martes, 14 de noviembre de 2017

Propuesta: Capítulo 29

Bajó la cabeza y la besó, enredando su lengua con la de ella y reencontrándose con  su  sabor,  un  sabor  que  no  había  olvidado  y  había  ansiado  desesperadamente  desde la última vez. La besó con pasión, sin dejar intacta ninguna parte de su boca. Y ella le devolvió el beso con la misma intensidad de deseo, dejándolo asombrado por lo que le estaba haciendo sentir. Él  la  abrazó  aún  más  fuerte,  acoplando  su  boca  y  su  cuerpo  a  los  de  ella,  asegurándose de que Paula notaba el montículo caliente de su erección. Palpitaba de forma  terrible,  en  un  deseo  incontenible  por  poseerla.  La  había  deseado  durante  mucho tiempo... desde que la vio por primera vez en la noche del baile, y sus ansias no  habían  disminuido  desde  entonces.  En  todo  caso,  habían  aumentado  hasta  tal  punto  que  Pedro sentía  incluso  el  vientre  tenso  de  deseo.  Tomándola  de  las  manos,  empezó a levantarle lentamente el vestido.

—Rodéame  con  las  piernas,  Pau—susurró,  y  la  ayudó  levantándole  las  caderas  para  que  ella  colocara  las  piernas  alrededor  de  su  cuerpo  y  él  pudiese  llevarla  en  brazos  hasta  el  dormitorio. 

Desde  la  suite  se  dominaba  el  centro  de  Denver,  pero  aquello  era  lo  último  que  Pedro tenía  en  mente  en  ese  momento.  Sólo  pensaba en hacerle el amor a su esposa. Su esposa. Volvió  a  besarla,  con  mayor  intensidad,  disfrutando  del  modo  en  que  sus  lenguas  se  acariciaban  una  y  otra  vez.  La  colocó  sobre  la  cama  y  empezó  a  desabrocharle el  vestido  y  a  deslizarlo  por  su  cuerpo.  Entonces,  dió  un  paso  atrás  y  pensó que estaba soñando. Ninguna fantasía podía superar a aquella visión. Ella  llevaba  un  sujetador  blanco  de  encaje  y  unas  braguitas  a  juego.  En  cualquier  otra  mujer,  este  color  transmitiría  una  inocencia  extrema,  pero  en  Paula representaba el culmen del deseo sexual. Necesitaba desnudarla por completo y lo hizo pensando en todo lo que deseaba hacerle.  Al  verla  desnuda  y  de  rodillas  en  mitad  de  la  cama,  comprendió  por  su  expresión que era la primera vez que un hombre contemplaba su cuerpo y la idea le hizo  estremecerse  mientras  la  recorría  con  la  mirada.  Una  sacudida  de  orgullo  atravesó su cuerpo. No podía dejar de contemplarla. La erección de Jason se volvió aún más pronunciada al mirar el pecho de bella, una parte de su cuerpo que todavía no había explorado. La lengua le ardía al pensar en cómo la envolvería alrededor de sus pezones. Incapaz de seguir aguantando la tentación, se acercó a la cama y, apoyando en ella la rodilla, se inclinó para atraparle un pezón con la boca. Agarró con la lengua la protuberancia  y  empezó  a  realizar  todo  tipo  de  juegos.  Juegos  que  ella  parecía  disfrutar, a juzgar por la forma en que introducía cada vez más sus pechos en la boca de Pedro. La  oía  gemir   mientras  atormentaba  sus   pezones   con   rápidos   mordiscos   seguidos de succiones. Cuando se agachó para que sus manos comprobaran si  Paula estaba  preparada,  vio  que  sin  duda  lo  estaba.  Apartándose,  salió  de  la  cama  para  quitarse la ropa mientras ella lo observaba.

—No estoy tomando anticonceptivos, Pepe.

—¿No?

—No.

 Y pensando que le debía mayores explicaciones, le dijo:

—No he tenido relaciones con nadie.

—¿Desde cuándo?

—Nunca.

Él  no se  sorprendió  en  parte.  De  hecho lo había  sospechado.  Sabía  que  nadie  había practicado el sexo oral con ella, pero no estaba seguro de hasta qué punto no había tenido ninguna otra experiencia.

—¿Por alguna razón?

Ella le miró a los ojos y sostuvo la mirada.

—Te estaba esperando.

Pedro inspiró  de  forma  agitada.  Se  preguntó  si  Paula sabía  lo  que  acababa  de  insinuar y se imaginó que no. Puede que no hubiese insinuado nada y no fuesen más que  imaginaciones  suyas.  La  quería  y lo  daría todo por que ella  también  lo  amase.  Pero hasta que ella no lo verbalizase, no asumiría nada en absoluto.

—Pues  tu  espera  ha  terminado,  mi  amor  —le  dijo,  deslizando  un  preservativo  por el grueso de su erección mientras ella lo observaba.

Por la fascinación que había en su cara, él dedujo que lo que estaba viendo era algo que veía por primera vez. Una vez hubo acabado, volvió a la cama junto a ella.

—Tienes un cuerpo precioso, Pepe—dijo ella en voz baja.

Y como si necesitase probar  sus  habilidades  para  excitarlo, se inclinó  y  le  lamió  un  pezón  erecto  del  mismo modo que él había hecho con ella.

—Aprendes rápido —dijo él con voz ronca.

—¿Y eso es bueno o malo?

Él le sonrió.

—Para nosotros siempre será bueno.

Dado que  iba  a ser  la  primera  vez  de  Paula,  quería  que  ella  estuviese  bien  preparada y conocía una forma de hacerlo. La tumbó sobre el lecho y decidió lamerla hasta  llevarla  al  orgasmo.  Empezando por la boca,  bajó lentamente  a  la  barbilla  y descendió  por  el  cuello  hasta  los  pechos.  Cuando  pasó  del  estómago  al  vientre  liso  vió  que  ella  se  estaba  estremeciendo  bajo  su  boca,  pero  no  le  importó.  Era  una  reveladora señal de lo que Paula estaba sintiendo.

—Abre  las  piernas,  amor  —susurró. 

En  cuanto  lo  hizo,  Pedro hundió  allí  la  cabeza para deslizar la lengua entre los pliegues de su sexo. Recordaba cómo lo había hecho la última vez y sabía qué zonas concretas podían hacerle gemir de placer. Esa noche quería hacerlo mejor. Quería hacerle gritar.

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