Aquella era la noche, decidió Paula mientras esperaba que llegase Pedro para su primera «Cita» oficial. Había retrasado demasiado tiempo la inevitable conversación, mucho más de lo que se había propuesto inicialmente una vez que tomó la decisión de decirle la verdad acerca de su pasado. No había encontrado el momento oportuno para sacar el tema durante la semana y ahora estaba empezando a sentirse culpable y no quería que eso amenazara su relación con Pedro. Aquella tenía que ser la noche, se prometió. Carolina había pedido que le dejasen a Camila para que pudiera pasar algún tiempo con sus primos y él quería aprovechar para llevarla a cenar por ahí. Aunque no quería estropear la noche con una discusión acerca de su secreto, antes de que acabara tenían que hablar. Entró en la sala y sonrió a Elisa Vee, que estaba haciendo un bordado de punto de cruz.
—¡Qué guapa vas!
—Gracias.
Llevaba un vestido de seda de color melocotón, que se ajustaba a sus pechos y cintura y luego caía con un amplio vuelo sobre sus caderas. Se había dejado el pelo suelto porque a Pedro le gustaba más así. Quería estar guapa y femenina para él, para que se sintiera orgulloso de ella.
—¿Adonde vas a ir esta noche?
—Voy a cenar con Pedro. Estará aquí dentro de un momento.
—Ya iba siendo hora de que te llevase a la ciudad. Ha sido un poco lento, pero tengo la sensación de que viene con buenas intenciones.
—Eso espero —dijo en voz baja, dándose cuenta demasiado tarde de que había hablado en voz alta.
Elisa Vee dejó a un lado la labor y miró a Paula inquisitivamente.
—Parece que la cosa va en serio, ¿No? —ella se sentó en el sofá y se encogió de hombros con indiferencia, pero no pudo evitar enrojecer un poco.
—Me gusta estar con él y con Camila —eso era todo lo que estaba dispuesta a admitir ante Elisa Vee o cualquier otra persona, por el momento.
—Tienes el mismo brillo en los ojos que tenía yo cuando mi querido Bernardo empezó a cortejarme, hace muchos años. Ah, qué maravilla ser joven y estar enamorado.
Sorprendida por la observación de Elisa Vee, Paula apartó la mirada, pero no pudo evitar sentirse un poco nerviosa. Nunca la había cortejado ningún hombre, ni siquiera Santiago. Él la quería por razones prácticas y aquello no incluía citas frívolas ni encuentros románticos. Sonó el timbre de la puerta y le dió un vuelco el corazón.
—Parece que ha llegado tu hombre.
Su hombre. Le gustaba cómo sonaba aquello. Fue a abrir la puerta y se quedó sorprendida. Siempre había pensado que Pedro era muy guapo, pero aquella noche parecía el príncipe de sus sueños. Los vaqueros y camisa de cuadros habían desaparecido y llevaba una camisa en tonos marrones y unos pantalones de color chocolate. Le tendió un ramo de rosas.
—Son para tí.
—Muchas gracias, Pedro, son preciosas —dijo con un nudo en la garganta.
—De nada —sonrió. Parecía un muchacho alegre y despreocupado.
—Pasa, las pondré en agua. No tardo ni un minuto.
Fue a la cocina y llenó un florero con agua. Estaba tan absorta en sus pensamientos que no lo oyó entrar y se sobresaltó cuando él la abrazó por detrás y la atrajo hacia sí.
—Tienes un aspecto y un olor que dan ganas de comerte —le dijo al oído.
—Tú también hueles bien y tienes muy buen aspecto.
—Entonces hacemos buena pareja. Anda, que tenemos toda la noche por delante, ¿Estás lista?
Ella asintió decidida a seguirle a donde fuera.
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