Carolina le puso una mano sobre el brazo.
—Sé que no te sientes a gusto con la forma en que ha salido todo, pero hiciste lo que debías, Pedro.
Él siempre había hecho lo que debía. Su hermana lo conocía bien y también toda su familia. Desde la muerte de su padre él había asumido el papel de cabeza de familia y proteger a los que quería se había convertido en un instinto natural. Nunca había imaginado que eso lo conduciría a la red de engaños de Ángela y aprendió que hacer lo que debía no siempre tenía su recompensa. Él había dado, Ángela había recibido, y le había pagado decepcionándolo de tal forma que cambió para siempre al hombre confiado que él había sido. Sin duda era ya más cauteloso en lo que tenía que ver con las mujeres, incluida Paula Chaves, aunque había en ella algo que le hacía desear creer que ella era justamente lo que parecía que era: una mujer que estaba buscando un lugar que pudiera sentir como suyo. Pero él seguía sin tener idea de qué era lo que la había hecho salir disparada el día de su boda, y aquel misterio lo inquietaba, le hacía preguntarse qué secretos estaba ocultando.
—¿Sabes? Hay una forma de repararlo.
—¿Cómo? —preguntó Pedro escéptico ante el brillo de la mirada de Carolina.
—Aún no has contratado a nadie para que trabaje en la oficina en mi ausencia.
—No —dijo bruscamente. Sabía exactamente qué había detrás de la sugerencia y no quería tomar parte en aquello.
—Pero Paula sería perfecta. Recuerdo que me dijiste que había sido secretaria en San Louis.
—No.
—¿Por qué no?
Tres pares de ojos lo miraban fijamente, haciendo la misma pregunta, deseando la misma respuesta: «Porque esa mujer me lleva al caos mental y físico», pensó.
—Porque me distraería más de lo que quiero y de lo que necesito.
—No es mala cosa ese tipo de distracción —rió Federico. Lanzó a su hermano una mirada helada. También Paula lo afectaba de aquella forma, le hacía sentirse posesivo aunque él nunca había sido celoso.
—Déjalo Fede.
—Pedro, es una gran idea —Carolina tomó aliento al sentir una fuerte patada, cosa que le recordó que la fecha del parto se aproximaba con rapidez—. De hecho, Paula podría trabajar las mismas horas que yo hago ahora y cuidar de Camila por las tardes cuando vuelve de su curso de verano y así no tendría que estar toda la tarde metida en la oficina contigo.
—Yo quiero que me cuide Paula, por favor, papá.
Pedro se frotó las sienes, que le dolían, sintiendo que perdía rápidamente el control de la situación. Se resistía a dar la razón a su familia porque él sabía lo que era bueno para él. Y eso no era Paula Chaves. Desgraciadamente se sentía culpable y responsable. Dado que había sido culpa suya que ella perdiera su trabajo en Leisure Pointe, lo menos que podía hacer era ofrecerle el trabajo de Carolina por las mañanas y que cuidase de Camila por las tardes, hasta que su hermana pudiera volver al trabajo. Era una buena solución siempre que no volviera a besarla.
—Vale. Ustedes ganan. Me pasaré por la casa de Elisa Vee en el camino de vuelta a casa y le ofreceré a Paula el puesto de Carolina. Pero esto es solo un arreglo provisional, hasta que Paula encuentre otra cosa o Caro vuelva de su baja de maternidad.
—Perfecto —dijo su hermana, que parecía encantada con el arreglo.
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