jueves, 23 de marzo de 2023

Refugio: Capítulo 21

 —¿Ya has terminado con todo?


—Sí.


—¿Tendrán suficiente heno para por la noche?


—Sí, no te preocupes.


—Gracias, Pedro.


Y sonriendo, el joven respondió:


—Es un placer…


—Eres un mentiroso.


—Bueno, entonces es un privilegio. Decías algo de un banquete gratis, ¿No?


—Estás muerto de hambre. En el congelador que está en el porche hay comida. ¿Qué te apetece?


—Ni pollo ni vaca.


—Pues lo siento, no estás de suerte.


La granjera sacó dos porciones de pollo, carne picada de vaca, un poco de pescado y guisantes…


—No me lo digas. Hoy tocaba hacer la compra…


Paula soltó una risita.


—La verdad es que el congelador está casi siempre a la cuarta pregunta.


Pedro miró hacia arriba y vió que el cielo estaba despejado. Aunque seguía haciendo mucho frío, la luna iluminaba la nieve con todo su esplendor.


—Podríamos ir a casa de mis abuelos.


—No creo que tengan mucha comida.


—Me estaban esperando, o sea que tendrá que haber algo especial.


—Es una buena idea —dijo Paula, contenta de poder comer hasta saciar todo su apetito—. De todas maneras, es mejor que llames primero. 


Pedro desapareció para hablar con Luisa en el pequeño salón. Cuando volvió, tenía una sonrisa en los labios.


—Mi abuela me había preparado montones de comida y está calentando la cena. Si llevamos ropa limpia podremos darnos un baño.


—¡Un baño de agua caliente! ¡Qué maravilla!


—Vayamos corriendo —dijo Pedro animadamente.


Salieron con los perros y se protegieron de la fría helada que estaba cayendo, con la ropa de abrigo. Cuando llegaron a la casa de Alfredo y Luisa, percibieron el aroma inconfundible de la comida casera. La abuela de Pedro los recibió con abrazos y besos, y aceptó con entusiasmo la leche cuajada que le traía Paula. Alfredo fue menos efusivo, pero estaba claro que tenía a Pedro en mucha estima.


—Siento haberles robado a su nieto —se disculpó Paula.


—No digas bobadas. ¿Qué les apetece primero: Brandy, una taza de té, un baño caliente o la cena?


—Un brandy —propuso Pedro.


—Una taza de té en el baño —solicitó Paula.


Tras una hora, la joven seguía aún en el baño, medio dormida. Pedro la despertó, diciendo:


—Yo también necesito un baño.


—Sí, verdaderamente hueles a vaca…


Pedro se encerró en el cuarto de baño y Paula se vistió, guardando la ropa sucia en una bolsa. Cuando estuvo lista, bajó al piso de abajo. Alfredo le ofreció una copa de brandy. Mientras la saboreaba, no dejaba de pensar que arriba estaría Pedro desnudo, disfrutando de su baño. De pronto, se dió cuenta de que los anfitriones le estaban diciendo algo.


—Perdonen, estaba distraída.


—Estás cansada. ¿Habéis tenido mucho trabajo?


—Gracias a la ayuda de Pedro no tanto. No habría podido con todo sin él.


—¡Qué oportuno ha sido! 

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