martes, 15 de octubre de 2024

La Princesa: Capítulo 15

Pedro quería dejar de mirar aquellos labios rosas que lo tenían fascinado. Tenía que ignorarlos. Él era de los que pensaban que la confianza era algo que se ganaba, no que se daba por supuesto. Ya había tenido suficientes problemas con el rancho como para no poner precauciones.


—¿Quién sabe? Después de lo de ayer por la noche.


La señora Polcyk hizo un ruido con la sartén y Pedro y Paula se quedaron en silencio. Lo cierto era que él entendía perfectamente lo que había hecho ella la noche anterior. Pedro había pasado muchas noches de soledad en los establos. Pero era un nuevo día. Ya se había pasado la noche con sus sombras, el café y las confesiones. No podía haber nada personal entre ellos. No quería que ella supiera más de lo necesario y la idea de que rebuscara en sus archivos le hizo apretar la mandíbula. Pau era más que una simple emisaria. Aunque no sabía qué era exactamente lo que estaba buscando y ése era el problema.


—Había pensado que quizás te apeteciera dar una vuelta a caballo esta mañana. Así verías más del rancho.


Paula se controló para no suspirar. Había pensado que Pedro confiaría en ella después de la noche anterior, pero era obvio que no. La invitación a ir a dar una vuelta era simple diversión. Sabía que no quería estar mucho con ella y ese deseo era mutuo. Simplemente no quería que husmeara por el rancho. ¿Qué estaba escondiendo? Quiso preguntárselo, pero sabía que no iba a obtener respuesta. Se mordió la lengua para mantener las formas. Era razonable que ella quisiera revisar las historias de los caballos. Tenía que tomar las decisiones adecuadas para Navarro. Quería verlo todo antes de estampar su firma. Y él debía saberlo. Debía confiar en ella para dejarla realizar su trabajo.


—Me encantaría, pero en otro momento. Primero me gustaría hacerme una idea general de tu programa de crianza —contestó. Quería fechas, nombres, historiales.


—¿Y si me niego? —preguntó Pedro alzando un ceja.


—Entonces estoy perdiendo el tiempo —respondió con el corazón en la garganta y a punto de levantarse de la mesa. 


—De acuerdo —cedió él. Paula se detuvo y se sintió aliviada—. Acaba el desayuno, princesa. Cuando estés lista te buscaré lo que necesites.


Ella se quedó paralizada un instante. ¿Habría descubierto su verdadera identidad? Trató de recuperar la compostura. No había dicho nada que la delatara lo que significaba que… Estaba utilizando el apelativo de forma cariñosa. Cosa que a Paula tampoco le hacía ninguna gracia.


—Gracias —contestó mirándolo fríamente.


Sin decir palabra Pedro se levantó, recogió su plato y lo llevó al fregadero.


—Señora Polcyk, ¿He hecho algo malo esta mañana? —preguntó Paula cuando las dos mujeres se quedaron a solas en la cocina. 


Estaba desconcertada por el comportamiento tan brusco de Pedro. La noche anterior había llegado a ser amable y Paula había llegado a pensar que había estado a punto de besarla. La señora Polcyk le recordaba a la señora Pendleton, la esposa del dueño de Trembling Oak. Una señora que nunca se había dado aires de nada, siempre había estado liada en la cocina y le había encantado charlar con ella. Le resultaba más fácil preguntarle a la cocinera que a Pedro.


—Pedro es un hombre muy reservado, Paula. Eso es todo —le contesto dándole una palmada en la espalda después de rellenarle la taza de café.


—Pero… Pero yo estoy aquí para apoyar su negocio. No sé por qué ha tenido que montar este número solo porque quiera ver sus archivos. Necesito saber dónde están las crías de Ahab y cómo están resultando.


La señora Polcyk se sirvió una taza de café y se sentó en el sitio que Pedro había dejado libre.


—Yo creo que tú eres una buena chica, Pau, y no soy desconfiada como Pedro. Pero reconozco que tiene sus motivos para ir con pies de plomo.


—No me va explicar por qué, ¿Verdad?


—En este caso creo que no es una historia que te deba contar yo. Lo que sí que te puedo decir es que Pedro lo ha dado todo para convertir este rancho en lo que es hoy en día. Lo es todo para él.


—Lo comprendo. 

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