jueves, 17 de octubre de 2024

La Princesa: Capítulo 19

 —Bueno, señorita Chaves, a menos que nos lo diga el señor Alfonso…


—¿Sabe una cosa? ¿Quiere saltarse una visita de la veterinaria y ser el responsable de que una yegua se quede mal? ¿Una yegua ganadora? A mí no me gustaría que recayera el enfado del señor Alfonso sobre mí cuando se enterara de que ha quedado lisiada para siempre por haber sido un vago y haber elegido un atajo en vez del camino correcto — declaró. 


Se metió las manos en los bolsillos.


El hombre la miró fijamente. Paula sabía que tenía razón y que el hecho de haber nombrado a Pedro había hecho dudar a los hombres.


—Creo que puedo hacer lo que me pide. Aunque se va a dar cuenta de que la yegua está bien —contestó el hombre y miró a su compañero— . Dale más cuerda y haz que se mueva.


Paula observó con detalle a la yegua. Al verla regresar notó algo, pero quiso asegurarse.


—Dele un par de vueltas más, por favor —pidió. Al verla por detrás no tuvo duda—. Esta yegua está todavía herida.


—Yo no he visto nada.


—Entonces está ciego. Observe cómo levanta la cabeza. No es mucho, pero ahí está —dijo antes de acercarse a la yegua y acariciarle el morro—. Hola, chica, ¿Cómo estás?


—El señor Alfonso no quiere que haya extraños dentro de sus establos —dijo Antonio acercándose a ella.


—¿Y qué piensa sobre la incompetencia? —replicó fríamente—. Sujétela un momento.


Paula se agachó para inspeccionar las patas de la yegua.


—¿Qué está pasando aquí? —la voz de Pedro sobresaltó a Paula quien se puso en pie, pero enseguida se agachó y continuó con lo que estaba haciendo—. Antonio, ¿Qué pasa? —insistió en un tono duro.


Paula hizo acopio de fuerzas porque supo que las iba a necesitar.


—Esta señora ha entrado aquí y ha empezado a dar órdenes. Ya la he advertido que no te gustaría.


Paula se puso en pie y se limpió las manos en los vaqueros.


—Hola, Pedro —dijo ella tratando de sonar casual sin conseguirlo.


—Pensaba que estabas en el despacho revisando papeles.


—Sí, pero ya he acabado. He salido a dar un paseo y he acabado aquí. Un buen sitio. 


—¿Ah, sí? —preguntó furioso. 


Paula se echó a temblar.


—Sí. Tus hombres iban a despachar ya a Pretty Piece. Y eso hubiera sido un gran error.


—Porque tú lo digas —soltó él.


—¡Tú dirías lo mismo si me escucharas dos minutos! —gritó Paula.


Antonio y su compañero se echaron atrás despacio. Pedro la miró con condescendencia.


—Mira, Antonio y Javier llevan años en Prairie Rose. Confío en sus decisiones.


—¿Entonces ni siquiera vas a escuchar lo que quiero decirte? ¡Eres un arrogante! ¿Vas a poner en peligro a una yegua herida solo por orgullo? ¿Eres incapaz de aceptar el consejo de una mocosa como yo?


—¿Mocosa? —repitió él.


—Cállate —soltó ella controlándose para no decir una ristra de palabrotas. Había perdido el control, pero tenía que contarle lo que sucedía—. ¿Por qué piensas que no sé lo que estoy haciendo? ¿Porque soy joven? ¿Porque soy mujer? En cuanto me viste aparecer aquí me pusiste una etiqueta y me has encasillado. Me has juzgado y te has convencido de que no tengo nada valioso que aportar. Me habrías dicho que me largara si no tuviera que ver con el rey Miguel. ¿Y sabes en qué te convierte eso? —preguntó con la mirada encendida. Pedro estaba boquiabierto—. En un buen chico de los de antes. En un machista. He visto miles en este negocio. Pero eso nunca me ha detenido y no me va a detener ahora. Soy buena en lo mío. ¡Soy muy buena! ¡Me he ganado estar donde estoy y lo sé aunque nadie me lo reconozca!


Después de soltar todo aquello se sintió mucho mejor. Durante meses había estado preocupada por comportarse como la hija de Alejandra, la princesa Paula. Como si lo que era realmente en su interior no fuera importante. Como si todo el trabajo que había realizado durante años no fuera nada comparado con una promesa.


—¿Has terminado? —preguntó Pedro. 


Ella asintió.


—Por el momento —repuso.


Pedro dió un paso adelante. Antonio y Javier habían desaparecido. Los latidos del corazón de Lucy se aceleraron al sentir el cuerpo de él tan cerca. 

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