martes, 22 de octubre de 2024

La Princesa: Capítulo 21

No podía permitir que la opinión de él le importara tanto. Se iba a marchar enseguida de allí. Solo le haría daño y ya había sufrido bastante.


—De nada —contestó antes de salir.


—He ensillado el caballo castrado para tí.


Paula se dió la vuelta al oír la voz de Pedro en el pasillo. El día anterior había estado conociendo el rancho más en profundidad. Él había estado un poco más amable y respetuoso. La noche anterior durante la cena había estado muy callado, pero al final le había propuesto dar un paseo a caballo por sus tierras para que conociera mejor el lugar. No había dicho más, sin embargo ella se lo había tomado como una señal de aprobación. Como si se hubiera dado cuenta de que estaba realizando su trabajo correctamente. No obstante al ver que había elegido un caballo viejo y castrado para ella, lo dudó. 


—¿De verdad? —preguntó decepcionada. Estaba encaprichada con un caballo majestuoso que había visto.


Pedro sacó el caballo, que no estaba mal, pero parecía manso. Demasiado manso para Paula. Quería sentir el viento en el pelo y el poderío de un caballo. Apretó los dientes. Si pensaba que un castrado era lo mejor para ella, seguían sin ir por buen camino.


—Si crees que no puedo manejar un caballo con más brío, piénsalo de nuevo.


Pedro sonrió.


—¿Sabes una cosa, Pau? Tengo la impresión de que la vida nunca es aburrida contigo. Tienes la necesidad de desafiar cualquier decisión.


—¿Y eso te divierte? —preguntó con los brazos enjarras. La sonrisa de Pedro era irresistible, pero tenía muchos cambios de humor—. Ayer tuviste suerte de que desafiara la opinión de tus hombres.


—Lo sé. Te diste cuenta de algo que a ellos se les había pasado. Te estoy agradecido —dijo con seriedad.


—¿Pero todavía no me confías a tus mejores caballos? ¿Acaso piensas que no puedo controlarlos?


—¡En absoluto! Dios, intentas hacerle un favor a una chica y ella solo ve una ofensa. ¡Mujeres!


Paula abrió la boca para responder, pero la cerró. La estaba provocando otra vez. Pedro Alfonso estaba utilizando el viejo truco de discutir para flirtear con ella. Y era tentador.


—Pensaba que después del incidente con Pretty te habrías dado cuenta de que la forma de ganar puntos conmigo era tratarme como a una igual, no como a una niña consentida.


En los labios de Pedro se dibujó una sonrisa.


—¿Has oído, Bruce? —preguntó mirando al caballo—. Creo que acaba de cuestionar tu virilidad. Y en este caso mis intenciones eran buenas —dijo, y después suspiró—. Bruce necesita hacer un poco de ejercicio y está triste porque hace tiempo que no sale. Piensa que la edad debería haberle dado un estatus. Y a mí hoy se me había ocurrido que lo contentaría si lo ofrecía a una chica bonita. Pero quizás me haya equivocado.


Paula no pudo evitar pensar que la señora Polcyk le había echado algo a Pedro en el café aquella mañana. No paraba de hacer bromas y de coquetear como si nunca se hubieran peleado.


—¿Sueles utilizar ese método a menudo? 

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