martes, 7 de noviembre de 2017

Propuesta: Capítulo 22

Paula fulminó a Pedro con la mirada. Era una mirada propia de una dama, pero fulminante  al  fin  y  al  cabo.  Abrió la boca  para decir  algo y luego  recordó  que  allí  había  más  personas y  la cerró  de  inmediato.  Dedicó  una  amable  sonrisa  a  Pablo y  a  Leonardo.

—Si  son  tan  amables,  me  gustaría  quedarme  a  solas  con  Pedro unos  minutos  para discutir un asunto privado.

Ellos le  devolvieron  la  sonrisa,  asintieron  y  le  dedicaron  a  Pedro otra  del  tipo  «ya la has liado» antes de salir de la cocina. Fue entonces cuando ella volvió a centrar su atención en Jason.

—Venga, Pedro, no seamos ridículos. No vas a dormir en el granero para que yo pueda pasar la noche en tu casa. Me voy a quedar aquí.

Paula notó que a él no le gustaba que no obedeciese su orden, porque su enfado con ella fue en aumento.

—¿Has olvidado que alguien ha lanzado una piedra a tu ventana con una nota en que se te pide que abandones la ciudad?

Ella se mordisqueó el labio inferior.

—No, no he olvidado ni la piedra ni la nota, pero no puedo dejarles creer que han  ganado  la partida huyendo  de  aquí.  Admito que  al  principio  estaba  un  poco  asustada, pero ya estoy bien. Y no olvides que Juan  duerme en el barracón, así que técnicamente no voy a estar sola. Agradezco tu preocupación, pero estaré bien.

Pedro la miró durante un rato sin decir nada.

—Vale. Tú te quedas aquí y yo dormiré en tu granero —dijo finalmente.

Ella se cruzó de brazos y negó con la cabeza.

—No vas a dormir en el granero de nadie. Vas a dormir en tu cama y yo tengo intención de dormir en la mía.

—Vale —cortó él, como si aceptase sus sugerencias cuando en realidad no tenía ninguna intención de hacerlo. Pero si ella quería creerlo así, la dejaría hacerlo.

—Tengo que llevarte con Pamela para que ella y los demás vean que estás bien.

Paula sonrió.

—¿Estaban preocupados por mí?

Parecía sorprendida.

—Sí, todos estaban preocupados.

—En ese caso, deja que recoja mi bolso.

—Te  espero  fuera  —le  dijo  mientras  Paula salía  corriendo. 

Sacudió  la  cabeza,  abandonó  lentamente  la  cocina  y  atravesó  el  comedor  hasta  llegar  al  salón.  Allí,  Juan y  otros  dos  hombres  estaban  arreglando  la  ventana.  Habían  recogido  los  cristales rotos, pero había una rayadura en el suelo de madera justo donde la piedra había aterrizado al entrar en la casa. Inspiró  con  fuerza  al  imaginar  aquella  piedra  impactando  en  Paula.  Si llega  a pasarle algo, él... En  ese  momento  no  estaba  seguro  de  lo que  hubiera hecho.  La  idea  de que le ocurriera  algo  le  aterrorizaba  de  una  manera  totalmente  nueva  para  él.  ¿Por  qué?  ¿Por  qué  sus  sentimientos  hacia  ella  eran tan  intensos?  ¿Por  qué  se  mostraba  tan  posesivo cuando se trataba de ella? Hizo  caso  omiso  a  las  respuestas  que  se  le  pasaban  por  la  cabeza,  reacio  a  reflexionar sobre ellas. Salió de la casa por la puerta principal y allí le esperaban Pablo y Leonardo.

—¿No irás a permitir que se quede aquí sin protección? —preguntó Leonardo, examinando su rostro.

 Pedro negó con la cabeza.

—No.

—¿Y  por  qué  no  pueden estar  bajo  un  mismo  techo?  —preguntó  Pablo con  curiosidad.

—No es asunto tuyo.

Pablo rió entre dientes.

—Si no me respondes daré ciertas cosas por hecho.

La afirmación no afectó a Pedro.

—Piensa  lo  que  quieras  —entonces  miró  su  reloj—.  Odio  hacerles  esto,  pero  pasaré fuera el resto del día. Tengo que cuidar de Paula hasta que Eduardo averigüe quién arrojó esa piedra a la ventana.

—¿Crees  que  Antonio Chaves tiene  algo  que  ver  en  este  asunto?  —preguntó  Leonardo.

—No  estoy  seguro,  pero  espero  por  su  bien que sea que  no  —dijo  Pedro  controlando su ira.

Se  detuvo  en  cuanto  Paula apareció  en  el  porche.  No  sólo  había  recogido  el  bolso,  sino  que  además  se  había  cambiado  de  vestido.  Al  ver  que  la  miraba  con  curiosidad, ella dijo:

—El vestido que llevaba no era apropiado para ir de visita.

Él  asintió y decidió  que  no  le  diría  que  estaba  tan  guapa  con  éste  como  con  aquél.  Sabía  llevar  con  estilo  y  elegancia  todo  lo  que  se  pusiera.  Avanzó  hasta  la  mitad del porche y la tomó de la mano.

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