jueves, 11 de mayo de 2023

Heridas Del Pasado: Capítulo 21

En aquel momento se acercó un hombre vestido de traje con una elegante carpeta. 


–Bienvenida.


–Señora Alfonso –murmuró ella en un hilo de voz.


La expresión del hombre habría resultado cómica en otras circunstancias.


–Por supuesto –afirmó sacudiendo la cabeza con fuerza–. Un placer conocerla. No esperábamos su presencia, dadas las circunstancias… – sonrió mirando hacia su vientre–. ¿Me permite darle la enhorabuena, señora Alfonso?


Paula no pudo evitar sonreír a su vez mientras se llevaba la mano al vientre. Fue entonces cuando el primer destello de un flash cayó sobre ella, casi cegándola, y los periodistas empezaron a hacerle preguntas todos a la vez. Vió por el rabillo del ojo al hombre haciéndole un gesto para que lo siguiera, y se dirigió hacia la gala con el corazón latiéndole con fuerza.


–Lamentablemente, el señor Alfonso no ha podido asistir a nuestra gala de Lausana durante muchos años, pero seguimos enviándole la invitación por cortesía –afirmó el hombre–. Estamos encantados de que haya venido usted.


Aquellas palabras le sonaron sinceras y amables a Paula, lo que calmó sus reticencias iniciales. 


–Es muy amable por su parte decir eso. ¿Cuál es su nombre?


–Benjamín Keant –se apresuró a responder él–. Encantado de conocerla, señora Alfonso. Permítame presentarle a algunos de nuestros invitados. Y también puedo responder a cualquier pregunta que tenga sobre nuestra organización.


Paula sonrió.


–Genial. ¿Qué le parece si empieza a explicarme todo desde el principio?


Escuchó con la mayor atención que pudo el comienzo de la explicación, pero se distrajo un poco al ver que era objeto de la curiosidad de muchos invitados. Pero entonces escuchó unas palabras de labios de Benjamín que dispararon las alarmas de su mente y su corazón. 


–Y el dinero que recaudemos aquí no solo va a los centros médicos que tratan las quemaduras de estas lesiones tan graves, sino también como apoyo financiero a las familias que no pueden hacer frente a los costes desorbitados de estos tratamientos tan largos.

 

Paula sintió un escalofrío y entendió al instante por qué Pedro no había querido ir. No tenía nada que ver con ella, sino con su propio y atroz sufrimiento. 




Mucho antes de que las palas giratorias del helicóptero desaceleraran tras aterrizar en el discreto helipuerto situado en la parte posterior de los jardines del museo, Pedro ya tenía las mandíbulas completamente apretadas. No quería estar allí. Hacía diez años que no asistía a aquella gala. Los recuerdos se apoderaron de su mente, haciéndole hervir la sangre. Qué ingenuo había sido entonces al pensar que la organización benéfica sería una gran ayuda. Desde el primer momento, cuando fue víctima del destello del flash del primer paparazi, se dió cuenta de que los buitres no habían acudido para apoyar aquella obra benéfica, sino para deleitarse en las heridas que le había dejado la pérdida de su familia. Toda la repercusión mediática estuvo centrada en el famoso Pedro Alfonso, y apenas hubo un par de líneas sobre el legado que había querido crear. Aquella noche juró no volver a asistir nunca a aquella gala, no manchar su contenido con su presencia y su incipiente reputación como «La bestia». Lo que hizo fue dejar la dirección de la organización en manos de un hombre increíblemente eficaz. Jamás se había arrepentido de haber fundado aquella organización: Sencillamente, no quería tener ninguna relación personal con ella. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario