Pedro estaba congelado. Se puso un jersey encima del par de pijamas que llevaba puestos. Tomó la otra manta que le había dejado Paula y la extendió sobre la cama, dispuesto a acurrucarse de nuevo en su interior e intentar parar de tiritar. Estaba claro que sus padres le habían mimado hasta lo indecible… El viento golpeaba la ventana, colándose por las rendijas. El calor que subía de la cocina no podía hacer frente a la baja temperatura reinante en el dormitorio. Una vez más, el hombre intentó olvidar el frío hasta que encontró su postura y se relajó. Fuera, sólo se oía el bramido del viento. Se acordó de que, una vez cuando era pequeño, había pasado unas vacaciones de verano en la granja de sus abuelos. Por la noche, se oía todo tipo de mamíferos, aves e insectos y se había acostumbrado a sentarse en el alféizar de la ventana, para intentar identificarlos. Cuando ya estaba a gusto le asustó la presencia de un gato, que se había puesto a ronronear junto a su pecho. Le acarició cariñosamente hasta que el calorcito del felino le hizo sumergirse en un profundo sueño. Cuando se despertó había luz… Era la luna que iluminaba la nieve majestuosamente. Siguió mirando por la ventana y divisó una lucecita que procedía del establo. ¡Eran las cinco y media! Se vistió rápidamente y bajó a la cocina donde se encontró el mensaje siguiente: "Me he ido de pesca y no quería despertar al gato"…
Pedro sonrió y puso agua a calentar. Aunque tuviera prisa, necesitaba una taza de té para poder funcionar. Se dió cuenta de que la estufa necesitaba más leña y se dirigió al pequeño vestíbulo donde había un montón de troncos apilados. Los metió en la estufa y les prendió fuego; cuando las llamas estaban, altas, entreabrió la portezuela para que hiciera tiro… Cómo no estaba comiendo, los perros lo ignoraron y se echaron junto al fuego. Les acompañó sentándose en uno de los asientos esperando a que el té estuviera preparado. Se dió cuenta de que necesitaba afeitarse, pero apenas podía usar agua… Por lo tanto, decidió llamar a la compañía eléctrica. Sin embargo, no pudieron informarle del estado de la avería. En la cocina encontró una radio y trató de sintonizar alguna emisora local. De ese modo, se enteró de que un helicóptero había chocado contra el tendido eléctrico y había dejado sin luz a la mitad de Dorset. En fin, habría que volver a ordeñar manualmente al ganado y amontonar cubos de agua en los bebederos. Se puso el abrigo y las botas de plástico y le llevó una taza de té a Paula. En el exterior, el viento se había calmado a pesar de lo cual seguía haciendo un frío helador. Dentro de una hora o así, amanecería. Unos pasos más allá estaba el establo. Cuando entró, le recibió la amplia sonrisa de la granjera.
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