jueves, 18 de julio de 2024

Secreto: Capítulo 32

Claro que aquello no modificaba el hecho de que la opinión de Pedro le importaba. Y no quería ser para él otra cosa que una mujer femenina y respetable. No quiso analizar por qué era tan importante lo que él pensara de ella y se acercó al borde del agua para introducir un poco el pie.


—No sé, el agua está muy fría.


—Es mejor que saltes —dijo Camila salpicándola—. Así no piensas en lo fría que está.


—Es la elección menos dolorosa —dijo Pedro.


—¿Qué otra opción tengo?


—Que yo te persiga y te tire al agua —dijo él con expresión traviesa, muy distinta del gesto reservado que solía tener. Se dirigió hacia las escaleras para ir a buscarla.


Ante el temor de que él la tomase en brazos, ella saltó de cabeza. Cuando volvió a salir a la superficie oyó las risas de ambos.


—No sé qué es lo que os parece tan gracioso. Me toca a mí perseguirlos, así que es mejor que busquéis un sitio para esconderse.


Cerró los ojos, como mandaba el juego, y gritó «¡Marco!», a lo que ellos respondieron «¡Polo!» como única indicación de dónde estaban. Paula evitó deliberadamente la voz profunda de Pedro y se concentró en Camila buscando a ciegas hasta que la encontró. Luego le tocó el turno a la niña y, como los dos nadaban más rápidamente que ella, Garrett se dejó alcanzar antes de que se cansara de la búsqueda. Le hizo cosquillas y la niña chilló para que la soltara.


—¡Ahora tienes que perseguir a Paula, papá!


—Yo soy demasiado rápida y lista para tu padre —bromeó Paula, pero pronto se dió cuenta de su error al ver la mirada de reto en los ojos de Pedro.


—Eso lo veremos.


Se sumergió bajo el agua para darles tiempo de cambiar de posición y, aunque Paula hizo todo lo que pudo por evitarlo, solo le llevó dos minutos encontrarla y atraparla. Avanzaba hacia ella con los ojos cerrados y la cabeza inclinada para oír los ruidos que hacía. Cuando estaba a solo un metro volvió a gritar Marco y ella en vez de contestar decidió intentar esquivarlo buceando hacia la parte profunda. Antes de que pudiera llegar a su destino, un brazo fuerte rodeó su cintura y la atrajo hacia él. Sus piernas desnudas se enlazaron y el roce de sus pieles hizo que sus pezones se irguieran instantáneamente. Sintió pánico, pero no porque él la hubiese atrapado sino por la ola de deseo que la invadió. Intentó apartar la mano que él había puesto sobre su estómago, pero él la mantuvo sujeta. Salieron a la superficie y la llevó hasta el borde de la piscina, apretándola contra él. No había nada respetable en el sentimiento de hambre y necesidad que la invadió, algo que solo podía conducirla a sufrir con un hombre tan lejano como Pedro Alfonso.


—Demasiado rápida y lista para mí, ¿Eh? —le dijo al oído—. Parece que yo he sido más listo.


—¡Y casi me ahogas en la caza! —dijo, intentando ocultar su confusión con una actitud indignada.


Estaba jugando con fuego. Ella no estaba preparada para manejar aquel tipo de atracción, y en aquel momento no entraba en sus planes enamorarse de un hombre que la veía como una responsabilidad más que como ninguna otra cosa. Peleó para que la soltara y nadó hacia el otro extremo de la piscina. Luego salió por las escaleras.


—¿Dónde vas, Paula? —gritó Camila decepcionada por su súbita marcha.


—Tengo que irme, cariño, te veré mañana —sonrió a Camila mientras se envolvía en una toalla y se forzó para mirar a Pedro que estaba lejano e inescrutable—. Lo único que hay que hacer es añadir espaguetis a la salsa y a las albóndigas que hice y tendrás hecha la cena.


Fue hacia la casa, se puso ropa seca y se fue. Se daba cuenta de que estaba huyendo otra vez. Que huía asustada de los sentimientos que le provocaba Pedro. 

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