martes, 2 de julio de 2024

Secreto: Capítulo 10

 —La madre de Camila murió cuando ella tenía menos de dos años, así que no recuerda gran cosa de ella y últimamente ha estado pidiendo una madre. Me imagino que al ver tu vestido de novia y encontrarte en mi cama sacó una conclusión equivocada.


—A ella le gustaba su conclusión —dijo con suavidad, entendiendo la necesidad de la niña de reemplazar a la madre que le faltaba. 


Paula no había conocido nunca a su padre y, a pesar de que su madre lo había hecho bien, ella no había tenido nunca la influencia de un varón en el que apoyarse en toda su vida y seguía sintiendo esa carencia.


—Bueno, es mejor que no alimente ese tipo de pensamientos y yo no se los estimulo. ¿Qué tal te encuentras? —dijo cambiando intencionadamente de tema.


—Un poco confusa pero bien en general, si tomamos en cuenta todo —se pasó las manos por el pelo, sintiéndose culpable por alterar su vida, aunque solo fuera un día—. Pedro… Siento mucho lo de anoche.


—No hay nada de qué disculparse. No estabas en condiciones de ir a ningún sitio y te dí un lugar para dormir.


—No tengo duda de que te estropeé la noche. Me introduje en tu casa y en tu familia e incluso dormí en tu cama. Y por lo poco que puedo recordar sé que me comporté como una tonta en el bar. Y a pesar de mi conducta de anoche, no tengo la costumbre de besar a los desconocidos.


Claro que Pedro no le había parecido que fuera un desconocido. Había sido cálido y receptivo y le resultaba difícil arrepentirse de aquel beso dulce y tierno que la había hecho sentirse a salvo y segura. Sin pretensiones, sin esperar nada, solo esa clase de aceptación que ella había añorado tanto tiempo. Y él probablemente pensaría que era una descarada por permitir esas libertades unas horas después de haber dejado a su novio ante el altar.


—Siento lo del beso —dijo mirándolo a los ojos.


—No, soy yo quien debe disculparse —aunque su tono tenía una certeza hosca su mirada desmentía la falta de interés—. No volverá a suceder.


Su voz no mostraba tanta determinación que Paula no pudo evitar preguntarse si aquel beso no lo habría afectado a él tanto como a ella. El momento se vio interrumpido por un portazo y el ruido de unos pasos que subían por las escaleras. 


—Cariño, estoy en casa —gritó una voz masculina con buen humor.


Los ojos de Paula se abrieron sorprendidos y Pedro gimió. Un hombre muy bien parecido miró de reojo la habitación y pasó de largo, pero se detuvo de pronto y se volvió. El hombre, que era una versión levemente más joven de su príncipe, miró a Paula y luego a Pedro y  sonrió.


—Maldita sea, hermano. Parece que no fui solo yo quien tuvo suerte anoche.


La cara de Paula enrojeció ante la insinuación y Pedro hizo una mueca.


—No es lo que piensas, Federico.


—¿Intentas decirme que tuviste una mujer guapa en la cama y no…? —Pedro alzó una mano y Federico se detuvo al ver el gesto y su mirada.


—No. Y te lo explicaré todo cuando bajemos —el otro no cedió.


—¿No me vas a presentar?


—Paula, este es mi hermano pequeño, Federico. Fede, Paula Chaves.


—Encantada de conocerte —dijo ella, que encontraba divertido al hermano.


—Lo mismo digo. No eres de por aquí, ¿Verdad?


—No. Es de San Louis —contestó Pedro antes de que ella pudiera responder, luego se dirigió a su hermano para echarlo de la habitación—. Y no se va a quedar el tiempo suficiente para que puedas coquetear con ella.


—Nada de coquetear —dijo guiñando un ojo a Paula—. Iba a saltar directamente sobre ella para pedirle una cita.


—¿Tan pronto te has cansado de Emma Gentry? —la expresión de Pedro se había hecho fiera.


—Emma y yo no somos celosos.


—Y Paula no está interesada. Vete, Fede.

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