jueves, 18 de julio de 2024

Secreto: Capítulo 31

 —¿Qué pasó para que acabases tu relación con Santiago en el altar?


Paula desvió la mirada, pero a él le dió tiempo a ver el pánico que había en ella.


—Ya te dije antes que yo no soy el tipo de mujer que Santiago necesita en su vida.


—¿Y qué tipo de mujer es esa?


—Alguien mucho más respetable de lo que yo seré jamás.


Respetable. Otra vez aquella palabra. Sin duda, la respuesta de ella era la versión abreviada de algo que le había causado muchos problemas. Una novia no decide en el último momento que no es lo bastante respetable. Algo había sucedido, algo lo bastante profundo como para hacerla creer que no era lo bastante buena para Santiago y que la hizo salir corriendo hasta una pequeña ciudad donde pudiera empezar de nuevo. Su angustia era tan palpable que Pedro sintió compasión. Por más que deseara descubrir el secreto que ella parecía estar ocultando, no se sentía capaz de mostrar esa falta de sensibilidad. Como él sabía muy bien por sus asuntos con Ángela, algunas cosas era mejor que siguieran siendo privadas. Así que cambió de tema.


—¿Dónde está Camila?


—Arriba, poniéndose el bañador —dijo ella aliviada—. Quería jugar un rato en la piscina antes de que refresque.


—¡Papá, estás en casa! —Camila entró corriendo en la cocina y se lanzó a sus brazos—. ¿Te vas a bañar con nosotras? —él no tenía planeado pasar ningún tiempo extra con Paula. De hecho ya había pasado demasiado tiempo con ella y había descubierto más cosas de las que quería. Lo mejor era poner una excusa—. Por favor. Podemos jugar a algo porque somos tres.


—Dame cinco minutos para cambiarme y enseguida vengo —de pronto le pareció difícil decirle que no a la niña cuando solía tener tan poco tiempo para jugar con ella.


—El último en llegar a la piscina pierde —dijo Camila.


La última en llegar fue Paula, que se había entretenido deliberadamente en la cocina. Estuvo fregando los cacharros y pensando en las preguntas que le había hecho Pedro. Una parte de ella quería contarle las razones por las que había terminado su relación con Santiago al pie del altar, pero el miedo y la inseguridad le hacían un nudo en el estómago e impedían que compartiese con nadie su secreto. Por fin estaba empezando a sentir que pertenecía a algún sitio y el riesgo de perder aquella pequeña estabilidad era demasiado alto para confiar la verdad a nadie, y menos a Pedro, que ya estaba resentido con su mujer. Sonriendo contempló cómo se lanzaban una pelota de colores mientras se dirigía a la mesa donde Camila había dejado las toallas.


—¿Qué tal está el agua? —preguntó mientras se desataba el pareo.


—Al principio fría, pero una vez dentro está bien —dijo Pedro mirándola mientras la falda caía al suelo. 


A pesar de la distancia, ella sintió el calor de sus ojos sobre ella. Sintió el deseo de cubrirse, pero alzando la barbilla recordó que la habían visto cientos, si no miles de hombres con mucha menos ropa. 

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