martes, 15 de octubre de 2024

La Princesa: Capítulo 14

 —No te rías de mí —soltó ella.


—No me estoy riendo de tí —contestó acercándose a ella—. Es lo único con sentido que has dicho en toda la noche.


Paula lo miró a los ojos. Ya no recelaba de él y solo sentía una atracción muy fuerte.


—¿Fue muy duro? —preguntó Pedro en un susurro.


—Sí —murmuró ella.


—Lo sé —añadió él, y Paula tuvo ganas de preguntarle. Él le acarició la barbilla—. Gracias por contármelo. Explica muchas cosas.


Paula tragó saliva y trató de respirar, pero le costaba. Estaban muy cerca, casi podían besarse. Y sabía que no debía pensar en besarlo…


—Vamos a casa. Mañana va a ser un día muy largo —sugirió él. 


Paula trató de sonreír. Había dicho más de lo que había planeado… ¿Cómo podía haber mencionado Trembling Oak? Además había estado hablando con la yegua cuando él había entrado en el establo, ¿Habría oído algo? Pedro ya sabía demasiado. Tenía que tener mucho más cuidado. No más revelaciones en mitad de la noche. ¡De aquel momento en adelante solo negocios! 



Pedro levantó los ojos del desayuno al oír a Pau bajando las escaleras. La vió y volvió a mirar al plato. Prosiguió comiendo tratando de no hacer caso al cosquilleo que estaba sintiendo en el pecho. No podía estar deseando verla. No podía ser. Era ridículo. La noche anterior se había comportado como un loco. Había sido tonto y se había dejado embaucar. Al final se había emocionado con la historia que ella le había contado. Incluso había llegado a pensar en besarla. Un tonto. Un tonto por olvidarse de quién era Pau. Un tonto por haberse dejado distraer al ver sus lágrimas y finalmente un tonto por haber querido reconfortarla. De ninguna manera, ya había caído antes en aquella trampa.


—Buenos días —dijo ella.


—Buenos días —contestó él tratando de fingir desinterés—. El desayuno era hace quince minutos.


—Lo siento… Me he dormido.


—Pues yo no he dormido tan bien como tú —replicó Pedro.


—Lo siento mucho —respondió Paula desconcertada.


—No pasa nada, Pau —dijo la señora Polcyk que acababa de entrar en la cocina—. Siéntate. Pedro hoy se ha levantado con el pie izquierdo.


Pedro frunció el ceño. Aquél era el inconveniente de estar rodeado de mujeres que lo conocían desde que había sido un mocoso. Primero había sido Marta el día anterior y en aquel momento la señora P. Siempre lo trataban como a un niño. Apretó los dientes porque no iba a decir nada para llevarle la contraria. Habían pasado demasiadas cosas juntas como para hacerlo, pero tampoco le iba a pedir disculpas a Pau, a pesar de que supiera que se estaba comportando de forma poco razonable. Lo mejor sería mantener las distancias con ella.


—He pensado que quizás esta mañana podría echar un vistazo a tus archivos —comentó Paula mientras se untaba mermelada en una tostada.


—Tengo cosas que hacer.


—Me bastaría con que me indicaras el lugar.


—¿Indicarte el lugar? ¿Y dejarte sola? —preguntó él alzando una ceja.


—¿Qué crees que voy a hacer, Pedro? —preguntó.


 Se le cayó la tostada al plato mientras lo miraba atónita. 

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