jueves, 11 de mayo de 2023

Heridas Del Pasado: Capítulo 23

Paula había sentido la presencia de Pedro de una forma casi física mientras hablaba con la pareja. Había encontrado un gran alivio en su conversación fresca y fácil en comparación con la charla banal de las celebridades que habían asistido a la gala. Sintió cómo se le erizaba el vello de los brazos y experimentó un hormigueo en la parte posterior de su cuello. Cuando finalmente lo vio avanzando con determinación hacia ella entre la gente, se quedó sin aliento. Llevaba un esmoquin color azul oscuro cuya tela se le ajustaba a los hombros imposiblemente anchos. El cabello oscuro y la barba acentuaban la firmeza de su mirada, que pareció ablandarse un instante al ver a la joven familia. El niño, Joaquín, se había visto atrapado en un accidente de coche que rápidamente se convirtió en una amenaza para su vida cuando el depósito de gasolina explotó y empezó a arder. El director de la organización le había soltado un flujo imparable de palabras a su marido, al parecer no se había dado cuenta de que estaba en un estado de ánimo algo oscuro. Pero Pedro no apartó los ojos de ella ni una vez. Lo sintió casi como algo físico, una caricia. Una promesa de algo que no podía identificar.


–Me gustan tus pulseras –dijo el niño acercándose a la muñeca de Paula para agitarlas y hacerlas sonar. 


–Gracias, Joaquín –respondió Paula, incapaz de disimular el tono de orgullo de su voz–. Las he hecho yo.


–¿Haces joyas? –preguntó el pequeño.


Paula pensó en las cajas que había enviado a Italia. Al principio no sabía muy bien cómo incorporar su pasado a este nuevo presente, su matrimonio. Pero a lo largo de las últimas semanas había esbozado en un cuaderno algunas ideas. La belleza natural de las estructuras del bosque, el lago, los árboles y las hojas, la superficie prístina del lago…


–Así es –afirmó con decisión, consciente de que aquello formaba parte de ella, tanto como el bebé que crecía en su interior.


–¿Y tú qué quieres hacer cuando seas mayor? –preguntó Pedro con un tono de voz que Paula no creía haberle escuchado nunca.


Joaquín la miró y dirigió una mirada de reojo a sus padres, como para preguntarles si estaba bien hablar con un desconocido. Al recibir sonrisas de apoyo, respondió:


–Voy a ser bombero –aseguró con orgullo y decisión.


–Qué trabajo tan emocionante –dijo Pedro–. Y tan importante.


–Ya lo sé –respondió el niño señalando sus cicatrices con la naturalidad propia de los niños.


Pedro se agachó y se colocó a su altura.


–Yo también tengo –susurró a modo de confidencia tirando del cuello de la camisa como una vez hizo con ella.


Paula sintió que se le erizaba la piel mientras escuchaba cómo su marido y aquel pequeño comparaban sus cicatrices y competían sobre sus tratamientos, viendo por primera vez cómo sería con su hijo. El vínculo que anhelaba que se formara entre ellos.


–¿Seguro que no quieres ser médico cuando seas mayor, en lugar de bombero? –preguntó Pedro.


–Me gusta más el camión de bomberos.


El grupo se rió, pero su risa quedó interrumpida en seco por el discurso de bienvenida a la gala. Benjamín habló con gran claridad y presentó las inspiradoras historias de algunos de los presentes antes de darle las gracias finalmente al propio Pedro. Paula se estremeció al sentir cientos de ojos en ella y en el poderoso hombre que tenía a su lado, que se las arregló para disimular la incomodidad que sin duda debía estar sintiendo mientras aceptaba con elegancia el reconocimiento y el agradecimiento del director. Cuando cesaron los aplausos y Joaquín y su familia desaparecieron entre la gente, se giró finalmente hacia su marido.


–¿Te arrepientes de haber venido esta noche? –le preguntó.


Pedro se tomó su tiempo antes de responder.


–Todavía no, pero la noche acaba de empezar –aseguró con tono irónico.

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