jueves, 4 de julio de 2024

Secreto: Capítulo 13

 —Estoy segura de que el instinto maternal aparecerá y lo harás estupendamente. 


—Eso es lo que yo me digo constantemente —Carolina cambió de postura, era evidente que no le resultaba fácil ponerse cómoda.


Unos minutos más tarde Pedro entró en la cocina. Miró primero a Paula y su sofisticado atuendo antes de desviar la mirada hacia su hermana.


—La bomba de agua está arreglada provisionalmente hasta que puedas llevar a arreglar el camión —le dijo dirigiéndose a la pila para lavarse las manos—. Javier te está esperando fuera listo para marcharse. Gracias por cuidar de Camila anoche.


—Fue un placer. Es una alegría tenerla en casa, ya lo sabes —Carolina luchó para levantarse y Pedro acudió inmediatamente a su lado para ayudarla. Una vez en pie ella se rió—. Los tres te estamos muy agradecidos por tu ayuda. Te veré mañana en la oficina.


—Estaré allí pronto. Tengo que preparar un presupuesto y no iré a la ciudad para ver el proyecto Lieberman hasta las once. Como no hay nada que corra prisa por la mañana no hace falta que vayas muy pronto.


—Tengo que ir pronto. Hay un montón de facturas que meter en el ordenador y… —un inesperado «¡Ay!» cortó la frase de Carolina. Se llevó la mano al vientre e hizo un gesto. 


Pedro apretó los labios.


—Creo que hace tiempo que debías haber tomado la baja de maternidad. Tendrías que estar en casa descansando y no en la oficina.


—El médico me dijo que podía trabajar hasta que nacieran los niños si me sentía con fuerzas para ello.


—Y yo soy tu hermano mayor y tu jefe y te digo que si no te tomas la baja a la que tienes derecho voy a tener que despedirte. Estás en el octavo mes y pareces agotada. Pondré un anuncio en el periódico local pidiendo una secretaria que se ocupe del ordenador y de las cosas básicas. Y se acabó el cuidar de Camila por las tardes. Mientras estés de baja ella se puede quedar conmigo en la oficina.


—No seas ridículo, Pedro.


—Es una de mis prerrogativas. Aprovecha el poco tiempo que te queda, hermana, porque la vida no volverá a ser la misma cuando hayan nacido esos dos.


—Está bien, tú ganas —dijo Carolina tras callarse una respuesta que evidentemente consideró inútil al ver el gesto terco de su hermano. Se dirigió a Paula con un suspiro—. Ha sido un placer conocerte. 


—Lo mismo digo. Buena suerte con los mellizos.


En cuanto hubo desaparecido Carolina, Pedro volvió a ser el hombre reservado que había estado con ella aquella mañana. Tomó una taza y se sirvió café, luego le acercó la cafetera.


—¿Quieres?


—Gracias, media taza me bastará.


Él se acercó para llenarle la taza. Ella percibió su aroma masculino y se dió cuenta de que se le aceleraba el pulso. Todo en él despertaba sus sentidos y encontraba aquella sensación excitante y desconcertante al mismo tiempo. Haciendo un esfuerzo se sacudió el sentimiento. Lo último que quería o necesitaba era la complicación de sentirse atraída por Pedro Alfonso, no importaba lo guapo o sexy que fuera, cuando su única prioridad era decidir la dirección que tendría que tomar su futuro. Él sacó el plato de tortitas del horno.


—¿Comiste algo?


—La verdad es que no tengo hambre.


—Tienes que tomar algo más que café antes de marcharte.


—Estoy bien.


—¿Qué comiste ayer? Supongo que te escapaste de tu boda antes de tener la oportunidad de disfrutar del cóctel o de la cena.


—Tomé medio sándwich para almorzar. Estaba nerviosa y no podía comer nada más.


—Bien, con amaretto y café no llegarás muy lejos —tomó una de las doradas tortitas con el tenedor, la puso en un plato y se la acercó a la mesa—. Come al menos un poco. Y mientras comes podemos pensar qué vamos a hacer contigo. 

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