martes, 23 de julio de 2024

Secreto: Capítulo 33

Paula levantó la vista de los albaranes que estaba introduciendo en el ordenador cuando Carolina abrió la puerta y entró con una cesta de mimbre colgada del brazo.


—Creía que estabas en casa descansando.


—Si hiciera caso a mi hermano estaría en el sofá o en la cama hasta que nacieran estos dos. Pedro se preocupa mucho, más que mi marido.


—No se le puede echar la culpa, parece como si fueras a tener los niños de un momento a otro.


—Eso espero, porque se están quedando sin sitio para hacer acrobacias —Carolina dejó la cesta en el suelo y miró hacia la puerta del despacho de Pedro—. No he visto el camión de mi hermano a la puerta, ¿No está?


—No, está en una puja y no volverá hasta la tarde.


—Bien. Así podré relajarme y disfrutar sin que me dé la lata.


—¿Qué te trae por la oficina?


—Me sentía encerrada e inquieta. He limpiado la casa, el cuarto de los niños está listo y estoy harta de leer. Así que hice unos cuantos bocadillos y decidí comer hoy fuera. Contigo.


—¿Me has hecho el almuerzo? Muchas gracias —dijo Paula sorprendida mirando la cesta.


—O hacía eso o me volvía loca sola en casa. ¿Qué prefieres, jamón o pavo?


—Tomaré jamón —dijo Paula apartando cosas de la mesa para que Carolina tuviera sitio para poner el almuerzo. No solo había preparado bocadillos sino también una ensalada de frutas, refrescos y unos pasteles caseros de postre.


—¿Qué tal te trata el jefe?


—Muy bien. Ha tenido mucha paciencia con los errores que he cometido.


—Solo llevas aquí una semana, te harás con la rutina rápidamente. ¿Qué tal las tardes con Camila? 


—Muy bien —la niña era precoz y alegre y se había hecho rápidamente un lugar en el corazón de Paula—. Para ser sincera, el rato que paso con ella es el mejor del día.


El segundo mejor rato era cuando Pedro llegaba a casa después del trabajo, aunque ella había tenido cuidado de evitar escenas de piscina con él. En el trabajo él era absolutamente profesional, pero habían conseguido un ambiente amistoso y confortable en la casa. A pesar de que Paula no había tenido nunca intención de quedarse después de la llegada de Pedro, Federico y Camila habían insistido en que se quedara a compartir con ellos la cena que había hecho. Ya se había convertido en una costumbre el que se quedara a cenar. A ella no le importaba. Formar parte de la familia Alfonso llenaba ese vacío que había arrastrado durante tanto tiempo. Toda la familia la había aceptado incondicionalmente y la hacía sentir como si perteneciese a ella. Pero por las noches, a solas en la cama, recordaba las razones por las que tenía que proteger su corazón de los sentimientos que se tejían en su interior. Tenía un miedo constante de que su pasado volviera a alcanzarla y que destruyera cualquier felicidad que fuera capaz de conseguir. Lo más difícil de su trabajo era luchar contra la atracción que sentía por su jefe. Cualquier roce accidental hacía que su corazón se acelerase. Cualquier mirada cálida tenía la capacidad de hacerle temblar las rodillas y desear otro beso sensual como el que había compartido con Pedro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario