martes, 15 de octubre de 2024

La Princesa: Capítulo 16

 —Lo sé —repuso tomando la mano de Paula—. Lo importante es que él quiere que este trato funcione. Lo necesita para que tengamos un nombre y la alianza con ustedes, nos lo daría.


—¿Entonces por qué no deja de enfrentarse a mí? Me ha bastado estar aquí veinticuatro horas para saber que, si yo digo negro, él dirá blanco.


—Porque lo único que le importa más que la alianza con el rey Miguel es proteger lo que ama —aclaró tras recoger las dos tazas vacías—. Si intuye que puedes ser una amenaza en cualquier sentido para Prairie Rose, entonces no tendrá problema en elegir. Lo ha dado todo por este rancho —la mirada de la mujer se fijó en la ventana y le tembló levemente el labio—. Quizás demasiado —se aclaró la garganta y miró a Paula—. Ya es hora de que vayas al despacho. Está al final del pasillo. Pedro lo tendrá todo listo, a pesar de su comportamiento de esta mañana.


Paula accedió aunque en aquel momento tenía más preguntas que respuestas. ¿Qué habría sacrificado Pedro por el rancho? ¿Qué amenazas habría sufrido? ¿Qué era lo que le hacía construir un muro a su alrededor cada vez que ella se acercaba? Miró la puerta cerrada del despacho. Quizás obtuviera más información revisando el archivo aquella mañana de la que le habían dado Pedro o el ama de llaves. Se frotó los ojos. Los tenía irritados por el calor. Llevaba todo el día revisando papeles y estaba impresionada. La mejora del rancho aquellos años era innegable. Pedro había tomado las decisiones correctas en la mayor parte de los casos. Había apostado por mantener líneas de sangre puras. Era una forma tradicional de hacer las cosas y a él le estaba funcionando. Cerró la última carpeta y consultó el reloj. Eran casi las seis. El tiempo se le había pasado volando. Miró a su alrededor y contempló el lío de notas que había montado. Tenía que dejar el despacho tan organizado como lo había encontrado. Mientras estaba ordenando se dio cuenta de que se le había pasado una carpeta que estaba dentro de otra. La abrió y la repasó rápidamente. Aquel historial era  más antiguo que el resto. Todo lo que había revisado era de los seis años anteriores, pero el último era de ocho años atrás y la firma no era la de Pedro, sino la de Horacio Alfonso.  Después había unas hojas con la firma de Pedro, pero la fecha de los documentos era de nuevo de seis años atrás. Había un salto de un año, casi un año de historiales perdidos. Paula sabía que era imposible que Pedro no hubiera realizado ninguna transacción en aquel periodo. Era como si… Se mordió el labio superior. Era como si el rancho hubiera dejado de existir durante todo un año. Se preguntó qué le dirían los archivos del banco, aunque sabía que no tenía acceso a ellos y que Pedro no se lo facilitaría. Oyó una puerta y cerró la carpeta. La puso debajo de las demás. Estaba poniendo un clip en sus notas cuando él entró en el despacho.


—¿Has encontrado lo que estabas buscando?


—Sí, y mucho más —contestó. Pedro la miró con suspicacia y ella no pudo evitar una carcajada—. Lo único que no he encontrado en tus archivos es el número de pie que usas —bromeó. Quería que él se riera, que la situación fuera más ligera. Sin embargo él mantenía su mirada indescifrable y a Paula se le borró la sonrisa de la cara—. No voy a poder contigo, ¿Verdad? —preguntó aunque sonó más a afirmación. 


Recogió sus papeles y se dispuso a salir por la puerta. Pasó muy cerca de Pedro y sintió una atracción tan fuerte como la que había sentido la noche anterior en el establo. Ninguna mujer se podría resistir a un hombre tan sexy.


—¿Algún problema, princesa?


—No —logró decir antes de que sus mejillas comenzaran a arder.


—La cena estará lista en cinco minutos —gritó Pedro cuando ella estaba subiendo ya las escaleras de dos en dos. En cuanto cerró la puerta de su habitación se apoyó sobre ella.


Primero la noche anterior en el establo. Y en aquel momento en el despacho. Ése no era en absoluto el plan. Sentía curiosidad por Pedro Alfonso. Pero no solo en lo referente a Prairie Rose y a Navarro sino, más bien, el tipo de curiosidad que un hombre podía despertar en una mujer. Deseo. Y Paula no tenía ni idea de cómo encararlo sin dejar de hacer su trabajo adecuadamente. 

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