jueves, 9 de marzo de 2023

Refugio: Capítulo 6

El haz de luz le iluminó los ojos color caramelo que expresaban en ese momento una imagen de chica traviesa. La sonrisa en sus labios agrietados estaba en consonancia con los caóticos rizos de su cabellera. Parecía joven, vulnerable e increíblemente atractiva, lo que le hizo sospechar por qué su abuela estaba tan contenta de que se quedase con ella esa noche.


—Mis abuelos, Alfredo y Luisa, te mandan recuerdos.


—¿Eres su nieto? —se sorprendió la granjera.


—Sí. Mi abuela me dijo que hay demasiada distancia entre las dos granjas. Me sugirió que me quedara y que te ayudara. ¿Puedo contar con una cama para esta noche?


Paula sonrió al comprobar que Luisa sabía que la distancia que les separaba era pequeña. Sam sabía que su abuela tenía motivos para pensar que iba a estar a salvo en casa de su anfitriona. Y ella conocía perfectamente a su vecina… La granjera observó detenidamente al joven. Medía más de un metro ochenta y tenía una constitución atlética que se adivinaba bajo su ropa. ¡Había crecido tanto! Así que quería ayudarla… Claro que podría hacerlo. Parecía un poco blandengue, pero lo bastante orgulloso para superar el trance.


—Te pagaré el alojamiento, claro está —dijo Pedro, mostrándose correcto nuevamente.


—Muy bien —respondió Paula, sonriendo.


Le dedicó una larga mirada de arriba a abajo y se dió cuenta de que el joven se estaba sonrojando. No había cambiado tanto, después de todo.


—Me vas a ser de mucha utilidad, espero que tengas el aguante necesario.


—Creo que no te defraudaré —dijo Pedro, recuperando el control.


La granjera se fijó en la delgada línea de sus labios: eran muy atractivos, y seguro que también experimentados…


—Voy a ver si encuentro algo de ropa para tí, a no ser que quieras recoger tus cosas del coche.


Paula ya no estaba tan divertida porque, al fin y al cabo, los dos estaban atrapados y solos en su propia casa. Por mucho que hubiera sido un buen chico de pequeño, no tenía ninguna garantía de que ahora, como adulto, no fuese un asesino en serie o un violador…


—¿Quieres unos vaqueros?


—No, gracias. No creo que quepa en tus minúsculos pantalones, pero otra reliquia del baúl familiar podría venirme bien…


Paual se acaloró pero siguió hablando:


—Pensaba ofrecerte algo de mi tío, pero si prefieres tu ropa todavía podemos ir a buscarla, antes de que sea demasiado tarde.


Con la de nieve que estaba cayendo, el joven no tenía la más mínima intención de salir fuera, a diferencia de su anfitriona. En un instante de lucidez, ella fue consciente de que el joven era lo suficientemente adulto como para preocuparse de su propia indumentaria. De momento, el hecho de que la ayudase ya iba a ser un auténtico logro.


—Me parece más razonable ir al coche mañana.


—Es muy posible que mañana el coche esté completamente sepultado por la nieve. Si quieres podemos poner una señal en la antena para poder recuperarlo.


—¿Cómo un manojo de globos? —preguntó Pedro irónicamente—. De todas maneras, no tengo antena.


A Paula le sorprendió que, un joven tan bien vestido no hubiera podido comprarse una radio para el coche…


—Tendríamos que marcar el vehículo con algo rojo.


—No se me había ocurrido. ¿Tienes alguna prenda roja? —preguntó el joven.


La granjera se quedó pensando. De pronto, le vino a la cabeza un sujetador de encaje rojo que apenas se ponía, teniendo en cuenta que para trabajar le resultaba mucho más cómoda la ropa interior de algodón. ¿No le daría vergüenza prestarle ese tipo de ropa para que sirviera de señal en plena carretera?


—Voy a ver qué encuentro —dijo ella—. Habrá que atarla a un palo y clavarlo en el cúmulo de nieve.


—De acuerdo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario