martes, 16 de julio de 2024

Secreto: Capítulo 28

Por primera vez desde el día de su boda, Paula se sentía en su elemento. Trabajar para Pedro le daba un sentimiento de dignidad que hacía que contemplara su futuro con más optimismo que la semana anterior. Era mejor ser sincera consigo misma y hacer lo que a ella le parecía justo que llevar una vida dictada por las normas y deseos que su madre le había inculcado desde que era pequeña. Sacudió la cabeza por la súbita revelación mientras archivaba las facturas. «¿Qué me hizo pensar que podría ser una esposa de las que se quedan en casa y ser feliz?», murmuró para sí misma, incapaz de imaginarse pasando el día organizando fiestas y yendo a comer con las amigas.


—¿Decías algo?


Sobresaltada, Paula miró hacia Pedro, que depositaba un montón de papeles en la bandeja de su escritorio. Él iba con vaqueros y un polo de manga corta y ella unos pantalones anchos y una blusa de seda de las que había empaquetado para su luna de miel. Carolina le había dicho que podía ir a trabajar con ropa informal, porque todos procuraban estar cómodos. Tras haber pasado la mañana enseñándole, Carolina se había ido a casa hacía unas horas. Aunque Pedro había estado por allí todo el día, apenas lo había visto. Se había encerrado en su oficina y había reducido el contacto con ella al mínimo.


—Estaba pensando en voz alta que me resulta estimulante hacer algo que me requiera más esfuerzo mental que servir bebidas. Había echado de menos este tipo de trabajo más de lo que yo creía.


—Carolina me ha dicho que te estás poniendo al día con rapidez —dijo él mientras introducía una hoja en el fax y marcaba el número.


—Sirve de ayuda conocer los procedimientos de la oficina y que te guste lo que estás haciendo. Es un negocio interesante. ¿Por qué decidiste hacerte técnico en electricidad? 


El gesto de él indicaba su resistencia a hablar de temas personales cuando era evidente que quería que la relación entre ellos fuera puramente laboral.


—No te pregunto por secretos de la profesión, Pedro. Solo quería saber cómo surgió la empresa Alfonso.


—Mi padre era electricista y trabajaba principalmente para los vecinos de Danby. En cuanto Federico y yo tuvimos edad para aprender el oficio seguimos los pasos de mi padre.


—¿Y? —preguntó sabiendo que había algo más en aquella historia.


Él sonrió ante su insistencia, pero en vez de quitarse de encima su curiosidad se sentó en la mesa en la que estaba el fax y continuó.


—La empresa ha sido siempre familiar y, cuando mi padre murió, Federico y yo heredamos el negocio. Seguimos haciendo trabajos variados mientras yo iba a la universidad y me sacaba el título de técnico electricista. Cuando yo me gradué, Fede y yo decidimos ampliar el negocio y especializarnos en grandes contratos de construcción. Como empezamos a hacer pujas para los grandes proyectos cerca de San Louis y hemos recibido algunos premios por esos trabajos, la compañía ha crecido más de lo que esperábamos.


En su voz había un orgullo inconfundible. Era el tipo de hombre que trabajaba duro y no daba nada por supuesto. 

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