieses despierto —dijo ella, ruborizándose aún más.

Él rió por lo bajo, pensando en lo maravilloso que era aquel rubor.

—Mi niña, ésta es una de las cosas que una mujer nunca hace mal.

—¿Quieres que pare?

—¿Tú qué crees?

Ella le sonrió tímidamente. Maliciosamente. Licenciosamente.

—Creo que no quieres. Pero recuerda que esto es sólo una sesión de prueba.

Entonces  ella  se  acercó  y  volvió  a  deslizarse  su  sexo  en  la  boca.  Él empezó  a  gemir en cuanto ella empezó a hacerle el amor de esta forma. Aquella misma noche él  la  había  lamido  hasta  el  orgasmo  y  ahora  era  ella  la  que  lo  estaba  llevando  a  la  locura.  Entonces  empezó  a  succionar  y  él  emitió  un  sonido  ronco  procedente  del  fondo  de  la  garganta.  Si  aquello  era  una  sesión  de  prueba,  la  definitiva  sin  duda  lo  mataría.

—¡Pau!

Rápidamente, él se agachó y tiró de ella hacia arriba para tumbarla en la cama. Se  situó  encima  de  su  cuerpo  y  la  penetró,  pero  se  dió  cuenta  demasiado  tarde,  al  sentir  que  explotaba,  que no llevaba  puesto  un  preservativo.  La  idea  de  que  podría  estar dejándola embarazada hizo que eyaculara aún con más fuerza en su interior. Todo su cuerpo se estremeció por la magnitud de los embistes que siguieron y que no era capaz de detener. Cuanto más le daba ella, más la deseaba. Entonces Paula arqueó las caderas y él la penetró más profundamente y tuvo un segundo orgasmo.

—¡Pepe!

Ella  lo  seguía  en  la  dulce  travesía  hacia  la  inconsciencia  y  el  corazón  de  él  empezó  a  latir  con  fuerza  al  darse  cuenta  de  que  aquello  era  hacer  el  amor  de  la  forma  más  sincera  y  descarnada  posible,  así  que  se  aferró  a  él,  aferrándose  a  Paula.  Un gemido tembloroso escapó de sus labios y cuando los muslos de ella comenzaron a temblar, sintió su vibración hasta lo más profundo de su ser. Instantes  después  se  derrumbó  sobre  Bella,  gimiendo  su  nombre  mientras  su  sexo palpitaba aún en su interior, aferrado a su carne como si los músculos de Paula no quisieran dejarlo ir. Lo que acababan de compartir, al igual que las otras veces que habían hecho el amor esa noche, había sido tan inconmensurablemente placentero que Pedro no podía pensar con claridad. La idea de lo que ella le había hecho al despertarlo le provocaba sensuales escalofríos en la parte baja de su cuerpo. Abrió  la  boca  para  decir  algo,  pero  la cerró  de  inmediato  al  ver  que  Bella  se  había  quedado  dormida.  Su  imagen  resultaba tremendamente  erótica  allí  tumbada  con  los  ojos  cerrados,  los rizos enmarcando  su  rostro  y  los  labios  ligeramente  separados, los más atractivos que jamás había tenido el placer de besar.

Se  quedó  mirándola,  pensando  que  debía  dejarla  descansar.  Pero  pretendía  volver a despertarla más tarde de la misma forma en que ella lo había despertado a él.

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