jueves, 9 de noviembre de 2017

Propuesta: Capítulo 28

La luna de miel llegaría más tarde. Por lo pronto pasarían la noche en un hotel. Con  tantos  preparativos para  el día siguiente,  Paula consiguió  dejar  el  fuego  en  segundo  plano.  De  hecho,  estaba  deseando  que  llegase  el  día  de  su  boda.  También  desechó de su mente la razón principal por la que ambos iban a casarse. Federico y Pamela  la invitaron a pasar la noche en su casa y ella aceptó la invitación.

—Acompáñame a la camioneta —le susurró Pedro, tomándola de la mano.

—De acuerdo.

Cuando  llegaron  al  lugar  donde  él  había  estacionado,  Pedro la  apretó  contra  su  pecho, se inclinó y la besó apasionadamente.

—Ya sabes que puedes pasar la noche en mi casa.

—Sí, lo sé, pero estaré bien con Federico y Pamela. Antes de que te des cuenta, habré vuelto aquí mañana —se detuvo y alzó la vista hacia él, buscando sus ojos—. ¿Crees que estamos haciendo lo correcto, Pepe?

Él sonrió, asintiendo.

—Sí,  estoy  seguro.  Después  de  la  ceremonia  llamaremos  a  tus  padres  y  le  pasaremos  al  abogado  toda  la  documentación  necesaria  para  recuperar  tu  fondo  fiduciario. Y estoy seguro de que la persona que ha estado amenazándote no tardará en enterarse de que Paula Chaves Alfonso ha venido para quedarse.

 Paula Chaves Alfonso. Le gustaba cómo sonaba, pero en el fondo sabía que  no  podía  encariñarse  con  ese  nombre.  Lo  miró  a  los  ojos  y  deseó  que  jamás  se  despertara  una  mañana  pensando  que  había  cometido  un  error  y  que  no  le  había  valido la pena aceptar la proposición.

—Todo  será  para  bien,  Pau.  Ya  verás  —y  entonces  volvió  a  abrazarla  y  a  besarla.

—Los declaro marido y mujer. Pedro, puedes besar a la novia.

 Pedro no  tardó  ni  un  segundo  en  atraer  a  Paula hacia  él  y  devorar  su  boca.  Cuando  finalmente  la  liberó,  comenzaron  a  oírse  los  vítores,  la  miró  y  supo  en  ese  instante  lo  mucho  que  la  amaba.  Le  demostraría  su  amor  el  resto  de  su  vida.  Sabía  que ella asumía que pasado un año cualquiera de ellos podía pedir el divorcio, pero no estaba dispuesto a permitirlo. Jamás. No habría divorcio.

—Eh,  Pedro y  Paula.  ¿Están  preparados  para  ir  a  cenar?  —preguntó  Federico,  sonriendo.

Pedro le devolvió la sonrisa.

—Sí, lo estamos —asió a Paula de la mano, percatándose de las sensaciones que le producía tocarla y supo que, personalmente, estaba preparado para algo más.

Paula miró  fugazmente  a  Pedro mientras  entraban  en  el  ascensor  camino  de  la  habitación  del  hotel,  la  suite  nupcial,  cortesía  de  toda  la  familia  Alfonso al  completo.  Supo  que  no  sólo  se  había  convertido  en  su  esposa,  sino  que  había  heredado  además  a  su  familia.  Dado  que  nunca  había  disfrutado  de  una  familia  numerosa, se sentía inmensamente feliz. La  cena  con  todos  había  sido  maravillosa  y  los  hermanos  y  primos  de  Jason  brindaron  por  lo  que  todos  consideraban  sería  un  largo  matrimonio.  El  rostro  de  Jason  no  reflejó  en  absoluto  que  se  equivocaban  o  que  aquello  no  era  más  que  un  deseo por parte de su familia. Y en ese momento se encontraban en el ascensor camino de la planta donde se encontraba  su  habitación.  Pasarían  la  noche  bajo  el  mismo  techo,  compartiendo  la  misma cama. No habían hablado del tema, pero ella sabía que entre ambos había un entendimiento tácito. Pedro se había tornado silencioso y ella se preguntó si se habría arrepentido de la  proposición.  La  idea  le  provocó  un  pánico  terrible  y  le  destrozó  el  corazón  al  mismo  tiempo.  Entonces,  inesperadamente,  sintió  que  le  tocaba  el  brazo  y,  cuando se giró, le sonrió y la apretó contra su costado, como si no quisiera apartarse de  ella  en  ningún  momento.  Fue  como  si  le  estuviese  dando  a  entender  que  nunca  más volvería a estar sola. Paula sabía  que  seguramente  lo  estaba  racionalizando  todo  según  el  modo  en  que  le  gustaría  que  fuese,  la  forma  en  que  quería  que  estuviesen  los  dos,  pero  no  necesariamente como era en realidad. Pero si tenía que fantasear, lo haría. Y si tenía que fingir que su matrimonio era real durante el año siguiente, también lo haría. Sin embargo, una parte de ella nunca perdería de vista las razones por las que estaba allí. Una parte de ella estaría siempre preparada para lo inevitable.

—Has sido una novia preciosa, Pau.

—Tú también estás muy guapo —dijo ella en voz baja.

Y pensó que se había quedado corta. Ya lo había visto en traje la noche del baile  de beneficencia y se había quedado sin aliento tanto entonces como en la boda. Alto, moreno  y  apuesto,  era  la  personificación  de  las  fantasías  y  sueños  de  toda  mujer.  Y  durante todo un año, lo tendría en exclusiva para ella. El ascensor se detuvo y él le apretó la mano mientras salían. Cuando las puertas se  cerraron  detrás  de  ellos  y  comenzaron  a  caminar  hacia  la  habitación  4501,  ella  contuvo la respiración. Sabía que una vez cruzaran aquellas puertas no habría vuelta atrás. Cuando  llegaron  a  la  puerta,  Pedro le  soltó  la  mano  para  sacar  la   llave  de  la  chaqueta.  Una  vez  abierta,  le  tendió  la  mano  y  ella  la  tomó  y  percibió  las  sensaciones  que  fluían  entre  ambos.  Entonces  soltó  un  grito  ahogado  al  ver  que  de  pronto él la tomaba en brazos y atravesaba con ella el umbral de la suite nupcial. Pedro cerró la  puerta  con  el  pie  y  luego  la dejó en  el  suelo.  Después  se  quedó allí mirándola, permitiendo que sus ojos la recorrieran. Lo que le había dicho era verdad. Era una novia preciosa. Y era suya. Absoluta y fehacientemente suya.

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