jueves, 25 de julio de 2024

Secreto: Capítulo 39

Por fin él levantó la mirada. La rabia inicial había dado paso a una resignación que alteraba su expresión.


—Yo no soy el padre verdadero de Camila —sonrió con amargura—. Ella no tiene ni una gota de sangre Alfonso en sus venas —Paula lo miró silenciosa y atónita—. Lo siento, no debí decir nada. Aparte de mi familia, nadie más sabe la verdad sobre Camila y preferiría que guardases el secreto.


—¿Por qué me lo has contado?


—No tengo ninguna razón en particular. Simplemente pensé que lo entenderías.


Lo entendía, mucho más de lo que él pudiera pensar.


—¿Me contarás lo que pasó?


Él se sentó a su lado en el sofá, rígido, con los brazos sobre los muslos. Ella quiso tocarlo pero no se atrevió. Esperó en silencio, tranquila, a que tomase la decisión de si quería o no hablar del pasado. Después de una eternidad, él premió su paciencia.


—Conocí a Ángela de una forma muy parecida a como te conocí a tí.


—¿Salió corriendo el día de su boda y acabó en Leisure Pointe?


—No —dijo él riendo—. Te lo contaré de otra forma. Ella necesitaba ayuda y yo la rescaté, por así decirlo.


—Como me rescataste a mí —murmuró, sabiendo que aquel hombre nunca le daría la espalda a una mujer en apuros.


—Exactamente. El coche de Ángela se estropeó a la salida de Danby y yo volvía a casa desde San Louis, cuando me hizo señas de que parase. No podía dejar a una mujer sola en la carretera, así que paré con la idea de ayudarla en lo que pudiera y seguir mi camino. Ella también era de San Louis y era muy guapa y sofisticada, de una forma que me encandiló inmediatamente. Cuando decidió quedarse a dormir en Danby, mientras le arreglaban el coche, insistió en invitarme a cenar en agradecimiento por mi ayuda. Yo tenía veintiún años entonces y ella era coqueta, atractiva y muy difícil de resistir.


—¿Tuviste un asunto con ella?


—Sí —suspiró—. Cinco semanas más tarde me dijo que estaba embarazada y yo me casé con ella sin pensarlo dos veces. Me educaron para hacer lo que debía, para ser responsable de mis actos y yo no tenía ninguna duda de que quería que mi hijo tuviera padre y madre.


—Pero el niño no era tuyo —susurró ella.


—Me dí cuenta porque pensé que Camila había nacido sietemesina. Cuando el médico me aseguró que era una niña sana y de un embarazo a término, por fin lo entendí todo. Obligué a Ángela a decir la verdad y ella reconoció que yo no era el padre de la niña. Se casó conmigo para no ser madre soltera y por seguridad. Lo malo es que nunca fue feliz por estar casada y odiaba vivir en Danby.


—Y Camila no sabe la verdad, ¿No?


—No necesita saberla. Ha sido mía desde el día que nació y yo la quiero. Quienquiera que fuese su padre nunca se preocupó por ellas, según Ángela, y por eso me engañó para que me casara con ella —se pasó la mano por el pelo—. Las cosas nunca volvieron a ser lo mismo entre Ángela y yo después de aquello, aunque tampoco es que nuestro matrimonio fuera gran cosa para empezar. Pero su engaño añadió una tensión más a nuestras relaciones. Antes de que Camila hubiera cumplido los dos años, Ángela pidió el divorcio.


Paula se quedó callada sabiendo que había más. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario