martes, 7 de noviembre de 2017

Propuesta: Capítulo 24

Estaba a  punto  de  apartarse  de  la  ventana  cuando  bajó  la  vista  casualmente  y  vió una camioneta aparcada en el jardín de entrada. Frunció el ceño y acercó aún más el rostro al cristal para intentar adivinar de quién era el vehículo, extrañándose al ver que se trataba del de Pedro. ¿Qué hacía su camioneta en el jardín a las dos de la mañana? ¿Estaría él dentro? Bajó rápidamente las escaleras. No podía estar en la camioneta frente a su casa a las  dos  de  la  mañana.  ¿Qué  pensaría  Juan?  ¿Y  qué  pensarían  los  policías  que  recorrían la zona? ¿Y su familia? Cuando  llegó  al  salón,  abrió  lentamente  la  puerta  y  salió  sigilosamente.  Luego  exhaló  un  suspiro  de  indignación  al  ver  que  Pedro estaba  sentado  en  la  camioneta.  Había reclinado el asiento, pero debía de estar muy incómodo. En cuanto ella se acercó a la camioneta y dió unos golpecitos en el cristal, Pedro se   despertó como  si  estuviese  durmiendo  con  un  ojo  abierto  y  otro cerrado.   Lentamente, se echó el sombrero hacia atrás para descubrirse los ojos.

—¿Sí, Paula?

—¿Qué haces aquí? ¿Por qué has vuelto?

 —No me he ido.

Ella parpadeó, desconcertada.

—¿Qué no te has ido?  ¿Quieres  decir  que  has  estado  en  el  coche  desde  que  te  acompañé a la puerta?

Él esbozó su encantadora sonrisa.

—Sí, llevo aquí desde que me acompañaste a la puerta.

—¿Pero, por qué?

—Para protegerte.

Aquella simple afirmación la desinfló por un instante. Pero sólo por un instante.

—No  puedes  quedarte  aquí,  Pedro.  No  está  bien.  ¿Qué  pensaría  tu  familia  si  viesen  tu  coche  estacionado  frente  a  mi  puerta  a  estas  horas?  ¿Qué  pensarían  los  policías? ¿Qué...?

—Sinceramente,  Paula,  me  importa  un  pimiento  lo  que  piensen  los  demás.  Me  niego a dejarte en tu casa si no estoy cerca para asegurarme de que estás bien. No has querido que duerma en el granero y aquí es donde estoy y no me pienso mover.

Ella frunció el ceño.

—Eres imposible.

—No,  me  estoy  comportando  como  un  hombre  que  cuida  de  la  mujer  que  quiere. Ahora vuelve y cierra la puerta con llave. Has interrumpido mi sueño.

Ella lo miró fijamente durante un buen rato y luego dijo:

—Vale, tú ganas. Entra en la casa.

 Él le devolvió la mirada.

—No  se  trata  de  eso,  Paula.  Asumo  tanto  como  tú  que  no  debemos  estar  solos  bajo el mismo techo. No me importa pasar la noche aquí fuera.

—Pues a mí sí me importa.

—Pues lo siento, pero no puedes hacer nada al respecto.

Ella lo miró y se percató de que se proponía comportarse como un terco, así que alzó las manos, se metió en la casa y luego cerró la puerta con llave. Pedro oyó  el  sonido  de  la  cerradura y  pudo  jurar que también  la oía  a  ella  bufando escaleras arriba. Podía bufar todo lo que quisiera, pero él no se iría. Llevaba cuatro horas allí sentado pensando, y cuanto más lo meditaba, más consciente era de algo de vital importancia para él. Y era algo que no podía negar ni ignorar: se había enamorado  de  Paula.  Y  la  aceptación  de  esos  sentimientos  otorgaba  mucho  más  sentido a la proposición que le había hecho.

Una hora más tarde, Paula estaba tumbada en la cama mirando al techo, todavía indignada. ¿Cómo se atrevía Pedro a ponerle en aquella situación tan comprometida? Nadie  pensaría  que  él  estaba  durmiendo  dentro  del  vehículo.  Todos  asumirían  que  eran amantes y que estaba durmiendo en su cama, yaciendo con ella entre sábanas de seda con los brazos y las piernas entrelazados y las bocas fundidas mientras hacían el amor de forma ardiente y apasionada. Empezaron  a  temblarle  los  muslos  y  a  dolerle  el  nexo  entre  las  piernas  ante  la  idea  de  cómo  sería  compartir  cama  con  él.  Primero  la  acariciaría  hasta  dejarla  sin  sentido  en  su  zona  más  íntima  y  se  tomaría  su  tiempo  para  prepararla  para  la  siguiente fase de lo que le iba a hacer. Se  tumbó  de  lado  y  apretó  los  muslos  a  la  espera  de  que  remitiese  el  dolor.  Nunca  había  deseado  antes  a  ningún  hombre  y  deseaba  a  Pedro con  todas  sus  fuerzas, y más aún desde que él la disfrutara en aquella casa. Sólo tenía que cerrar los ojos para recordarse tumbada en la cocina con la cabeza de él entre las piernas y cómo  la  había  lamido  hasta  hacerle  perder  la  consciencia.  El  recuerdo  provocaba  en  su cuerpo sacudidas de electricidad que hicieron que sus pezones se irguieran contra el camisón. Y el hombre que le causaba tanto tormento y placer estaba allí abajo durmiendo en  una  camioneta  para  protegerla.  No  podía  evitar  que  su  actitud  le  conmoviese.  Había renunciado a una cama confortable y dormía en una postura incómoda con el sombrero  sobre  los  ojos  para  protegerse  de  las  luces  del  jardín.  ¿Por  qué?  ¿Es  que  protegerla era algo tan importante para él? ¿Y de ser así, cuál era la razón? En el fondo, ella sabía el por qué: se debía a su deseo de conseguir la finca y a Hercules. Lo había dejado claro desde el principio. Y lo había respetado por ello y por aceptar  que  la  decisión  debía  tomarla  ella.  Así  que,  en  otras  palabras,  no  la  estaba  protegiendo  a  ella  de  por  sí,  sino  a  sus  intereses,  o  lo  que  esperaba  fuesen  sus  intereses. Y aquello tenía sentido, pero...

¿Estaría Paula protegiendo  sus  intereses  si  aceptaba  la  proposición  que  Pedro había  puesto  sobre  la  mesa?  ¿Tenía  otras  opciones  para  levantar  el  bloqueo  a  su  fondo  fiduciario?  ¿Quería  realmente unirse legalmente  a  Pedro durante  un  periodo  mínimo de un año? ¿Realmente lo mejor para ella era dormir bajo el mismo techo que él y  compartir  el  lecho?  ¿Era  lo  que  deseaba  hacer,  aun  sabiendo  que  al  cabo de un año él se podría marchar sin mirar atrás, sabiendo que pasado ese tiempo él  sería  libre de  casarse  con  otra  o  libre  de  hacer el  amor  a  otra  persona  del  mismo  modo en que se lo habría hecho a ella? Y luego estaba  la  cuestión  de  quién   había  arrojado  la  piedra.   ¿Por   qué  intentaban  asustarla? Aunque  lo  dudaba,  se  preguntaba  si  serían  sus  padres  en  un  intento por hacerla regresar a casa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario