martes, 16 de mayo de 2023

Heridas Del Pasado: Capítulo 26

Y de pronto, Paula se enfadó. Se enfadó porque no era capaz de mirarla, y mucho menos de hablar con ella. A medida que se acercaban a la casa, más furiosa se ponía. Sentía como si estuviera regresando a la prisión. Una prisión en la que su marido apenas toleraba su presencia. Hubo momentos en su infancia en los que se sentía extremadamente sola, cuando su padre, su madrastra y su hermano discutían de dinero tras las puertas cerradas, «Cosas de mayores» en las que no le dejaban participar. En las que tomaban decisiones sobre su futuro y el futuro de Paula, en las que ella no tenía nada que decir. Se prometió entonces que nunca volvería a verse en aquella posición. Y la única vez que había elegido algo para ella, la única vez que había seguido su instinto, las consecuencias la habían llevado de nuevo detrás de otras puertas cerradas, bajo el control de su marido. Pedro del salón. Pero esta vez, cuando él se giró hacia su despacho, la puerta que ella nunca atravesaba, ella decidió que no podía seguir soportándolo. Sabía que estaba furioso, pero ella no quería vivir en el silencio, no seguiría evitando aquello ni un minuto más.


–Pregúntame por qué he ido a la gala de esta noche –exclamó en voz alta.


Pedro se detuvo con la mano en el picaporte. Paula se dió cuenta de que estaba sopesando si entrar en aquella estancia y encerrarse allí o girarse y atender a su demanda. Finalmente se dió la vuelta y clavó la mirada en la de su esposa.


–¿Por qué fuiste esta noche a la gala, Paula?


Su tono era mecánico a propósito, y eso la enfadó todavía más. Le resultaba muy frustrante no poder llegar a él, no poder atravesar las barreras que Pedro había levantado entre ellos.


–Fui porque la señora Alfonso estaba invitada a la gala, y quería verla. 


Pedro frunció el ceño.


–Eso no tiene ningún sentido.


Paula resistió el deseo de dar un pisotón fuerte.


–Fui porque no sabía quién soy como tu esposa. ¿Paula Chaves? Sí, de hecho estaba empezando a conocerla antes de que pasara esto. Ella estaba empezando a encontrar su libertad. A tomar sus propias decisiones –aseguró, desesperada por explicarse, por llegar a él, por conectar–. Pero ¿Paula Alfonso? Es nueva para mí. Fui a la gala porque quería conocerla, ver si era distinta, más segura de sí misma… Más poderosa, incluso. Y tal vez, solo tal vez, ir a la gala que celebraba la organización benéfica de mi esposo me ayudara a entender un poco más quién es él, aunque no estuviera. ¡A entender por qué es tan obtuso!


No había sido su intención gritar, pero así terminó su pequeño discurso. Gritándole. No recordaba haber gritado nunca a nadie antes en toda su vida. Durante un instante, tuvo la sensación de que sus palabras no tenían ningún efecto. Ninguno en absoluto. Parecía como si Pedro estuviera hecho de hormigón. El móvil le volvió a sonar unas cuantas veces, rompiendo el silencio entre ellos.


–Bueno, pues está claro que ya lo has visto. Y la prensa también – gruñó Pedro girándose hacia ella–. ¿No te has parado a pensar que lo de esta noche era lo que llevo casi diez años queriendo evitar? Intenté advertirte respecto a la prensa, que son unos buitres que harían cualquier cosa para tener un destello de «La bestia» y de la persona inocente que ahora está unida a él.


A Paula se le rompió el corazón al escuchar sus palabras. ¿De verdad era así como los veía?


–En cuanto pusiste un pie en la alfombra roja, el mundo entero supo que estás casada conmigo y esperando un hijo mío.


–Tengo que reconocer que no había pensado demasiado en ello.


–No podemos permitirnos el lujo de no pensar las cosas demasiado. Ahora no.


–Pedro, la prensa iba a terminar enterándose de todas formas – murmuró Paula.


–Cuando nosotros lo consideráramos. ¡No en un momento que pudiera impactar a la organización benéfica! 


Volvió a sonar su móvil.


–Oh, por el amor de Dios, ¿Qué le pasa a tu teléfono? –inquirió Paula.


–¿De verdad no lo sabes? –contestó él con incredulidad–. Mira –dijo pasándoselo–. Echa un vistazo. 


Paula agarró el móvil y fue pasando página tras página de titulares de las redes sociales sobre «La bestia» mostrando su auténtica naturaleza, la bestia que se había casado con una inocente. Algunos cuestionaban incluso si ella estaba a salvo con él. Los dedos le temblaron. Sí, había algunos comentarios positivos respecto a cómo Pedro Alfonso había encontrado por fin la felicidad, y sobre el rotundo éxito de la gala benéfica, la alegría de contar con un heredero de la dinastía Alfonso. Pero Paula detuvo el dedo en la última imagen. La imagen de Pedro detrás suyo, ella con la mano en la boca por el impacto y con lágrimas en los ojos mientras ambos miraban el retrato de él con sus padres. Y la violación de aquel momento la destrozó por completo, porque en sus intentos de encontrarse a sí misma, había llevado al lobo directamente a la puerta de Pedro. 

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