–Sé que la noticia te ha sorprendido. Puedo pedir que alguien hable contigo, que te ayuden… ¿No tienes a nadie? ¿El padre?
El padre era Pedro Alfonso. Aquello era lo que ocurría cuando uno se dejaba llevar. ¡Un desastre! No podía haber bajado la guardia con una persona peor. Había pensado que tal vez Pedro la llamaría, pero no lo había hecho. Ya se habría acostado con muchas otras mujeres desde entonces. Paula ni siquiera sabía si admitiría que habían estado juntos. Había utilizado protección y a ella le había parecido muy bien porque no podía correr el riesgo de quedarse embarazada.
–Voy a buscar unos folletos. Barajaremos varias opciones.
Ella no podía pensar en opciones. Pedro tendría que asumir su responsabilidad y permitir que ella continuase con su vida. No había más. No podía ser madre. Respiró hondo e intentó tranquilizarse. Pensar. Se puso en pie.
–Entonces, si lo he entendido bien, tengo el alta de la rodilla y los ligamentos están bien, puedo volver a bailar.
–Tu cuerpo cambiará durante el embarazo, pero recibirás la ayuda que necesites.
Su cuerpo era su única arma en aquel mundo. Necesitaba que funcionase bien. Se le cerró la garganta, tenía miedo. «Céntrate, céntrate», se dijo. «Has llegado muy lejos. Ya casi lo has conseguido. Céntrate en lo bueno y olvídate de todo lo demás, como cuando llamas a mamá». Tragó saliva.
–¿Los análisis han salido bien? ¿Todo está bien?
–Paula, estás embarazada. Sé que no te lo esperabas, pero estoy aquí para ayudarte.
Ella se puso el bolso en el hombro, miró dentro, tenía el monedero, el teléfono, las llaves. Todo. Tenía que marcharse. Se miró el reloj. Eran las once y media. Tenía todo el día por delante. Pronto tendría los días completos otra vez. Cada cosa a su tiempo.
–Gracias, te llamaré si necesito algo. Qué día tan bonito –comentó, mirando por la ventana.
Salió de la consulta y avanzó por el pasillo, pasó por delante de la sala de espera y de la recepción y salió a la luz del sol. Podía volver a ensayar. Y eso era estupendo. «Vas a tener un bebé». Se dijo que debía llamar a alguien para darle la noticia. La noticia de que podía volver a bailar. Iban a empezar a ensayar para la temporada de invierno. Tenía la oportunidad de conseguir un papel principal. Para diciembre. Se vino abajo. ¿Cómo estaría en diciembre? No le darían ningún papel, no contarían con ella hasta después del nacimiento del bebé. ¿Y qué haría hasta entonces? ¿Y después? No podía permitirse tener un bebé. Llegó sin darse cuenta al metro. Bajó y esperó en el andén, sintiendo el insoportable calor que la rodeaba. Oyó llegar al tren en la distancia. Y pensó que solo podía hacer una cosa.
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