martes, 28 de noviembre de 2017

Irresistible: Capítulo 1

Pedro Alfonso había vuelto a la ciudad.Y ella iba a verlo en cualquier momento. Paula Chaves se  asomó  a  la  ventana  de  su  cuarto  de  estar  preguntándose  si  sería  puntual.  Él había sido  nombrado  presidente  de  la  asociación  de  rodeo  de  enseñanza  secundaria,  y  tenía  que  buscar  un  lugar  donde celebrar  los  campeonatos  del  estado.  Por  aquella  razón  su  futuro  estaba  en  manos  de  Pedro,  pues necesitaba que él escogiese su rancho, Círculo S, como sede de los campeonatos. Pero si la historia se repetía, iba a tener problemas. El  sonido  del  motor  de  un  coche  se  hizo  audible  por  encima  del  ruido  del  aire  acondicionado  de  la  casa,  y  abrió  una  rendija  de  la  ventana  para  echar  un  vistazo.  Un  último  modelo  de  ranchera  subía  por  el  camino  hacia  la  casa.  Él  había  llegado. Desde  que  descubrió  que  Pedro había  vuelto, había estado muy nerviosa, y no solo  por  el  impacto que él  podía  tener  sobre  su  vida  en  cuanto  a  la  posible  elección  del  rancho.  Una y otra  vez  se  había  repetido  a  sí  misma  que  él  ya  no  le  interesaba,  que ella ya era una mujer y no podía hacerle daño. Pero su corazón latía acelerado. Se apartó de la ventana y respiró hondo al tiempo que se alisaba los pantalones caqui. Después se ajustó el cinturón y comprobó  que  llevaba  la  blusa  bien  recogida.  No  había  querido  recibirlo  con  los  vaqueros  y  la  camisa  sucia  que  había  utilizado  para limpiar los establos aquella mañana; quería ofrecer su mejor aspecto. Llamaron a la puerta y Paula contó hasta diez. Estaba muy nerviosa.

—Allá vamos —se dijo a sí misma al tiempo que abría.

Casi se le para el corazón. Pedro tenía diez años más, pero su aspecto era mejor de lo que ella recordaba. Aún tenía ojos azules de chico malo, el mismo pelo castaño claro y la nariz ligeramente aguileña. En cuanto a sus facciones, la cara angular y la mandíbula cuadrada, parecían más duras. ¿Por qué lo encontraba tan increíblemente atractivo? Pero  inmediatamente fue consciente  de  que de pie, en la puerta de su casa, estaba  Pedro Alfonso, el mismo  hombre que había destrozado  su  corazón  cuando ella tenía catorce años. Aquella conmoción borró de golpe los diez años transcurridos y se apoderaron  de  ella  unos  sentimientos  tan  profundos  y  dolorosos  como  los  de  aquella  lejana  noche.  Aunque deseaba  no  hacerlo,  lo  recordaba  todo  con  demasiada  claridad. La humillación de su último encuentro volvió a hacer presa de ella, como tantas otras veces desde entonces. Las cosas que le dijo y el beso que le dió  todavía la hacían sonrojarse.  No era capaz de pensar con coherencia. Menos aún de decir nada, porque se le había formado un nudo en la garganta. Él la miró unos instantes antes de reconocerla.

—¿Paula?

—Hola, Pedro. Ha pasado mucho tiempo.

Desde  luego  no  la  había  reconocido  de  inmediato,  ya  que  la  última  vez  que  se  vieron ella  era una  niña delgaducha  y  él  le  había  dicho  que  besaba  como  una  chiquilla.  Ahora era  una  mujer  adulta  y  no  la  niña  que  lo  había  empujado  a  la  piscina. Aquel recuerdo ocupaba su mente desde que se había enterado de que él era el nuevo presidente de la asociación. ¿Le guardaría él algún rencor? O, peor aún, ¿Se acordaría de las cosas que le había dicho? El silencio se alargaba, y él se aclaró la garganta.

—¿Cómo estás?

—Bien. ¿Y tú? —preguntó ella.

—Muy bien.

—¿Acabas de llegar a la ciudad?

—Esta mañana llegué de El Paso —contestó él asintiendo—. Estás estupenda —añadió mirándola fijamente.

—¿Yo, la delgaducha? —preguntó ella incapaz de resistirse.

Esperaba que los nervios que le atenazaban el estómago no la traicionaran.

—Lo digo en serio. Has cambiado mucho —dijo él sonriendo de forma pícara.

Por  aquella  sonrisa  ella  supo  que  les  decía  ese  tipo de cosas a todas las chicas.  Aunque había intentado olvidarlo, a lo largo de los años no había podido evitar leer las  historias  que  la  prensa  sensacionalista  y  las  revistas  publicaban  sobre  sus  conquistas  amorosas.  Antes de desaparecer,  él  había  salido  con  mujeres con  las  que  ella nunca pudo competir. ¿Por qué iba a acordarse de que una vez fueron amigos?

—Has madurado —dijo él.

—Suele  ocurrir  cuando  pasan...  —dijo  ella  intentando  parecer  pensativa—.  ¿Cuántos años hace que nos vimos por última vez?

Paula no quería que él se diese cuenta de que recordaba claramente  la  última  vez que se vieron.

—No lo recuerdo  —dijo Pedro,  y  por un momento dejó  de sonreír  y  frunció  el  ceño—.  Yo diría que hace bastante tiempo,  porque hacía diez u once años que no venía a Destiny.

—¿Tanto? —dijo ella, intentando parecer lo más inocente posible.

—Más o menos —dijo él asintiendo.

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