martes, 9 de julio de 2024

Secreto: Capítulo 20

Su respuesta era lógica y legítima. Pedro pensó que debería levantarse de la silla, irse de allí y dejar que Paula hiciera lo que le pareciera bien, pero aquel maldito sentido del deber lo mantuvo firmemente pegado a su asiento.


—No encajas aquí, trabajando en un bar.


—Según tú no encajo en esta ciudad, punto. ¿Por qué es distinto si trabajo aquí que si lo hago en otro lugar de Danby?


—Sabes lo que quiero decir, Paula. Este bar no es sitio para una dama como tú, ni trabajando ni de ninguna otra forma.


—Pedro, a veces tenemos que hacer cosas que no queremos hacer, solo para salir adelante. Esta no es la primera vez que he hecho algo porque no tenía otra elección. Y dado que no quiero volver a la ciudad y que mis opciones son limitadas, me tomo lo mejor posible aquello que se me ha ofrecido.


—Paula…


—Gracias por tu preocupación —dijo antes de que él pudiera poner otra objeción—. Pero en este momento estoy muy ocupada y no tengo tiempo para discutir contigo. Tengo que atender a los clientes.


Se volvió y fue hacia la barra y él la dejó ir, frustrado más allá de toda lógica por su respuesta cortante. Estaba lleno de sentimientos contradictorios y su irritación aumentó cuando Sofía le sirvió la bebida en lugar de Paula. Estuvo sentado allí dos horas, con una sola cerveza, observando a Paula, que lo evitaba, y vigilando a Guido, que seguía pidiendo más rondas de bebida para él y sus amigos. Cuanto más bebía Guido más se le aflojaba la lengua y más ofensivo se ponía. Ni siquiera un comentario de Cristian suavizó sus comentarios y sus obvias tácticas de flirteo con las clientes femeninas y las camareras. Entonces Guido cometió el error de tocar a Paula después de que ella le hubiera servido las bebidas y pasó deliberadamente la mano por su trasero. Su gesto fue lo bastante molesto y personal como para que ella le pidiera educadamente que se estuviera quieto, cosa que el hombre se tomó como una provocación. La tomó por el brazo y la obligó a sentarse en sus rodillas. Paula abrió los ojos sorprendida y Guido y sus amigos se rieron escandalosamente ante su atrevimiento. El genio de Pedro explotó como una bola roja de fuego. Sin pensar un momento en las especulaciones que podía provocar su defensa de Paula, saltó de su asiento y fue decidido al otro extremo del local. Por el rabillo del ojo vió a Cristian que salía de detrás de la barra para controlar la situación, pero no le dio ninguna oportunidad de hacerlo. Cuando llegó a la mesa, Paula estaba otra vez de pie, pero absolutamente humillada por lo que había sucedido. Tenía la cara roja de vergüenza y la mortificación que había en su gesto encendió aún más la furia de Pedro. Intentando proteger a Paula se puso a su lado. Guido alzó la cara y lo miró con insolencia. A Pedro no lo intimidaba en absoluto aquel hombre.


—Si vuelves a tocar a la señora te detendrán por acoso sexual. 


—¿Sí? —Guido intentó ponerse en pie, pero se tambaleó un poco. Luego sacó pecho con actitud beligerante—. ¿Y quién me va a detener, tú y quién más, Alfonso?


Pedro cerró los puños. Despreciaba a los hombres que se aprovechaban de los puntos vulnerables de las mujeres y Guido era de los más sórdidos. No quería ni pensar en lo que podía haber intentado hacer a Paula si él no hubiera estado allí para impedirlo. 

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