martes, 21 de noviembre de 2017

Propuesta: Capítulo 39

—Creo  que  tienen  un  enorme  problema  de  comunicación.  Suele  ocurrir  y  se  puede enmendar fácilmente.

Luego  Leonardo pateó  el  suelo  de  madera  del  granero  como  si  estuviese  intentando decidirse sobre algo.

—No debería decirte esto porque es algo que oí decir ayer a Nadia y Mariana, y si Mariana se entera de que me dedico a escuchar conversaciones ajenas...

—¿Qué es?

—Quizá lo sepas ya y no nos has dicho nada.

—Maldita sea, Leo, ¿De qué demonios estás hablando?

Una sonrisa asomó a los labios de Leonardo.

—Las mujeres de la familia sospechan que Paula podría estar embarazada.


Paula salió  sonriente  del  hospital  infantil.  Le  gustaban  los  niños  y  cuando  pasaba  tiempo con  ellos se olvidaba  de sus problemas,  razón  por  la  que  iba a  visitarles  un  par  de días  a  la  semana.  Miró  su  reloj.  Aún  era  temprano  y  no  estaba  preparada para regresar a casa. A casa. No  podía  evitar  considerar  la  Casa  de  Pedro como  la  suya  propia.  Se  había  acostumbrado a vivir con él. Cruzaba  el  aparcamiento  hacia  su  coche  cuando  oyó  que  alguien  gritaba  su  nombre. Se giró y se encogió al ver que se trataba de la hija del tío Antonio, la madre de los gemelos. Inspirando con fuerza, esperó a que la mujer la alcanzase.

—Paula.  Sólo  quería  disculparme  por  lo  que  hicieron  Joaquín y  Felipe.  Sé  que  papá  sigue  enfadado  y  he  intentado  hacerle  entrar  en  razón,  pero  se  niega  a  hablar  del  tema.  Siempre  ha  mimado  a  los  chicos  y  yo  no  podía  hacer  nada  al  respecto,  sobre todo porque mi marido y yo estamos divorciados. Mi ex se marchó pero quería que mis hijos contasen con una figura paterna.

Valentina se quedó callada un instante.

—Espero que papá acabe por asumir su parte de responsabilidad. Aunque echo de menos a mis hijos, se estaban descontrolando demasiado. Me han asegurado que en  el  lugar  al  que  van  les  enseñarán  disciplina.  Sólo  quería  que  supieses  que  me  equivoqué  al  escuchar  todo  lo  que  papá  decía  de  ti.  Somos  parientes  y  espero  que  algún día seamos amigas.

—Me encantaría, Valentina. Te lo digo de verdad.

—Paula, ¿Seguro que estás bien? Deberías ir al médico para que te vea ese virus estomacal.

Paula miró a Nadia. De camino a casa se había pasado a visitarla.

—Sí, Nadia, estoy bien.

Había decidido no decir nada del  embarazo  hasta  después  de  encontrar  el  día  que pasó por su casa para dejarle a Pedro un paquete de parte de Diego. Sabía  por  los  fragmentos  de  las  historias  que  había  escuchado  de  las  mujeres que Nadia se casó embarazada. Pero dudaba que ésa fuese la razón del enlace.  Cualquier  persona cercana  a  la  pareja  por  aquel  tiempo  podía  afirmar  que  estaban muy enamorados.

—Nadia, ¿Puedo preguntarte una cosa?

 Nadia le sonrió.

—Claro.

—¿Cuando  te  quedaste  embarazada de  Diego tuviste miedo a contárselo por la forma en que podía reaccionar?

 —No  supe que estaba  embarazada  hasta que Diego y  yo  rompimos.  Pero tenía claro que se lo iba a decir porque él tenía derecho a saberlo. Lo único de lo que no estaba segura era de cuándo hacerlo. Incluso pensé adoptar la solución más fácil y esperar  hasta  mi  regreso  a  Florida  para  llamarlo  desde  allí.  Diego me  facilitó  la  tarea porque fue él el que me buscó. Nos dimos cuenta de que no había sido más que un  tremendo  malentendido  e  hicimos  las  paces.  Fue  entonces  cuando  le  dije  que  estaba embarazada y él se alegró muchísimo.

—Diego es un padre maravilloso.

—Nunca subestimes a los hombres Alfonso, Pau.

—¿Qué quieres decir?

—Que por lo que he descubierto hablando con las otras esposas, incluso con las de  Montana, Texas, Atlanta y Charlotte,  los  Alfonso son  hombres  fieles  y  entregados  a  las  mujeres  que  escogen  como  parejas.  Las  mujeres  a  las  que  aman.  Y  aunque pueden ser demasiado protectores a veces, no hay hombres más cariñosos y que te ofrezcan más apoyo que ellos. Lo único que no les gusta es que les ocultemos cosas  que  deberíamos  compartir  con  ellos.  Pedro es  especial,  y  creo  que  cuanto  más  tiempo pasen juntos, más te darás cuenta de lo especial que es.

Nadia extendió el brazo para tomar la mano de Paula.

—Espero que lo que te he dicho te haya servido de alguna ayuda.

Nadia le devolvió la sonrisa.

—Así  es  —Paula sabía  que  tenía  que  contarle  a  Pedro lo  del  bebé.  Y  tomara  la  decisión que tomase con respecto al futuro, tendría que aceptarlo.

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