jueves, 25 de agosto de 2022

Paternidad Inesperada: Capítulo 49

 –Escribí esto el día que me dijiste que estabas embarazada. Y el día después de que nos conociéramos. Y muchos días más. Toma, lee.


Pedro lo abrió y se lo dió. Y ella leyó lo que había escrito.


"¡Qué noche! Arturo por fin va a caer en nuestras manos y he descubierto que me encanta el ballet… O, más bien, una bailarina de ballet… He conocido a una mujer y estoy casi enamorado. Es bella, sensible, sensual. En cuanto haya terminado con Arturo, la llamaré… Hacía siglos que no me sentía así. Tan vivo".


Pedro le quitó el diario y pasó varias páginas: "No consigo sacármela de la cabeza".


–Así que no puedes fingir que todo esto es falso. Es el comienzo de algo maravilloso.


Y la miró con más cariño del que nadie la había mirado jamás.


–Ahora dices eso, pero, de todos modos, vas a estar siempre de viaje.


Él negó con la cabeza.


–Tenemos que hablarlo, pero se ha terminado eso de pasarme la vida trabajando. No quiero terminar como mi padre, aunque aquello no fue solo por culpa del trabajo. Si Carlos no hubiese estado tan enamorado de él, nada de aquello habría ocurrido.


Ella lo miró boquiabierta.


–¿Estaba enamorado de él?


–Eran amantes. Yo me enteré después del funeral, pero por respeto a mi madre nunca se lo he contado a nadie.


Paula entendió de repente lo que ocurría. Carlos se había dejado llevar por los celos y Ana nunca le había contado a nadie que su marido era homosexual, pero debía de haber sufrido mucho.


–¿Quieres decir que aquello es lo que hizo que tu padre se refugiase en el alcohol?


–Quiero decir que mi padre estaba hecho un lío. Entregó toda su vida al banco y a su familia, pero en el fondo no era feliz y eso fue lo que lo mató. Carlos acaba de hacer pública su homosexualidad y por eso ha perdido varios clientes. 


–¿Cómo es posible que haya personas que todavía no lo acepten? Es ridículo. Después de todas las cosas que hizo mal, ahora lo están castigando por ser quién es.


–Sí y yo quiero salvar el banco, pero no con personas así, de modo que he tomado una decisión.


–¿Qué decisión?


–Que si Arturo quiere la fusión, muy bien. Y, si no la quiere, también. Porque yo voy a sacar el banco a bolsa y voy a poner a alguien al frente para que lo dirija. No voy a perder mi vida en él.


–¿Y qué vas a hacer entonces?


Él entrelazó sus dedos con los de ella. Sus alianzas brillaron bajo la luz del sol.


–Hay varias opciones, pero eso depende de tí. Vamos a tener un bebé. Uno de los dos va a tener que cuidarlo cuando el otro se marche a trabajar. Si tú quieres bailar, yo me quedaré en casa. Si tú quieres quedarte en casa, yo me iré a trabajar. Podemos vivir donde tú quieras, podemos elegir.


Ella lo miró y vió en su rostro un brillo nuevo. Había esperanza en su mirada.


–Me alegro mucho por tí, Pedro. Supongo que ha sido muy duro tomar esa decisión, pero me parece la mejor noticia del mundo.


–Me parece que todavía no lo has entendido bien, Paula. Hoy es el día más feliz de mi vida. Me has hecho el hombre más feliz del mundo. Y no me importa nada más.


–¿Me amas? –le preguntó ella.


–¿Que si te amo? Sí. Nunca había conocido a una mujer como tú. Eres fuerte y me has apoyado en todo, has estado dispuesta a sacrificarte por nuestra pequeña familia y jamás lo olvidaré.


Ella tragó saliva.


–Me pediste que fingiese que te amaba, pero no necesito fingir.


–Yo tampoco. Tenemos toda la vida por delante. Decidiremos lo que vamos a hacer pensando siempre en nuestra hija.


Paula asintió.


–Mi padre… –le dijo–. No te lo he contado, ni a tí ni a nadie, pero nunca lo conocí. Solo sé su nombre y donde nació. ¿Me ayudarás a encontrarlo?


Él la abrazó.


–Me alegro mucho de que me lo hayas contado. Lo encontraremos juntos. Y Ana te apoyará tanto como a mí.


Ella sonrió contra su pecho. Asintió. Y susurró unas palabras que por fin entendía.


–Los amantes no se encuentran en ningún lugar. Se encuentran el uno al otro todo el tiempo… 







FIN

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