martes, 28 de noviembre de 2017

Irresistible: Capítulo 2

Paula pensó que estaba muy atractivo. De hecho, tenía mejor aspecto que hace diez  años.  No  solo  no  tenía  entradas,  sino  que  no  tenía  ni  una  sola  cana.  Llevaba  el  pelo muy corto, y sabía que si estuviese un poco más largo se le rizaría. Un hombre de su edad debería tener un poco más de tripa, pues ya estaba cerca de los treinta. Pero al echar un vistazo a su camisa blanca bien recogida dentro de los vaqueros, se dio cuenta de que su abdomen estaba firme y liso. Llevaba  las  mangas de la camisa dobladas  justo  por debajo   del codo, precisamente por donde a ella le parecía que deberían llevarlas los hombres. Y aquel era un aspecto que le gustaba. Pero tenía que recuperar el control de sí misma. Ya no era una niña de catorce años enamorada, y él ya no le interesaba. Si hablaban sobre su embarazosa confesión y el impulsivo beso, lo atribuirían a las hormonas de la adolescencia y se olvidarían de ello.

—¿Entonces,  no  recuerdas  la  última  vez  que  nos  vimos?   —insistió ella,   intentando averiguar qué recordaba.

—¿Debería? —preguntó él pensativamente.

—Supongo que no.

Realmente no lo  recordaba.  Era  una  buena  noticia,  pero  entonces,  ¿Por  qué  le  enfurecía que el  instante más  humillante de  su  vida no fuese lo suficientemente  importante para él como para recordarlo?

Pedro negó con la cabeza.

—Lo único que puedo decir es que has cambiado mucho.

—Lo tomaré como un cumplido —dijo ella.

—Casi no te reconocí. Tienes el pelo distinto.

Él  recordaba su pelo largo  y  liso  de  color  castaño  oscuro.  Pero,  tras  dos  años  estudiando  en  Texas,  su  compañera  de  habitación  la  había  ayudado  a  elegir  un  atractivo corte de pelo  y le había enseñado  que  el  carmín  sirve  para  algo  más  que  para escribir en los espejos. A partir de ahí, Paula empezó a recobrar la confianza en sí misma que había perdido en  unos  instantes  con  Pedro,  y  su  vida  social  mejoró.  Y  así hasta hacía un año, cuando su prometido la dejó por la mujer que anteriormente lo  había  dejado  a él.  Aquello  le  recordó  lo  verdaderamente  frágil  que  era  aquella  recuperada confianza en sí misma. Pedro la observaba detenidamente. ¿Era un brillo de admiración lo que había en sus ojos? Paula sintió una oleada de felicidad, y se maldijo a sí misma por reaccionar de  aquella  manera  a  las  sutiles  pero  agradables  palabras  de  Pedro.  Si, como había  creído,  estaba  preparada  para enfrentarse  a  él,  ¿Por  qué  la  afectaba  aún  de  aquella  manera? Solo había pasado dos minutos con Pedro Alfonso, el que fuera el vaquero más  solicitado  de  Texas,  y  el  calor  que  desprendía  amenazaba  con  derretirle  los  huesos. Paula se dió cuenta de que aún estaban en el porche.

—No era mi intención tenerte aquí afuera. Pasa, por favor.

Las botas de él resonaron en el suelo de madera cuando entró.

—Gracias —dijo.

Una sola  palabra  pronunciada  por  él,  con  su  voz  profunda,  era  suficiente  para  hacerla estremecer. Paula cerró  la  puerta.  Era  mayo  y  aún  no  hacía  mucho  calor,  pero  había  regulado  el  termostato  para  que  en  el  interior  de  la  casa  se  estuviese  a  gusto.  No  quería darle ninguna excusa para que rechazase su rancho. Pedro se quedó en la entrada con el abrigo entre las manos. Miró a su alrededor y  frunció  el  ceño.  ¿Qué  estaría  pensando?  se  preguntó  ella  mirando  también  a  su  alrededor. A la derecha estaba el cuarto de estar con la chimenea de piedra, y delante había  dos  butacas  con  una  mesita  de  café,  de  madera  de  roble,  en  medio.  A  su  izquierda, el salón, que también tenía chimenea, pero de ladrillo, con un sillón nuevo reclinable  delante  de  la  televisión.  El  suelo  era  de  madera  oscura  en  todas  las  habitaciones del primer piso. La  casa  se  había  construido  en  los  años  treinta,  y  las  tierras  sobre  la  que  se  asentaba habían pertenecido a la familia de Taylor durante generaciones. El  dinero  que  ella  había  invertido  en  el  mobiliario  nuevo  era  parte  de  su  plan  para que la casa siguiese perteneciendo a la familia.

—¿Qué tal está Cami? —preguntó él.

 Debería haber  imaginado  que  él  se  acordaría  de  su  hermana.  Sintió  una  punzada de dolor en el corazón.

—Camila está bien, gracias. Está trabajando en Dallas —añadió.

Por si  acaso  era  ella  la  razón  de  que  hubiese  vuelto,  sería  mejor  que  Pedro supiese que no la iba a ver; al menos no en Destiny.

—¿Es abogada? —preguntó él.

—Está especializada en derecho de familia.

Paula intentó  que  no  la  molestase  el  hecho  de  que  él  recordara  que  Camila siempre había querido ser abogada; sin duda alguna, se habían contado el uno al otro sus sueños y esperanzas. A  ella  apenas  la  había  reconocido,  y  sin  embargo  recordaba  que  Camila quería ser abogada a pesar de que le había roto el corazón marchándose con otro.   ¿Seguiría sin querer ver o hablar con nadie que se apellidase Chaves?

—¿Qué  has estado  haciendo estos  últimos  años?   —preguntó Paula para romper el silencio.

Pedro fijó su mirada en ella.

—Al principio me dediqué a los rodeos.

—Me enteré de que renunciaste a tu beca.

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