Cerró los ojos un instante. La punzada de rabia contra Malena nunca había desaparecido del todo. De hecho, la había convertido en una lección que revisitaba cuando se sentía débil.
–En muy corto espacio de tiempo consiguió manejar mis sentimientos como una directora de orquesta. Sentía que estaba enamorado, y habría hecho cualquier cosa por ella. Fue muy clara respecto a lo que quería de mí. Hasta aquel momento nadie me había visto las cicatrices. No practicaba ningún deporte, y llevaba puesta la sudadera del colegio incluso en los días más calurosos del verano.
Pedro se apartó y dirigió la mirada hacia la oscuridad de la noche exterior.
–Tenía una cámara. Yo no lo sabía. Un periodista sin escrúpulos se había acercado a ella y a sus amigos y les había ofrecido una cantidad de dinero obscena a cambio de una foto mía. Pero aquello no fue suficiente para Malena. Consiguió más dinero por un artículo complementario en el que contaba cómo la había seducido para intentar aprovecharme de ella. Cómo me había puesto furioso cuando no hizo lo que yo quería. Una cruel ironía, porque fui yo quien me negué a acostarme con ella, quería que fuéramos despacio. Como si ser rechazada por una bestia como yo le hubiera dado en el ego. Sergio consiguió una orden para que no se publicara el artículo, pero ya era demasiado tarde. El rumor se extendió por el colegio y llegó a la prensa. El daño ya estaba hecho.
Paula estaba temblando. De furia, de sensación de injusticia… Por primera vez ella se sentía como la bestia. Quería destrozar algo, sentía la rabia por lo que había pasado Pedro, porque lo hubieran utilizado de aquella manera después de todo lo que le había tocado vivir.
–Siento de verdad lo que te pasó.
Pedro se encogió de hombros, como si rechazara la compasión que le estaba ofreciendo. Pero Paula no permitiría que la rechazara. Esta vez no. Le dió la vuelta para obligarle a mirarla.
–Pero tienes que saber que yo no te he visto nunca ni te veré como una bestia –hizo una pausa–. Y tienes que saber también que no todas las publicaciones de la prensa van por ahí tampoco.
Pedro gruñó y se dió la vuelta de nuevo, alejándose unos pasos de ella.
–¿Has pensado alguna vez que la razón por la que la prensa está tan interesada en tí no es por las cicatrices ni por tu reputación, ni por la pérdida de tu familia, sino porque sobreviviste? ¿Porque convertiste algo realmente terrible en algo maravilloso, una organización benéfica que ayuda a mucha gente?
Algo parecido a la esperanza brilló en los ojos de Pedro, y eso le dió fuerzas para seguir.
–Tal vez no estén horrorizados, sino asombrados por todo lo que has conseguido.
Pedro frunció el ceño al escuchar aquello, y Paula sintió que estaba intentando reanalizar la imagen que tenía de sí mismo. Pero antes de que pudiera percibir a qué conclusión había llegado, Matthieu se cerró.
–Me voy a la cama.
Y la dejó allí sola en medio del ancho espacio abierto. Paula no podía dejarlo así. No podía permitir que se fuera sin más. Estaba dolido, eso lo podía ver claramente. Durante un instante se limitó a quedarse allí. Quería ir a buscarlo, pero no estaba segura de si tenía el derecho a hacerlo. Pero si no lo hacía, podía ver cómo sería su futuro: Dos personas aisladas y solitarias compartiendo el mismo espacio, el mismo amor por su hijo, pero no juntas. Si le dejaba ir aquella noche, sentía que lo perdería para siempre. Siguió el camino que Pedro había tomado escaleras arriba hacia las habitaciones. A ella le habían asignado la que estaba al otro lado de la casa, lo más alejada posible de él. Pero no retrocedería, no se escondería, no lo abandonaría aquella noche.
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