martes, 22 de octubre de 2024

La Princesa: Capítulo 22

Pedro se inclinó sobre la oreja del caballo y le susurró algo. El caballo le apartó.


—Bruce dice que no tanto como le gustaría.


Paula no pudo evitarlo… Se echó a reír. No se hubiera imaginado que Pedro tuviera un lado tan juguetón.


—Bueno, ¿A qué se debe este cambio de humor? No has estado… No parecías muy contento con mi visita, por decirlo suavemente. Ni de que te aconsejara sobre Pretty —comentó Paula mientras caminaban.


Pedro se plantó delante de ella y le entregó las riendas del caballo.


—He estado muy desagradable. Lo siento. Normalmente no soy tan gruñón. Ni tan cerrado de mente —afirmó. El caso es que parecía que estaba siendo sincero. La miró con seriedad.


—Pellízcame, ¿Me ha parecido oír una disculpa?


—Debe de haber sido el viento.


Bruce se estaba empezando a impacientar y empujó el hombro de Paula con el morro. Ella perdió el equilibrio y Pedro la sostuvo por los codos.


—Pau, yo… —se aclaró la garganta—. Yo lo siento todo mucho. Lo de tu madre, haber sido tan brusco contigo y haberte prejuzgado. Normalmente no soy tan difícil.


Los ojos de Paula se posaron en sus labios. Eran carnosos y perfectos. Aquello era una locura. Tenía que hacer algo para soltarse de aquellos brazos antes de que cometiera una tontería.


—¿Ah, no? —logró decir con algo de malicia para que él la soltara, pero no lo hizo. Los dos estaban alargando aquella situación, los dos…


Paula se mordió el labio mientras clavaba sus ojos en los de él. Los dos estaban esperando. Esperando a que uno de ellos diera el primer paso. Sabía que ella no podía ser. Se relajó y dió un paso atrás para que él la dejara marchar. Quizás prefiriera al Pedro insoportable, mantener las distancias con él era mucho más sencillo. Porque aquel Pedro, el cariñoso y humano, era un hombre al que le daban ganas de conocer. Y eso implicaba revelarle cosas de su vida que no quería que supiera.


—No, no suelo ser así —contestó con voz ronca antes de soltarla. Aquel tono tan íntimo hizo que Paula deseara volver a estar entre sus brazos.


—¿Entonces por qué has estado así? ¿Por qué me has juzgado tan duramente? 


Pedro se giró hacia el caballo.


—Súbete. No eres tan alta y tengo que ajustar los estribos.


Paula era consciente de que, si le presionaba, no obtendría respuestas, así que se subió al caballo. Desde arriba observó cómo los dedos hábiles de él acortaban las correas.


—¿Por qué estabas tan enfadado conmigo? —preguntó con suavidad, necesitaba saber el motivo. Acababa de descubrir que podía ser amable y divertido. Quería creer que ése era el verdadero Pedro y no una excepción.


—Ahora mismo tengo mucha presión. Y… no me gusta que la gente husmee en mi vida.


—¿Por qué no? Pensaba que todos los vaqueros eran tipos sencillos —añadió Paula. Se moría de ganas de ver la expresión de su rostro, pero el sombrero se lo impedía.


—Yo no soy tan complicado. Lo que no quiere decir que la vida no me haya traído complicaciones. Que por otro lado no pretendo divulgar. Todavía tengo que lidiar con ellas —afirmó, y la miró a los ojos—. ¿O acaso tú no tienes secretos, Pau? —preguntó posando la mano en labota de ella.


Paula tenía tantas ganas de hacerle mil preguntas, pero no tenía ningún derecho. Él ya no la estaba molestando. No estaba flirteando. Aquello era más profundo. Sintió la tentación de acariciar aquel rostro, aunque solo fuera una vez. Acariciar la marca que le dejaba el ceño fruncido, signo inequívoco de preocupación. ¿A qué se estaría enfrentando que le causaba tanto sufrimiento? ¿Tendría que ver con cuando se había hecho cargo del rancho? ¿Con que la firma de su padre hubiera dejado de aparecer en los archivos oficiales? Se contuvo. Pedro tenía derecho a tener sus secretos igual que ella. Y además no formaba parte del plan intimar con él. A pesar de los deseos de acariciarlo. Quizás tuviera que saberlo, pero no de aquella forma.


—Entonces, estamos de acuerdo en algo, Pedro. Yo no estoy aquí para hurgar en tu pasado. Estoy aquí solo para forjar una alianza, si tú lo deseas. Entre Prairie Rose y Navarro. La operación que realicemos beneficiará a ambos, ¿No te parece? Cuando revisé tus archivos quería ponerme al día, eso es todo. No lo hice con ninguna otra intención.


—Vale —contestó él dejando de tocarla.

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