—Pau. Has llegado.
Ella salió de sus pensamientos al oír la voz de Pedro. Enseguida se le aceleró el pulso y se preguntó si siempre tendría ese efecto sobre ella. Tardó uno o dos segundos en recomponerse antes de contestar.
—Sí, ya estoy aquí. Veo que tienes compañía.
—¿Compañía?
—Sí. Está fuera la camioneta de Pablo—respondió.
—La tomé prestada. Él no está.
—Oh —eso quería decir que estaban solos.
Bajo el mismo techo. Y no habían hecho el amor casi en una semana. Sus miradas se encontraron y algo parecido a una fuerte consciencia sexual se transmitió entre ambos, cargando el aire y electrificando el momento. Paula podía sentirla y estaba segura de que él la sentía también. Estudió su rostro y supo que quería que su hijo o su hija se pareciesen a él. Tenía que romper la tensión sexual entre ambos y subir a las habitaciones, porque si no, se iba a sentir tentada de cometer una locura como la de arrojarse en sus brazos y rogarle que la deseara, que la amara, que aceptara al hijo que habían concebido juntos.
—Subiré arriba un momento y...
—¿Podemos hablar un segundo, Pau?
—Claro —dijo en voz baja.
Entonces le siguió hasta la cocina. Viéndole la espalda, sólo podía pensar en lo atractivo que era el hombre con quien se había casado. Pedro no estaba seguro de por dónde empezar, pero sabía que debían empezar por algún sitio.
—Estaba a punto de tomar un té. ¿Te apetece?
Se preguntó si ella se daría cuenta de que eran las mismas palabras que había pronunciado la primera vez que lo invitó a entrar en su casa. Él no las había olvidado. Y a juzgar por la sonrisa divertida que esbozaron los labios de Paula, supo que ella tampoco.
—Sí, me encantaría. Gracias.
Ambos bebieron en silencio.
—¿Y de qué querías que habláramos, Pedro?
—¿No quieres seguir casada conmigo?
Ella apartó la mirada de sus ojos y se puso a examinar la decoración de la taza.
—¿Qué te hace pensar así?
—¿Quieres que te haga un listado?
Ella volvió a mirarle de frente.
—Pensaba que no te darías cuenta.
—¿Se trata de eso, Pau, de que no te presto atención?
Paula negó rápidamente con la cabeza.
—No, no es eso —respondió ella mordiéndose nerviosa el labio inferior.
—¿Entonces qué es, cariño? ¿Qué es lo que necesitas que no te esté dando? ¿Qué puedo hacer para que seas feliz? Necesito saberlo porque que me abandones no es opción. Te quiero demasiado como para dejarte marchar.
La taza se detuvo a mitad de camino hacia los labios de Paula. Lo miró sorprendida.
—¿Qué es lo que has dicho?
—He dicho que te quiero demasiado como para dejarte marchar. Últimamente me has estado recordando el año que mencioné en mi proposición, pero no se trata de un esquema temporal fijo, Pau. Se me ocurrió como un periodo de adaptación para que no te asustases. Nunca tuve intención de poner fin a nuestra relación.
Pedro vió que una lágrima escapaba de los ojos de Paula.
—¿De verdad?
—No. Te quiero demasiado como para dejarte ir. Mira, lo he vuelto a decir y lo seguiré diciendo hasta que me escuches. Créelo. Acéptalo.
—No sabía que me amabas, Pedro. Yo también te amo. Creo que me enamoré de tí la primera vez que te ví en el baile de beneficencia.
—Es allí donde yo también creo que me enamoré de tí —dijo él, echando la silla hacia atrás para levantarse de la mesa—. Supe que algo pasaba porque cada vez que nos rozábamos mi alma se estremecía, mi corazón se derretía y te deseaba más y más.
—Creí que sólo se trataba de sexo.
—No. Creo que el sexo era tan bueno, tan excitante entre nosotros porque estaba impulsado por el amor más intenso que pueda existir. He querido decirte más de una vez que te quería, pero no estaba seguro de si estabas preparada para escucharlo. No quería que salieses corriendo.
—Cuando todo lo que necesitaba escuchar era que me amabas —dijo ella, poniéndose en pie—. Nunca pensé que nadie pudiese quererme y deseaba muchísimo que tú lo hicieses.
—Amor mío, te amo.
—Oh, Pepe.
Se echó sobre él y Pedro la rodeó con sus brazos para abrazarla con fuerza. Y cuando inclinó la cabeza para besarla, la boca de Paula estaba preparada, dispuesta y ansiosa. Se hizo evidente en la intensidad con que se unieron sus lenguas.
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